Poesía II. Los poemas de Alberto Caeiro 2
«Poemas inconjuntos», v. 9, p. 41
PANTEÍSMO
REALIDAD
Ser puro, no para ser noble ni para ser fuerte, sino para ser uno mismo. Quien da amor, pierde amor.
Renunciar a la vida para no renunciar a uno mismo.
Ver y oír son las únicas cosas nobles que la vida encierra. Los otros sentidos son plebeyos y carnales. La única aristocracia consiste en no tocar nunca. No aproximarse ―he ahí la hidalguía.
El tedio de Khayyam no es el tedio de quien no sabe lo que hace, porque la verdad es que nada pudo o supo hacer. Ése es el tedio de los que nacieron muertos, el de los que legítimamente se orientan hacia la morfina o la cocaína. Es más profundo y más noble que eso el tedio del sabio persa. Es el tedio de quien pensó con claridad y vio que todo era oscuro; de quien pasó por todas las religiones y todas las filosofías y después dijo, como Salomón: «Vi que todo era vanidad y aflicciones del ánimo», o, como, al despedirse del poder y del mundo, otro rey, que era emperador, Septimio Severo: Omnia fui, nihil expedit. «Lo fui todo; nada vale la pena».
Sólo la esterilidad es noble y digna. Sólo el matar lo que nunca existió es raro y sublime y absurdo.