despedirse
El tedio de Khayyam no es el tedio de quien no sabe lo que hace, porque la verdad es que nada pudo o supo hacer. Ése es el tedio de los que nacieron muertos, el de los que legítimamente se orientan hacia la morfina o la cocaína. Es más profundo y más noble que eso el tedio del sabio persa. Es el tedio de quien pensó con claridad y vio que todo era oscuro; de quien pasó por todas las religiones y todas las filosofías y después dijo, como Salomón: «Vi que todo era vanidad y aflicciones del ánimo», o, como, al despedirse del poder y del mundo, otro rey, que era emperador, Septimio Severo: Omnia fui, nihil expedit. «Lo fui todo; nada vale la pena».