Con la organización de conspiraciones proletarias, la división del trabajo en ese campo va a convertirse en necesidad; sus miembros se dividieron en dos grupos: los conspiradores de ocasión, es decir, los trabajadores que intervenían en la conspiración junto a sus trabajos de costumbre –acudiendo sólo a las reuniones–, hallándose dispuestos para unirse, a la orden del jefe, en donde les fuera designado, y conspiradores profesionales, que dedicaban su actividad a la conjura y vivían de ella y para ella [...]. La posición vital de esta otra clase influye de antemano en su carácter. [...] Su existencia en todo dependiente más del azar que de su actividad, como su vida siempre irregular, y cuyas únicas estaciones fijas son las tabernas de los vinateros –casas de cita de los conspiradores–, o sus contactos más que inevitables con todo tipo de gente sospechosa, los situarían en el círculo vital que, en París, se llama la bohème [...]. Es comprensible que estos conjurados no se limitaran solamente a organizar al proletariado revolucionario. Su ocupación consiste, sobre todo, en anticipar el desarrollo en el proceso de la revolución, llevándola, de modo artificial, a su estado de crisis, como revolución improvisada [...]. El rasgo principal de su existencia será su lucha con la policía, con la que tienen la misma relación que los ladrones y las prostitutas.
Marx y Engels. «Besprechung von Chenu, Les conspirateurs, París, 1850», publicada en la Neuen Rheinischen Zeitung. Cit. en Obra de los Pasajes, V 2; V 2 a
Los moribundos usos de los gremios fueron el fértil suelo sobre el cual hallaron su alimento [la conspiración de] las sociedades secretas.