belleza

¿Es que acaso una flor tiene belleza?
¿La tiene acaso un fruto?
No: tienen color y forma
y apenas existencia.
La belleza es el nombre de algo que no existe
que yo doy a las cosas a cambio del agrado que me dan.
No significa nada.

Alberto Caeiro
Poesía I. Los poemas de Alberto Caeiro 1

«El guardador de rebaños», XXVI, vss. 6-9, p. 101


SENSUALISMO / SENSACIÓN
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Ver todas las cosas hasta el fondo...
¿Y si las cosas no tuvieran fondo?

¡Ah, qué bella es la superficie!
Tal vez la superficie sea la esencia
y lo que es más que la superficie sea lo más que todo,
y lo más que todo nada es.

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Ya que no podemos conseguir belleza de la vida, busquemos al menos conseguir belleza de no poder conseguir belleza de la vida. Hagamos de nuestro fracaso una victoria, algo positivo y el pie, con columnas, majestad y aquiescencia espiritual.

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Ya que no podemos conseguir belleza de la vida, busquemos al menos conseguir belleza de no poder conseguir belleza de la vida. Hagamos de nuestro fracaso una victoria, algo positivo y el pie, con columnas, majestad y aquiescencia espiritual.

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Y si no procuro vivir, actuar, sentir, es ―podéis creerlo― para no perturbar las líneas dibujadas de mi personalidad supuesta. Quiero ser tal como quise ser y no soy. Si viviera, me destruiría. Quiero ser una obra de arte, del alma por lo menos, ya que del cuerpo no puedo serlo. Por eso me esculpí en calma y en extrañamiento y me coloqué en invernadero, lejos de los aires frescos y de las luces claras ―donde mi artificiosidad, flor absurda, pueda florecer en lejana belleza.

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Soy un ascético de la religión de mismo. Una taza de café, un cigarrillo y mis sueños sustituyen cumplidamente al universo y sus estrellas, al trabajo, al amor, incluso a la belleza y a la gloria. No tengo casi necesidad de estímulos. El opio lo tengo yo en el alma.

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Me golpea entonces, siempre que así siento, la vieja frase de no sé qué escolástico: Deus est anima brutorum, Dios es el alma de los brutos. Así entendió el autor de la frase, que es maravillosa, que podía explicarse la certeza con que el instinto guía a los animales inferiores, en los que no se adivina inteligencia, o se adivina apenas un bosquejo de ella. Pero todos somos animales inferiores ―hablar y pensar no pasan de ser nuevos instintos, menos seguros, por nuevos, que los otros. Y la frase del escolástico, tan justa en su belleza, se me ensancha y digo: Dios es el alma de todo.

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Me golpea entonces, siempre que así siento, la vieja frase de no sé qué escolástico: Deus est anima brutorum, Dios es el alma de los brutos. Así entendió el autor de la frase, que es maravillosa, que podía explicarse la certeza con que el instinto guía a los animales inferiores, en los que no se adivina inteligencia, o se adivina apenas un bosquejo de ella. Pero todos somos animales inferiores ―hablar y pensar no pasan de ser nuevos instintos, menos seguros, por nuevos, que los otros. Y la frase del escolástico, tan justa en su belleza, se me ensancha y digo: Dios es el alma de todo.

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Llamo estética aristotélica a la que pretende que el fin del arte es la belleza o, por decir mejor, la producción en los otros de la misma impresión que la que nace de la contemplación o sensación de las cosas bellas. Para el arte clásico ―y sus derivados: el romántico, el decadente y otros tales― la belleza es el fin; divergen sólo los caminos hacia ese fin […] Creo poder formular una estética basada no en la idea de belleza, sino en la de fuerza, tomando, está claro, la palabra fuerza en su sentido abstracto y científico, pues, si fuese en el vulgar, se trataría, en cierto modo, sólo de una forma disfrazada de belleza.

Fernando Pessoa
Sobre literatura y arte

«Apuntes para una estética no aristotélica», p. 253


LECTURAS / ESTÉTICA
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Así el arte de los griegos también es grande según mi criterio, y lo es sobre todo según mi criterio. La belleza, la armonía, la proporción no eran para los griegos conceptos de su inteligencia, sino disposiciones íntimas de su sensibilidad. Por eso eran un pueblo de estetas, buscando, exigiendo la belleza todos¸ en todo, siempre. Por eso emitieron con tal violencia su sensibilidad sobre el mundo futuro que aún vivimos súbditos de la opresión de esa sensibilidad. Nuestra sensibilidad, sin embargo, es ya tan diferente ―de trabajada que ha sido por tantas y tan prolongadas fuerzas sociales― que ya no podemos recibir esa emisión con la sensibilidad, sino sólo con la inteligencia. Ha consumado este desastre estético nuestro la circunstancia de que hemos recibido en general esa emisión de la sensibilidad griega a través de los romanos y los franceses.

Fernando Pessoa
Sobre literatura y arte

«Apuntes para una estética no aristotélica», pp. 258-259


LECTURAS / ESTÉTICA
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Como en política y religión sucede en arte. Hay un arte que domina captando, otro que domina subyugando. El primero es el arte según Aristóteles, el segundo es el arte según lo entiendo y defiendo. El primero se basa naturalmente en la idea de belleza, porque se basa en lo que agrada; se basa en la inteligencia, porque se basa en lo que, por ser general, es comprensible y por eso agradable; se basa en la unidad artificial, construida e inorgánica, y por tanto visible, como la de una máquina, y por eso apreciable y agradable. La segunda se basa naturalmente en la idea de fuerza¸ porque se basa en lo que subyuga; se basa en la sensibilidad, porque la sensibilidad es particular y personal, y dominamos con aquello que en nosotros es particular y personal, porque, si no fuese así, dominar sería perder la personalidad o, en otras palabras, ser dominado; y se basa en la unidad espontánea y orgánica, natural, que puede ser o no ser sentida, pero nunca ser vista o visible porque no está allí para ser vista.

Fernando Pessoa
Sobre literatura y arte

«Apuntes para una estética no aristotélica», Sobre literatura y arte, pp. 257-258


LECTURAS / ESTÉTICA
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Volviéndome así, cuando menos, un loco que sueña alto; cuando más, no un solo escritor sino toda una literatura, aun si no consigo divertirme, lo que para mí ya sería bastante, tal vez contribuya a engrandecer el universo, porque quien al morir deja escrito un verso bello, deja más ricos los cielos y la tierra y más emotivamente misteriosa la razón de que haya estrellas y gentes.

Con una falta tal de literatura como hay hoy, ¿qué puede hacer un hombre de genio sino convertirse él solo en una literatura? Con una falta tal de gente con la que poder convivir como hay hoy, ¿qué puede hacer un hombre de sensibilidad sino inventar sus amigos o, por lo menos, sus compañeros de espíritu?

Fernando Pessoa
Sobre literatura y arte

«Textos generales sobre la heteronimia», 4, p. 62


FÁRMACOS
SUEÑO
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