Tierra

Hallo tan natural que no se piense
que me pongo a reír a veces, solo,
no sé bien de qué, pero es de algo
relacionado con que hay gente que piensa...

¿Qué pensará mi muro de mi sombra?
Me lo pregunto a veces, hasta que al fin advierto
que me pregunto cosas...
Y entonces me disgusto; me molesta
como sentir, de pronto, un pie dormido...

¿Qué podrá pensar esto de aquello?
Nada piensa nada.
¿Tendrá idea la tierra de las piedras y las plantas que tiene?
Si es así, que la tenga...
¿qué me importa eso a mí?
Pues si yo pensara en esas cosas,
dejaría de ver árboles y plantas
y dejaría de ver la misma Tierra
para sólo ver mis pensamientos...
Entristecido, me quedaría a oscuras.
Y así, sin pensar, tengo Tierra y Cielo.

Alberto Caeiro
Poesía I. Los poemas de Alberto Caeiro 1

«El guardador de rebaños», XXXIV, vss. 1-20 (entero), p. 121


SENSUALISMO / SENSACIÓN
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y ahora estoy lúcido, igual que si nunca hubiera pensado
y tuviera raíz, la ligazón directa con la tierra,

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Quiero dejar esta ciudad, la Tierra,
emigrar de una vez del país que soy Yo,
dejar el mundo con todo lo que se vio fallido,
como un viajante que vende grandes barcos a la gente que

[habita tierra adentro.

Álvaro de Campos
Poesía III. Los poemas de Álvaro de Campos 1

«Salutación a Walt Whitman», vss. 292-295, p. 283


CIUDAD
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Canto en mi verso a los trenes, canto a los automóviles, canto a

[los vapores,

pero es que en mi verso, por más que lo ice, sólo hay ritmos e

[ideas,

no hay hierro, acero o ruedas, no hay maderas ni cuerdas,
ni la realidad de cualquier piedra callejera y nula;
la de aquella piedra que, casualmente, nadie mira al pisar,
pero puede mirarse y ser pisada, y tomarse en la mano,
y mis versos en cambio sólo son como ideas, como ideas que

[pueden no ser comprendidas.

Lo que quiero no es cantar al hierro: es el hierro.
Lo que pienso es dar sólo la idea de acero –pero no es

[el acero–.

Lo que más me enfurece en la emoción de la inteligencia
es el no poder cambiar mi ritmo, ese ritmo que imita al agua

[que canta,

por lo que es el real frescor del agua tocando mis manos,
el sonido visible de ese río, ése en el que puedo entrar y

[mojarme,

que puede dejar mi traje chorreando,
donde podría ahogarme, si quisiera,
que tiene la natural divinidad de estar ahí sin literatura.
¡Mierda! ¡Mil veces mierda a todo lo que yo no puedo hacer!
¿Qué todo, Walt –me oyes–?, ¿qué es todo, qué es todo?
¡Y que mil rayos partan la falta que nos hace no ser Dios
para escribir poemas al Universo y a la Realidad por nuestra

[carne,

tener ideas-cosas, pensamiento Infinito!
Para lograr tener estrellas reales en el interior de mi

[ser-pensamiento,

nombres-números ya en los confines de la gran reina

[emoción-la-Tierra.


¡Futilidad, irrealidad, […] estática de todo arte,
condena del artista a no vivir!

¡Oh quién nos diera, Walt,
esa tercera cosa que es la media entre el arte y la vida,

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El mundo es confuso e incierto.
El pensamiento no llega a ninguna parte de la Tierra,
como el brazo no alcanza más de lo que puede contener la mano
como la mirada no atraviesa los muros de sombra,

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Un Homero o un Milton no pueden más que un cometa que choque contra la Tierra.

Bernardo Soares
Libro del desasosiego

«Los grandes fragmentos», «Marcha fúnebre», p. 501


LECTURAS / ESTÉTICA
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Crear dentro de mí un Estado con una política, con partidos y revoluciones, y ser yo todo eso, ser yo Dios en el panteísmo real de ese pueblo-yo, esencia y acción de sus cuerpos, de sus almas, de la tierra que pisan y de los actos que ejecutan. Ser todo, ser ellos y no ellos. ¡Ay de mí! Este es todavía uno de los sueños que no logro realizar.

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La locura llamada afirmar, la enfermedad llamada creer, la infamia llamada ser feliz ―todo eso huele a mundo, sabe a esa triste cosa que es la tierra.

Sé indiferente. Ama el ocaso y el amanecer, porque no tiene ninguna utilidad, ni siquiera para ti, el amarlos. Viste tu ser del oro de la tarde muerta, como un rey depuesto en una mañana de rosas, con Mayo en las nubes blancas y la sonrisa de las vírgenes entre las quintas retiradas.

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Crear dentro de mí un Estado con una política, con partidos y revoluciones, y ser yo todo eso, ser yo Dios en el panteísmo real de ese pueblo-yo, esencia y acción de sus cuerpos, de sus almas, de la tierra que pisan y de los actos que ejecutan. Ser todo, ser ellos y no ellos. ¡Ay de mí! Este es todavía uno de los sueños que no logro realizar.

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Volviéndome así, cuando menos, un loco que sueña alto; cuando más, no un solo escritor sino toda una literatura, aun si no consigo divertirme, lo que para mí ya sería bastante, tal vez contribuya a engrandecer el universo, porque quien al morir deja escrito un verso bello, deja más ricos los cielos y la tierra y más emotivamente misteriosa la razón de que haya estrellas y gentes.

Con una falta tal de literatura como hay hoy, ¿qué puede hacer un hombre de genio sino convertirse él solo en una literatura? Con una falta tal de gente con la que poder convivir como hay hoy, ¿qué puede hacer un hombre de sensibilidad sino inventar sus amigos o, por lo menos, sus compañeros de espíritu?

Fernando Pessoa
Sobre literatura y arte

«Textos generales sobre la heteronimia», 4, p. 62


FÁRMACOS
SUEÑO
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En el valle una hoguera está luciendo.
Una danza va el mundo sacudiendo.
Sombras disformes, sombras descompuestas
en negros claros por el valle van.
Súbitamente suben por las cuestas,
yendo a perderse en la oscuridad.

¿De quién la danza que la noche aterra?
Son los Titanes, hijos de la Tierra.
Danzan la muerte de ese marinero
que ceñir quiso el materno bulto
–de entre todos los hombres el primero–,
en la lejana playa al fin sepulto.

Fernando Pessoa
Poesí­a VIII. Mensaje

«Fernando de Magallanes», vss. 1-12, p. 119


NOCHE
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