Poesía I. Los poemas de Alberto Caeiro 1
«El guardador de rebaños», XLVI, vss. 21-22, p. 145
FÁRMACOS
Y así escribo, pretendiendo lograr sentir la Naturaleza, ni aún
[como un hombre,
sino como quien siente la Naturaleza y nada más.Y así escribo, ahora bien, ahora mal,
ahora acertando con lo que quiero yo decir, ahora errando,
levantándome allá y aquí cayendo,
pero siguiendo siempre mi camino como un ciego obstinado.
Poesía I. Los poemas de Alberto Caeiro 1
«El guardador de rebaños», XLVI, vss. 23-28, p. 147
FÁRMACOS
Aun así, soy alguien.
Descubridor de la Naturaleza.
Argonauta de sensaciones verdaderas.
Le traigo al Universo un Universo nuevo,
dado que al Universo traigo el mismo Universo.
Esto siento y escribo
con perfecta conciencia y sin dejar de ver
Poesía I. Los poemas de Alberto Caeiro 1
«El guardador de rebaños», XLVI, vss. 29-35, p. 147
FÁRMACOS
VERDAD
Entonces vi que no hay Naturaleza,
que la Naturaleza no tiene existencia,
que hay montes y valles y llanuras,
que hay árboles, que hay flores y que hay hierbas,
que hay piedras y ríos,
pero que no hay un todo al que todo eso pertenezca,
y que un conjunto real y verdadero
es la enfermedad de las ideas.
Poesía I. Los poemas de Alberto Caeiro 1
«El guardador de rebaños», XLVII, vss. 7-14, p. 149
SENSUALISMO / SENSACIÓN
REALIDAD
La Naturaleza es partes sin todo.
Ése es quizá el misterio de que hablan.
Poesía I. Los poemas de Alberto Caeiro 1
«El guardador de rebaños», XLVII, vss. 7-14, p. 149
SENSUALISMO / SENSACIÓN
Estando enfermo debo pensar lo contrario
de aquello que pienso estando sano
(pues si no, no estaría enfermo);
debo sentir lo contrario de lo que siento
en cuanto soy yo en la salud;
debo mentir a mi naturaleza
de criatura que siente de cierta manera...
Poesía I. Los poemas de Alberto Caeiro 1
«El guardador de rebaños», XV, vss. 9-15, p. 79
SENSUALISMO / SENSACIÓN
Las pompas de jabón que este niño
se entretiene soplando por una pajita
son, translúcidamente, una filosofía.
Claras, inútiles y pasajeras como la Naturaleza,
amigas de los ojos como lo son las cosas,
son aquello que son
con una precisión bien redonda y aérea,
y nadie, ni siquiera el niño que las suelta,
pretende que son más de lo que parecen ser.
Poesía I. Los poemas de Alberto Caeiro 1
«El guardador de rebaños», XXV, vss. 1-9, p. 99
SENSUALISMO / SENSACIÓN
Solamente es divina la Naturaleza, pero ella no es divina...
Si a veces hablo de ella como si fuera un ser
es porque al hablar de ella he de valerme del lenguaje de los
y que a las cosas les impone nombre.
Poesía I. Los poemas de Alberto Caeiro 1
«El guardador de rebaños», XXVII, vss. 1-5, p. 103
SENSUALISMO / SENSACIÓN
Solamente es divina la Naturaleza, pero ella no es divina...
Si a veces hablo de ella como si fuera un ser
es porque al hablar de ella he de valerme del lenguaje de los
y que a las cosas les impone nombre.
Poesía I. Los poemas de Alberto Caeiro 1
«El guardador de rebaños», XXVII, vss. 1-5, p. 103
PANTEÍSMO
En cuanto a mí, escribo la prosa de mis versos
y me quedo contento,
porque sé que comprendo la Naturaleza por fuera;
no la entiendo por dentro,
porque la Naturaleza no tiene interior;
y si no no sería la Naturaleza.
Poesía I. Los poemas de Alberto Caeiro 1
«El guardador de rebaños», XXVIII, vss. 21-26, pp. 105-107
SENSUALISMO / SENSACIÓN
En cuanto a mí, escribo la prosa de mis versos
y me quedo contento,
porque sé que comprendo la Naturaleza por fuera;
no la entiendo por dentro,
porque la Naturaleza no tiene interior;
y si no no sería la Naturaleza.
Poesía I. Los poemas de Alberto Caeiro 1
«El guardador de rebaños», XXVIII, vss. 21-26, pp. 105-107
FÁRMACOS
Hallo tan natural que no se piense
que me pongo a reír a veces, solo,
no sé bien de qué, pero es de algo
relacionado con que hay gente que piensa...
¿Qué pensará mi muro de mi sombra?
Me lo pregunto a veces, hasta que al fin advierto
que me pregunto cosas...
Y entonces me disgusto; me molesta
como sentir, de pronto, un pie dormido...
¿Qué podrá pensar esto de aquello?
Nada piensa nada.
¿Tendrá idea la tierra de las piedras y las plantas que tiene?
Si es así, que la tenga...
¿qué me importa eso a mí?
Pues si yo pensara en esas cosas,
dejaría de ver árboles y plantas
y dejaría de ver la misma Tierra
para sólo ver mis pensamientos...
Entristecido, me quedaría a oscuras.
Y así, sin pensar, tengo Tierra y Cielo.
Poesía I. Los poemas de Alberto Caeiro 1
«El guardador de rebaños», XXXIV, vss. 1-20 (entero), p. 121
SENSUALISMO / SENSACIÓN
al Hombre primitivo y verdadero
que veía al sol nacer y aún no lo adoraba.
Porque eso es natural –más natural
que adorar al sol y luego a Dios
y luego a todo lo otro que no existe.
Poesía I. Los poemas de Alberto Caeiro 1
«El guardador de rebaños», XXXVIII, vss. 8-12, p. 129
SENSUALISMO / SENSACIÓN
al Hombre primitivo y verdadero
que veía al sol nacer y aún no lo adoraba.
Porque eso es natural –más natural
que adorar al sol y luego a Dios
y luego a todo lo otro que no existe.
Poesía I. Los poemas de Alberto Caeiro 1
«El guardador de rebaños», XXXVIII, vss. 8-12, p. 129
PANTEÍSMO
VERDAD
Soy incluso el primer poeta que recordó que existe la Naturaleza. Los demás poetas han cantado a la Naturaleza subordinándola a ellos, tal como si ellos fueran Dios; yo canto a la Naturaleza subordinándome a ella, porque nada me indica que yo sea superior a ella, visto que ella me incluye, que yo nazco de ella y que [...]
Mi materialismo es espontáneo. Soy perfecta y constantemente materialista y ateo. No hubo nunca, lo sé perfectamente, un materialista y ateo como yo... Pero esto es así porque materialismo y ateísmo sólo ahora, en mí, encuentran a su poeta.
Poesía II. Los poemas de Alberto Caeiro 2
«Entrevista con Alberto Caeiro», en «Apéndice», pp. 176-181, p. 181
FÁRMACOS
¡Tengo los labios secos, grandes ruidos modernos,
[siento!
de estar oyéndoos demasiado cerca,y mi cabeza arde de quereros cantar con exceso
en la expresión de mis sensaciones,
con un exceso que es contemporáneo de vosotras, oh máquinas!
Y con fiebre, y mirando los motores como Naturaleza tropical –grandes trópicos humanos de hierro y fuego y fuerza–,
canto y canto el presente, y también el pasado y el futuro,
porque el presente es ya todo el pasado como es todo el futuro
y hay Platón y Virgilio en esas máquinas y en las luces eléctricas
sólo porque existieron y que fueron humanos Platón y Virgilio,
y quizás hay pedazos de un Alejandro Magno del siglo cincuenta;
átomos que irán a tener fiebre dentro del cerebro del Esquilo
[que habrá en el siglo cien,
andan por estas correas de transmisión, andan por estos[émbolos y por estos volantes,
Poesía III. Los poemas de Álvaro de Campos 1
«Oda triunfal», vss. 10-23, p. 111
CIUDAD
¡Tengo los labios secos, grandes ruidos modernos,
[siento!
de estar oyéndoos demasiado cerca,y mi cabeza arde de quereros cantar con exceso
en la expresión de mis sensaciones,
con un exceso que es contemporáneo de vosotras, oh
[máquinas!
Y con fiebre, y mirando los motores como Naturaleza tropical
–grandes trópicos humanos de hierro y fuego y fuerza–,
canto y canto el presente, y también el pasado y el futuro,
porque el presente es ya todo el pasado como es todo el futuro
y hay Platón y Virgilio en esas máquinas y en las luces
sólo porque existieron y que fueron humanos Platón y Virgilio,
y quizás hay pedazos de un Alejandro Magno del siglo
[cincuenta;
átomos que irán a tener fiebre dentro del cerebro del Esquilo[que habrá en el siglo cien,
andan por estas correas de transmisión, andan por estos[émbolos y por estos volantes,
Poesía III. Los poemas de Álvaro de Campos 1
«Oda triunfal», vss. 10-23, p. 111
FÁRMACOS
AMOR
Mi destino natural de contemplador indefinido y apasionado de las apariencias y de la manifestación de las cosas ―objetivador de los sueños, amante visual de las formas y los aspectos de la naturaleza
Libro del desasosiego
«Los grandes fragmentos», «El amante visual», p. 526
FÁRMACOS
SUEÑO
Veo, y eso ya es mucho. ¿Es que hay alguien que sea capaz de entender? Tal vez sea por ese escepticismo sobre lo inteligible por lo que encare de igual modo un árbol y una cara, un cartel y una sonrisa. (Todo es natural, todo artificial, todo igual.) Todo lo que veo es para mí lo único visible, sea el alto cielo azul verdiblanco de la mañana por llegar, sea el gesto falso en el que se contrae la cara de quien está sufriendo ante testigos la muerte de quien ama.
Veo, y eso ya es mucho. ¿Es que hay alguien que sea capaz de entender? Tal vez sea por ese escepticismo sobre lo inteligible por lo que encare de igual modo un árbol y una cara, un cartel y una sonrisa. (Todo es natural, todo artificial, todo igual.) Todo lo que veo es para mí lo único visible, sea el alto cielo azul verdiblanco de la mañana por llegar, sea el gesto falso en el que se contrae la cara de quien está sufriendo ante testigos la muerte de quien ama.
Y entonces abro los ojos de soñar, me acerco a la ventana y transfiero el sueño a las calles y los tejados. Y es en la contemplación distraída y profunda de los aglomerados de tejas separadas en tejados, cubriendo el contagio astral de las gentes que pasean por las calles, cuando se me desprende de verdad el alma, y no pienso, no sueño, no veo, no preciso; contemplo entonces realmente la abstracción de la Naturaleza, la diferencia entre el hombre y Dios.
Soy más viejo que el Tiempo y que el Espacio, porque soy consciente. Las cosas se derivan de mí; la Naturaleza entera es la primogénita de mi sensación.
No querer comprender, no analizar… Verse como se ve la naturaleza; mirar sus impresiones como se mira un campo ―en eso consiste la sabiduría.
Más de una vez, al pasear lentamente por las calles vespertinas, me ha golpeado el alma, con una violencia súbita y aturdidora, la extrañísima presencia de las cosas. No son exactamente las cosas naturales las que de ese modo me afectan y las que de manera tan poderosa me producen esa sensación: son más bien las distribuciones de las calles, los letreros, las personas vestidas y charlando, los empleos, los periódicos, la inteligencia de todo eso. O, mejor, es el hecho de que existan distribuciones de calles, letreros, empleos, hombres, sociedad, todo entendiéndose y prosiguiendo y abriendo caminos.
Más de una vez, al pasear lentamente por las calles vespertinas, me ha golpeado el alma, con una violencia súbita y aturdidora, la extrañísima presencia de las cosas. No son exactamente las cosas naturales las que de ese modo me afectan y las que de manera tan poderosa me producen esa sensación: son más bien las distribuciones de las calles, los letreros, las personas vestidas y charlando, los empleos, los periódicos, la inteligencia de todo eso. O, mejor, es el hecho de que existan distribuciones de calles, letreros, empleos, hombres, sociedad, todo entendiéndose y prosiguiendo y abriendo caminos.
¿Hay reglas, sin embargo, dentro de las cuales esa idea o sensación tiene básicamente que ser expresada? Sin duda que las hay, y son las reglas fundamentales del arte. Son tres:
1. Todo arte es creación, y está por tanto subordinado al principio fundamental de toda creación: crear un todo objetivo, para lo cual es necesario crear un todo parecido a los todos que hay en la Naturaleza; esto es, un todo en el que haya la armonía necesaria entre el todo y las partes componentes, no armonía artificial y exterior, sino armonía interna y orgánica. Un poema es un animal, dijo Aristóteles; y así es. Un poema es un ente vivo. Sólo un ocultista, claro, puede comprender el sentido de esta expresión y no es permisible quizá explicarla muy detalladamente, o más de lo nada que ya se ha dicho.
2. Todo arte es expresión de algún fenómeno psíquico. El arte, por tanto, consiste en la adecuación, tan exacta como quepa en la competencia artística del autor, de la expresión a la cosa que quiere expresar. De donde se deduce que todos los estilos son admisibles y que no hay estilo simple o complejo, ni estilo extraño o vulgar. Hay ideas vulgares e ideas elevadas, hay sensaciones simples y sensaciones complejas; y hay criaturas que sólo tienen ideas vulgares y criaturas que muchas veces tienen ideas elevadas. Según la idea, así el estilo y la expresión. No hay para el arte criterio exterior. El fin del arte no es ser comprensible, porque el arte no es propaganda política o inmoral.
3. El arte no tiene para el artista fin social. Tiene, sí, un destino social, pero el artista nunca sabe cuál es porque la Naturaleza lo oculta en el laberinto de sus designios. Lo explico mejor. El artista debe escribir, pintar, esculpir sin mirar otra cosa que lo que escribe, pinta o esculpe. Debe esculpir sin mirar fuera de sí. Por eso el arte no debe ser premeditadamente moral ni inmoral. Ambas [cosas] implican que el artista se rebajó hasta preocuparse de la gente. Tan inferior es en este punto un predicador católico como un tiste Wilde o D’Annunzio, siempre con la preocupación de irritar a la platea. Irritar es un modo de agradar. Todas las criaturas a las que les gustan las mujeres saben esto, y yo también lo sé.
El arte tiene, sin embargo, un resultado social, pero relacionado con la Naturaleza y no con el poeta o pintor. La Naturaleza produce un artista determinado para un fin que ese mismo artista desconoce, por la simple razón de que él no es la Naturaleza. Cuanto más quiera darle un fin a su arte, más se aparta del verdadero fin de dicho arte ―que él no sabe cuál es, pero que la Naturaleza escondió dentro de él, en el misterio de su personalidad espontánea, de su inspiración instintiva. Todo artista que da a su arte un fin extrartístico es un infame. Es, además, un degenerado en el peor de los sentidos que la palabra no tiene. Es, además de esto y por esto, un antisocial. La manera de que el artista colabore útilmente en la vida de la sociedad a la que pertenece es que no colabore. Así le ordenó la Naturaleza que hiciese cuando lo creó artista, y no político o comerciante.
Sobre literatura y arte
«4. [Sensacionismo]», pp. 110-111
LECTURAS / ESTÉTICA
VERDAD
La mayoría, si no la totalidad, de los llamados realistas, naturalistas, simbolistas, futuristas son simples simuladores, no diré que sin talento, pero sí que, sólo algunos, con el talento de la simulación. Lo que escriben, pintan o esculpen puede tener interés, pero es el interés de los acrósticos, de los dibujos a un solo trazo y otras cosas semejantes. Siempre que no se le llame «arte», está bien.
Sobre literatura y arte
«Apuntes para una estética no aristotélica», pp. 259-260
LECTURAS / ESTÉTICA
Como en política y religión sucede en arte. Hay un arte que domina captando, otro que domina subyugando. El primero es el arte según Aristóteles, el segundo es el arte según lo entiendo y defiendo. El primero se basa naturalmente en la idea de belleza, porque se basa en lo que agrada; se basa en la inteligencia, porque se basa en lo que, por ser general, es comprensible y por eso agradable; se basa en la unidad artificial, construida e inorgánica, y por tanto visible, como la de una máquina, y por eso apreciable y agradable. La segunda se basa naturalmente en la idea de fuerza¸ porque se basa en lo que subyuga; se basa en la sensibilidad, porque la sensibilidad es particular y personal, y dominamos con aquello que en nosotros es particular y personal, porque, si no fuese así, dominar sería perder la personalidad o, en otras palabras, ser dominado; y se basa en la unidad espontánea y orgánica, natural, que puede ser o no ser sentida, pero nunca ser vista o visible porque no está allí para ser vista.
Sobre literatura y arte
«Apuntes para una estética no aristotélica», Sobre literatura y arte, pp. 257-258
LECTURAS / ESTÉTICA
El fin del arte es imitar perfectamente la Naturaleza. Este principio elemental es justo si no olvidamos que imitar a la Naturaleza no quiere decir copiarla, pero sí imitar sus procesos. Así, la obra de arte debe tener las características de un ser natural, de un animal; debe ser perfecta como son ―y cada vez lo vemos mejor según la ciencia progresa― los seres naturales; […] Así, notémoslo, la idea de perfección no es, como pensaba Platón, griego decadente, una idea venida del ideal; la idea de perfección nace de la contemplación de las cosas, de la Materia y de la perfección que la Naturaleza pone en los seres que produce […]
Una idea sólo se torna un Dios cuando es devuelta a la concreción. Pasa entonces a ser una fuerza de la Naturaleza. Esto es un Dios. Si esto es una realidad o no, no lo sé. Personalmente, creo en la existencia de los dioses; creo en su número infinito, en la posibilidad de que el hombre ascienda a dios.
El creador de civilización es una fuerza de la Naturaleza; es por tanto un dios o un semidiós.
Sobre literatura y arte
«Prefacio de R. Reis: [A los poemas de Alberto Caeiro]», pp. 95-96
FÁRMACOS
Una idea sólo se torna un Dios cuando es devuelta a la concreción. Pasa entonces a ser una fuerza de la Naturaleza. Esto es un Dios. Si esto es una realidad o no, no lo sé. Personalmente, creo en la existencia de los dioses; creo en su número infinito, en la posibilidad de que el hombre ascienda a dios.
El creador de civilización es una fuerza de la Naturaleza; es por tanto un dios o un semidiós.
Sobre literatura y arte
«Prefacio de R. Reis: [A los poemas de Alberto Caeiro]», pp. 95-96
LECTURAS / ESTÉTICA
REALIDAD
Una idea sólo se torna un Dios cuando es devuelta a la concreción. Pasa entonces a ser una fuerza de la Naturaleza. Esto es un Dios. Si esto es una realidad o no, no lo sé. Personalmente, creo en la existencia de los dioses; creo en su número infinito, en la posibilidad de que el hombre ascienda a dios.
El creador de civilización es una fuerza de la Naturaleza; es por tanto un dios o un semidiós.
Sobre literatura y arte
«Prefacio de R. Reis: [A los poemas de Alberto Caeiro]», pp. 95-96
PANTEÍSMO
No existe nada, ninguna realidad, excepto las sensaciones. […]
El Sensacionismo pretende, consciente de esta auténtica realidad, realizar en arte la descomposición de la realidad en sus elementos psíquicos geométricos.
El fin del arte es sencillamente incrementar la autoconciencia humana.
Sobre literatura y arte
«Sensacionismo», «12. Los “Sensacionistas” portugueses», p. 125
LECTURAS / ESTÉTICA
REALIDAD
Así, el arte tiene por asunto no la realidad (por lo demás, no hay realidad, sino solamente sensaciones artificialmente coordinadas), no la emoción (por lo demás, no hay propiamente emoción, sino solamente sensaciones de la emoción), sino la abstracción. No la abstracción pura, que genera la metafísica, sino la abstracción creadora, la abstracción en movimiento. Mientras que la filosofía es estática, el arte es dinámico; es precisamente ésta la única diferencia entre el arte y la filosofía.
Por concreción abstracta de la emoción entiendo que la emoción, para resaltar, tiene que ser dada como realidad, pero no realidad concreta, sino realidad abstracta. Por eso no considero artes la pintura, la escultura y la arquitectura, que pretende concretar la emoción en lo concreto. Hay sólo tres artes: la metafísica (que es un arte), la literatura y la música.
Me siento múltiple. Soy como una habitación con innumerables espejos fantásticos que distorsionan en reflejos falsos una única realidad anterior que no está en ninguno y está en todos.
Sobre literatura y arte
«Textos generales sobre la heteronimia», 1, p. 58
FÁRMACOS
REALIDAD