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EL FUTURO DEL RASCACIELOS

Flatiron Building

Juan Calatrava

Pese a ser ampliamente superado en altura por muchos de los rascacielos del siglo xx, el Flatiron, con sus 22 pisos y sus relativamente modestos 87 metros, sigue siendo hoy uno de los iconos insustituibles de Nueva York. Fotografiado por Stieglitz o Steichen, filmado en multitud de películas, comentado por viajeros y escritores ilustres (como H. G. Wells, que afirmaba haber tenido la revelación del poder de Nueva York sólo contemplando el Flatiron al atardecer), elegido en una portada de Life como el rascacielos contra el que chocaba el trineo de Santa Claus, ese extraño edificio triangular continúa atrayendo, cien años después de su construcción, unas miradas para las que los rascacielos ya no son ninguna novedad.

En ello tiene mucho que ver su ubicación urbana y el muy especial solar sobre el que se asienta, una excepción dentro de la rigurosa ortogonalidad de la trama de Nueva York, definida desde el plan de 1811 como una malla en la que el cruce de las avenues (N-S) y las streets (E-W) hacía surgir una serie uniforme de manzanas rectangulares. Sólo algunos elementos preexistentes introducían variaciones en este esquema, y uno de ellos era Broadway, una antigua senda india que corre en sentido SE-NW. Su presencia crea, en el punto donde se cruza con la Quinta Avenida a la altura de las calles 22 y 23, una estrecha parcela triangular en la que, en 1902, se culminó, sobre proyecto de Daniel Burnham, el edificio Fuller, enseguida bautizado como Flatiron por su parecido con las planchas domésticas de la época.

El Flatiron representa la introducción en Nueva York de una tipología arquitectónica, el skyscraper, que había sido puesta a punto en el Chicago de los últimos treinta años del siglo xix (sobre todo después del gran incendio de 1871). Avances constructivos como la estructura de esqueleto metálico, el muro cortina, las nuevas cimentaciones (el Chicago caisson) o los ascensores se habían combinado para producir el modelo de edificio que los centros terciarios de las metrópolis americanas exigían y que ahora, en el umbral del nuevo siglo, se exportaba a Nueva York.

Pero el Flatiron representa igualmente otra evolución: la de las tentativas por dar forma a esta nueva tipología. En efecto, casi desde el principio se deja notar un cierto desasosiego ante la indefinición de estos edificios aparentemente informes, sin límites, multiplicables hasta el infinito. Para muchos arquitectos formados en la estética Beaux-Arts, los rascacielos debían ser un vehículo para la reintroducción del Arte y de la Belleza en la metrópolis. Louis Sullivan definió este anhelo en su escrito de 1896 The tall office building artistically considered, mientras que Daniel Burnham y otros alumbraban, a partir del hito que supuso la Exposición Colombina de Chicago de 1893, la idea de la City Beautiful: la combinación de la más moderna tecnología constructiva con las formas del arte del pasado.

Con el Flatiron, Daniel Burnham daba cuerpo a la dualidad esencial de esa ciudad Jekyll-Hyde, una dualidad que enseguida encontraría continuidad en Nueva York en edificios como el Metropolitan Life Insurance Building de Napoleon Le Brun (con su rememoración del campanile de Venecia) o el neogótico del Woolworth Building de Cass Gilbert y que el propio Burnham intentaría elevar a escala urbana con su Plan para Chicago de 1909.

El Flatiron asume deliberadamente, como ya había pedido Sullivan, la evocación tranquilizadora de la forma de una columna, con su basa de dos pisos, su fuste y su remate-capitel (veinte años más tarde, en su proyecto «dórico» de 1922 para la sede del Chicago Tribune, Adolf Loos llevaría hasta sus últimos límites esta idea del rascacielos como columna). Su estructura metálica, en la que se emplearon más de 3.500 toneladas de acero, se conjuga con un cerramiento de piedra caliza revestido a su vez de terracota. Esta piel exterior recibe una decoración con motivos que evocan la prestigiosa arquitectura clasicista (hasta el punto de que se ha hablado de un Burnham Baroque) y que, además, se superponen al muro con una ondulación que aporta movimiento a las fachadas y encamina la mirada hacia el vértice del triángulo.

La distribución interior tuvo que hacer frente a los problemas derivados de una forma triangular que, en el vértice redondeado, ofrecía una anchura de tan sólo dos metros. Burnham dio aquí la medida de toda su experiencia como constructor de edificios de oficinas en Chicago. Aunque no era este aspecto el que tenían en mente Stieglitz, H. G. Wells o el anónimo autor de la portada de Life...

FLATIRON BUILDING / FULLER BUILDING
PROYECTO ARQUITECTÓNICO DANIEL H. BURNHAM
EMPRESA CONSTRUCTORA THE FULLER CONSTRUCTION
LOCALIZACIÓN 175 FIFTH AVENUE CON BROADWAY, MANHATTAN, NUEVA YORK
DIMENSIONES PLANTAS 21 • ALTURA 87 M
CRONOLOGÍA PROYECTO 1901 • FINALIZACIÓN DE LA CONSTRUCCIÓN 1902