calcetín

El primer armario que se abrió cuando yo quería fue la cómoda. […] ahí me encontraba con mis calcetines, que descansaban amontonados y enrollados de modo que cada uno de los pares fingía ser una pequeña bolsa. Nada me causaba más placer que ir hundiendo mi mano en su interior […]. Lo que me atraía hacia su hondura era lo que llamaba ‘el contenido’, que mantenía dentro de mi mano en el interior siempre enrollado. Cuando lo agarraba con el puño para confirmar su posesión […], comenzaba ya a desarrollar la segunda parte de aquel juego, que me conducía de inmediato a un descubrimiento emocionante. Ahora desplegaba ‘el contenido’ desde el interior de aquella bolsa. Lo acercaba a mí cada vez más, hasta consumarse la sorpresa: ‘el contenido’ salía de su bolsa, con lo que ambos dejaban de existir. No me cansaba de poner a prueba esa verdad enigmática: que forma y contenido, la envoltura y lo envuelto, son lo mismo. Lo son en forma de una tercera cosa: el calcetín en que ambos se transforman.

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