El terror despótico del timbre, con su dominio sobre la vivienda, toma su fuerza de la magia del umbral. Algo, chirriando, se dispone a atravesarlo. Extraña la nostalgia de ese timbre que, con su sonido de campana, parece anunciar una despedida, de la misma manera que se escucha en el Panorama Imperial, cuando empieza a temblar muy suavemente la imagen que se va desvaneciendo, anunciando con ello la siguiente.
Edificios del sueño colectivo: pasajes, invernaderos, panoramas, fábricas, gabinetes de figuras de cera, casinos, estaciones de ferrocarril.
El concreto interés del panorama consiste en ver la auténtica ciudad, la ciudad en la casa. Lo que hay en la casa sin ventana, eso mismo será lo verdadero. En lo que hace al pasaje, también es una casa sin ventanas. Las que se abren a él son como palcos desde los que es posible mirar hacia dentro, pero no lo es en cambio mirar hacia afuera. –Lo verdadero carece de ventanas y, por ello, no tiene ningún sitio donde mirar afuera, al universo–.