Hallo tan natural que no se piense
que me pongo a reír a veces, solo,
no sé bien de qué, pero es de algo
relacionado con que hay gente que piensa...
¿Qué pensará mi muro de mi sombra?
Me lo pregunto a veces, hasta que al fin advierto
que me pregunto cosas...
Y entonces me disgusto; me molesta
como sentir, de pronto, un pie dormido...
¿Qué podrá pensar esto de aquello?
Nada piensa nada.
¿Tendrá idea la tierra de las piedras y las plantas que tiene?
Si es así, que la tenga...
¿qué me importa eso a mí?
Pues si yo pensara en esas cosas,
dejaría de ver árboles y plantas
y dejaría de ver la misma Tierra
para sólo ver mis pensamientos...
Entristecido, me quedaría a oscuras.
Y así, sin pensar, tengo Tierra y Cielo.
Poesía I. Los poemas de Alberto Caeiro 1
«El guardador de rebaños», XXXIV, vss. 1-20 (entero), p. 121
SENSUALISMO / SENSACIÓN
Todo se compenetra. La lectura de los clásicos, que no hablan de ocasos, me ha hecho inteligibles muchos ocasos con todos sus colores. Hay una relación entre la competencia sintáctica, por la cual se distingue del valor del sino, de los mas y del sin embargo, y la capacidad de comprender cuándo el azul del cielo es realmente verde y qué porción de amarillo existe en el verde azul del cielo.
En el fondo se trata de una misma cosa ―la capacidad de distinguir y sutilizar.
Sin sintaxis, no existe emoción duradera. La inmortalidad es una función de los gramáticos.
Cada uno tiene su alcohol. Yo tengo alcohol bastante con existir. Borracho de sentirme, voy errante y seguro. Si es la hora, acudo a la oficina como otro cualquiera. Si no es la hora todavía, voy hasta el río a observar el río, como cualquier otro. Soy igual. Y por detrás de todo eso, cielo mío, me constelo a escondidas y tengo mi infinito.
Volviéndome así, cuando menos, un loco que sueña alto; cuando más, no un solo escritor sino toda una literatura, aun si no consigo divertirme, lo que para mí ya sería bastante, tal vez contribuya a engrandecer el universo, porque quien al morir deja escrito un verso bello, deja más ricos los cielos y la tierra y más emotivamente misteriosa la razón de que haya estrellas y gentes.
Con una falta tal de literatura como hay hoy, ¿qué puede hacer un hombre de genio sino convertirse él solo en una literatura? Con una falta tal de gente con la que poder convivir como hay hoy, ¿qué puede hacer un hombre de sensibilidad sino inventar sus amigos o, por lo menos, sus compañeros de espíritu?
Sobre literatura y arte
«Textos generales sobre la heteronimia», 4, p. 62
FÁRMACOS
SUEÑO