El texto de El mundo va a acabar (incluido en Cohetes XXII), tramado con el ensueño apocalíptico, conlleva una crítica brutal, y una que está llena de amargura (ahí resuena también de cuando en cuando la idea en la que Nietzsche se presenta su «último hombre»), contra el mundo del Segundo Imperio. Crítica que se revela en cierto modo parcialmente cargada de rasgos proféticos. Así, del mundo que viene se nos dice: «Nada entre los sueños sanguinarios, antinaturales o sacrílegos elaborados por los utopistas podrá ser comparable a sus resultados positivos [...]. Para poder mantenerse y proyectar el fantasma de un orden, los gobernantes se han de ver forzados a recurrir a medios que harían estremecerse de terror a nuestra humanidad actual, pese a estar hoy tan endurecida [...] La justicia, si es que en esa época tan especialmente afortunada puede aún existir una justicia, llegará a prohibir los ciudadanos que no sepan labrarse una fortuna [...] Quizá esos tiempos están bastante próximos; quién sabe si es que no han venido ya y el torpor de nuestra actual naturaleza no es el único obstáculo que nos impide apreciar el medio en que ya respiramos».
Baudelaire. Œuvres, ed. Le Dantec, vol. II, pp. 640-641. Cit. en Obra de los pasajes, J 47 a, 3