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Rita Azevedo Gomes

«Me asusta la banalización de las imágenes»

Fotografías cortesía de Numax Distribución

El pasado 26 de abril se proyectó en el Cine Estudio del CBA La Portuguesa, última película de Rita Azevedo Gomes, basada en la novela histórica de Robert Musil del mismo título. Aprovechamos esta proyección para recuperar las reflexiones de la realizadora lusa (discípula y antigua ayudante del cineasta Manuel de Oliveira) en su diálogo con Manuel Asín, coordinador del Cine Estudio, y con el público del CBA, durante el preestreno de su anterior filme, Correspondencias (2016).

Recuerdo una conversación que tuve con Werner Schroeter sobre el poder de la imagen. Estábamos viendo unas imágenes muy poderosas de la película R. A. F. Facción del Ejército Rojo (Uli Edel, 2008). Hablamos sobre lo peligroso que puede ser el poder de las imágenes y de que existen imágenes que te impregnan, que se te meten bien dentro hasta que, de un modo u otro, en cierto momento, salen. Hay imágenes que asocias con un momento, un recuerdo o una sensación y que luego puedes usar en tu vida profesional para expresar lo que sientes. Cuando vine por primera vez a Madrid, vi en el Museo del Prado un cuadro de Cristo con dos ángeles muy tristes. La imagen me impresionó enormemente y permaneció dentro de mí, y cuando hice la película La venganza de una mujer (2012) la saqué de dentro. Aquella imagen me persiguió durante todo este tiempo hasta que finalmente pude usarla en ese plano con Rita Durao.

Cuando Sophia narra en sus cartas su paso por Delfos y describe un campo lleno de amapolas y el zumbido de las abejas, lo que muestro es un paisaje pardo. Si en vez de esto hubiera mostrado una montaña cubierta de amapolas, sería una redundancia, no es necesario. Creo que es bueno dejar a cada uno un espacio para crear sus propias imágenes. A veces coincide, claro: se habla de un barco y se ve un barco, pero creo que no es necesario. Una palabra te da una imagen y no necesitas mostrar esa imagen que puede verse libremente asociada a la palabra. Si yo digo «árbol», tú ves tu árbol. En cambio, si te muestro la imagen de un árbol, todos y cada uno de los espectadores van a ver ese árbol concreto, no verán ya su árbol, sino el que yo les muestre. Creo que la poesía es la línea más pura de creación de imágenes y no hay que restarle importancia.

Podemos poner dentro de la palabra todo lo que queramos, lo que puede generar una línea un tanto difusa entre la fantasía y la realidad. El otro día hablaba con el director y productor Pedro Costa sobre literatura y fantasmas y me dijo: «pero también lo que fantaseamos es real». La realidad es muy compleja, yo no la entiendo, no sé dónde está, qué o quién es real. Tal vez, hacer lo que hago me ayude, por un momento, a percibir lo que es la realidad. La fantasía se ve como una cosa más abstracta. Sin embargo, parece que todos tenemos que saber lo que es la realidad, cuando yo verdaderamente no lo sé. Por eso para mí es fundamental hablar de angustias, de ansiedades, de pánico, de inseguridades… Si no, no tiene sentido lo que hago: es doloroso, pero sin ello no sé dónde estoy.

EXILIO

En la época en la que Jorge de Sena y Sophia de Mello Breyner Andresen se intercambiaron esas cartas, Sena se vio obligado a exiliarse. Se marchó de Portugal en 1958 y murió en California, sin haber podido regresar, al no encontrar las condiciones que necesitaba para su retorno. Fue un periodo difícil para todas las personas que buscaban libertad para expresar sus ideas, debido al régimen dictatorial de Salazar.

Esta es una historia de dos exiliados. En el fondo, todos los portugueses somos exiliados, unos dentro del país, como era el caso de Sophia, y otros fuera, como Sena. Yo también me siento una exiliada, en cierta forma, incluso en el mundo del cine.

LA PREPARACIÓN DE CORRESPONDENCIAS

Dos cosas activaron mis ganas de hacer esta película y me indicaron cómo tenía que enfocarla. En primer lugar, los poemas, la obra escrita de ambos, que yo intentaba representar o acompañar con imágenes, que intentaba llevar al público y ayudarle a sentir, a vivir esos textos con imágenes. Por otra parte, mi situación personal me había colocado en un estado de gracia, retomé contacto con viejos amigos e hice muchos nuevos y eso cambió mi vida. La cambió totalmente, sentí que todo lo que me estaba pasando eran cosas beneficiosas y me llenaron de felicidad.

En un principio tenía una idea completamente diferente para la película: era un proyecto muy seco, llano, muy objetivo, solo caras de personas que dicen los textos y ya, puede que en blanco y negro. Pero luego cambió mi forma de ver el proyecto. Mi salud se resintió de manera grave y para recibir tratamiento tenía que desplazarme a París; eso es caro. Además, tenía que ir todas las semanas y pagar hotel, desplazamientos, etc. Entonces comencé a contactar con viejos amigos de la ciudad, para preguntarles si me acogían algunos días. De esa forma, retomé contacto con Eva Truffaut, Pierre Leon o Jean-Paul Mugel, todos grandes amigos, algunos de los cuales habían compartido proyectos conmigo en el pasado y a los que no veía desde entonces. Así que me levantaba, acudía al hospital a recibir el tratamiento y luego, al día siguiente, filmaba un poquito. La felicidad que me procuraban estos amigos, y otros tantos que pude hacer durante ese viaje, fue lo que me hizo replanteármelo todo. Logré dejarme influir y que todo lo que me estaba ocurriendo fuera lo que dominara mi forma de ver la película.

EL CINE DE RITA AZEVEDO Y EL AMOR

Me encantan los cuentos de hadas, creo que es una cosa que sentimos todos cuando somos jóvenes, todos buscamos de una forma u otra esa especie de historia idílica, fantaseamos con ella, aunque luego no tenga lugar en la vida real. Algunas de mis películas narran esos amores de juventud, tanto O som da terra a Tremer (1990) como Fragil como o mundo (2002) y Altar (2003) narran historias sobre ese primer amor. Intento entender cómo es posible que brote, desde dentro de nosotros, ese sentimiento que vuelve todo tan intenso, que vuelve el resto del mundo tan pequeño y hace que lo único que realmente importe sea eso que estamos viviendo. Es una cosa muy humana, la búsqueda de esa historia perfecta de amor, de ese idilio.

Agustina Bessa Luis, escritora que Manuel de Olivera adaptó al cine, me regaló un pensamiento al que aún hoy busco respuesta. Tras ver Fragil como o mundo me dijo: «Un idilio no puede estar en dos personas, un idilio está solo en una». Intento entender lo que quería decirme. Ella es una sabia, una sibila, tiene razón en todo lo que dice y, desde luego, sentí que era una cosa positiva. Había muchas más cosas en la película, pero solo me dijo eso. Tal vez procuramos buscar el idilio en dos personas y eso no existe.

LA BANALIZACIÓN DE LA IMAGEN

La banalización de la imagen me asusta, estamos invadidos por imágenes, día tras día, de la mañana a la noche, nos llegan a través del móvil, de la televisión, cuando navegamos por las redes sociales o charlamos por Skype con un conocido. Esta sobreexposición continua de imágenes nos distrae, nos mantiene en un estado de euforia. No sé si eso es bueno o malo, pero si sé que cambia nuestra relación con las imágenes. En ocasiones, cuando veo una película por primera vez, tengo la sensación de haberla visto antes, las imágenes se acaban entremezclando y pareciéndose unas a las otras. El mundo del cine debería reflexionar y prestar más atención a la relación que la sociedad tiene con la imagen.

Por mi parte, intento impregnar mis películas de lo que me gusta: las personas, las músicas, la pintura, todo lo que me emociona, lo que me llena. Siempre busco nuevos puntos de vista. No me gustan esas películas cargadas de clichés, que repiten los mismos patrones. Hace poco formé parte de un jurado en Argentina y fue un poco decepcionante: todos eran directores jóvenes, que comienzan a hacer cine y, sin embargo, todo es igual, las fórmulas se repiten.

ESCRIBIR CARTAS

Adoro la escritura epistolar. Me gusta leer la correspondencia de los grandes nombres de la literatura como Thomas Mann. Me atrae esa forma de escribir libre de intenciones, de preocupaciones literarias. Es una pena que esto se esté perdiendo con los mails y todas esas nuevas formas de mensajería instantánea. Con todas esas nuevas formas de comunicación tan inmediatas se pierde la expectativa. Era muy bonita la espera, la incertidumbre, cuando te preguntas si la carta habrá llegado o no a su destino, cuando imaginas cómo se sentirá quien la recibe o cuál será su respuesta. Yo también he perdido esa costumbre, excepto por alguna postal… Pero si que acostumbraba a escribir cartas y aquello era muy bonito.

Cuando leí la correspondencia entre Jorge de Sena y Sophia de Mello me pareció muy interesante lo que ocurre entre ambos. Además, me recordó mucho esos años sesenta y setenta que yo viví. Recordé tantas cosas que viví en casa de cuando tenía once, doce, trece años, esa edad tan importante en la que comienzas a tener un poco conciencia de ti mismo y del mundo que te rodea. Sus cartas fueron publicadas en 2005. Cuanto más leía más ganas tenía de trabajar con ese material. Sin embargo, me costó mucho encontrar la forma de hacerlo. Fue muy difícil crear una película basada en la correspondencia entre dos personas y, desde luego, nunca volveré a hacer nada parecido.

LA CORRESPONDENCIA ENTRE POETAS

En esta correspondencia, estos dos grandes escritores intentan, al menos yo lo veo así, preservar esa idea de amistad. No siempre sus pensamientos coinciden, pero, por encima de todo, se consideran amigos. Ambos han sido muy activos políticamente: Sophia es diputada en el Parlamento y Sena ha publicado textos como los poemas antifascistas de Pessoa sobre Salazar, que publicó en Brasil. La sociedad portuguesa conoce mucho más a Sophia, mientras que Sena nunca ha tenido un reconocimiento apropiado en Portugal, a pesar de ser uno de los grandes poetas del país. Quizá su novela Sinais de Fogo (1978) tuvo cierto éxito, pero, a pesar de su capacidad poética y ensayística y de su labor como traductor, sigue siendo un escritor minoritario. En muchos aspectos son como la noche y el día. Aun así, siempre perseveran en priorizar la amistad, a la que dan más importancia que a sus diferencias.

Cuando leí sus cartas me invadieron todos esos recuerdos, pero sobre todo recordé a mi madre. La culpable de lo que soy, de quien soy, es mi madre. Recuerdo que me llevaba a las librerías cuando salía un nuevo libro de Sophia. Yo era muy pequeña, tendría unos nueve años, me sentaba y esperaba, muy callada, a que apareciera Sophia y entonces ella entraba, con su pasito pequeñito. Es muy pequeñita. Sin embargo, cuando comenzaba a leer un poema daba la impresión de que se elevaba, que crecía. Aquello me dejó muy marcada.

También recuerdo mi casa cuando venían otros escritores como José Rodrigues Miguéis, otro exiliado, recuerdo un sentimiento festivo, la preparación, la anticipación, la llegada del extranjero, una visita que nos traía noticias porque nosotros no sabíamos nada, andábamos a ciegas; ellos sabían más de nosotros que nosotros mismos. Recuerdo que alguien preguntó por Jorge de Sena y recuerdo esas tardes eternas colmadas de diálogos mientras yo, sentadita, escuchaba atentamente. No entendía ni la mitad de lo que decían, pero si percibía esa alegría del reencuentro.

Tras leer las cartas se me ocurrió que estos poetas hablaban de nosotros. No solo se trata de la correspondencia entre ellos dos, era la correspondencia con nosotros y también el efecto que cada pedazo de texto produce en el lector. Del mismo modo, yo usé la película para enviar un mensaje al resto de mi mundo. Por ejemplo, buscaba el poema perfecto para cada uno de mis amigos. Pierre León desconocía estos textos, pero le enseñé un poema que parecía hecho para él. Cuando lo descubrió se sintió totalmente representado.

PREESTRENO CORRESPONDENCIAS
31.05.17

DIRECCIÓN RITA AZEVEDO GOMES
PARTICIPANTES RITA AZEVEDO GOMES • MANUEL ASÍN
ORGANIZA NUMAX • CBA