color

¿Es que acaso una flor tiene belleza?
¿La tiene acaso un fruto?
No: tienen color y forma
y apenas existencia.
La belleza es el nombre de algo que no existe
que yo doy a las cosas a cambio del agrado que me dan.
No significa nada.

Alberto Caeiro
Poesía I. Los poemas de Alberto Caeiro 1

«El guardador de rebaños», XXVI, vss. 6-9, p. 101


SENSUALISMO / SENSACIÓN
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Todo se compenetra. La lectura de los clásicos, que no hablan de ocasos, me ha hecho inteligibles muchos ocasos con todos sus colores. Hay una relación entre la competencia sintáctica, por la cual se distingue del valor del sino, de los mas y del sin embargo, y la capacidad de comprender cuándo el azul del cielo es realmente verde y qué porción de amarillo existe en el verde azul del cielo.

En el fondo se trata de una misma cosa ―la capacidad de distinguir y sutilizar.

Sin sintaxis, no existe emoción duradera. La inmortalidad es una función de los gramáticos.

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Nos sentimos contentos porque, hasta cuando pensamos y sentimos, somos capaces de no creer en la existencia del alma. En el baile de máscaras en que vivimos, nos basta el encanto del traje, que en el baile lo es todo. Somos esclavos de las luces y de los colores, entramos en el baile como en la verdad, y no somos conscientes ―salvo si, solitarios, no bailamos― del enorme frío de la ya bien entrada noche exterior, del cuerpo mortal por debajo de los andrajos que le sobreviven, de todo cuanto, a solas, juzgamos que es lo que esencialmente somos, pero al final resulta ser apenas la parodia íntima de la verdad de lo que creemos ser.

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No existen para mí flores como, a la luz del sol, el variadísimo colorido de Lisboa.

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