y llegar por fin, como vosotros, a extraordinarios puertos!
¡Huir con vosotros de la civilización!
¡Perder con vosotros la noción de moral!
¡Sentir que cambia mi humanidad en la lejanía!
¡Beber con vosotros en los mares del sur
nuevas mezclas salvajes, nuevos trastornos del alma,
nuevos fuegos centrales en mi volcánico espíritu!
¡Ir con vosotros y desnudarme –¡ah! ¡fuera!–
mi vestido tan civilizado, mi blandura de acciones,
mi miedo innato a las cárceles
y mi serena vida,
asentada y estática, reiterada y reglada!
Poesía III. Los poemas de Álvaro de Campos 1
«Oda marítima», vss. 337-348, p. 185
FÁRMACOS
La acción nos desorienta, en parte por incompetencia física, y más aún por inapetencia moral. Nos parece inmoral actuar
Libro del desasosiego
«Los grandes fragmentos», «Declaración de diferencia», p. 480
FÁRMACOS
―Vive tu vida. No seas vivido por ella. En la verdad y en el error, en el gozo y en el malestar, sé tu propio ser. Sólo podrás hacer eso soñando, porque tu vida real, tu vida humana es aquella que no es tuya, sino de los otros. Así, sustituirás la vida por el sueño y te preocuparás tan sólo de soñar con perfección. En todos tus actos de la vida real, desde el del nacimiento hasta el de la muerte, tú no actúas. Eres actuado; no vives; sólo eres vivido. Vuélvete, para los demás, una esfinge absurda. Enciérrate, pero sin golpear la puerta, en tu torre de marfil. Y tu torre de marfil eres tú mismo.
Libro del desasosiego
«Los grandes fragmentos», «Fórmula de bien soñar», p. 495
FÁRMACOS
MUERTE
Pensando que cada paso en mi vida era un contacto con el horror de lo Nuevo, y que cada nueva persona que conocía era un nuevo fragmento vivo de lo desconocido que yo ponía encima de mi mesa para cotidiana meditación aterrorizada ―decidí abstenerme de todo, no avanzar hacia nada, reducir la acción al mínimo, huir lo más posible de la posibilidad de ser encontrado por los hombres o por los acontecimientos, quintaesenciar sobre la abstinencia y abdicar a la bizantina. Hasta tal punto el vivir me aterra y me tortura. Decidirme, finalizar cualquier cosa, salir de lo dudoso y de lo oscuro, son cosas [que] se me antojan catástrofes, cataclismos universales.
Libro del desasosiego
«Los grandes fragmentos», «Sentimiento apocalíptico», p. 537
FÁRMACOS
Si el hombre sintiera de verdad, no habría civilización. El arte sirve de fuga hacia la sensibilidad que la acción tuvo que olvidar. El arte es la Cenicienta que se quedó en casa porque así tenía que ser.
La acción es una enfermedad del pensamiento, un cáncer de la imaginación. Actuar es exiliarse. Toda acción es incompleta e imperfecta. El poema que sueño no tiene fallos salvo cuando intento realizarlo.
El arte es un excusarse de actuar o de vivir. El arte es la expresión intelectual de la emoción, a diferencia de la vida, que es la expresión volitiva de la emoción.
Crear dentro de mí un Estado con una política, con partidos y revoluciones, y ser yo todo eso, ser yo Dios en el panteísmo real de ese pueblo-yo, esencia y acción de sus cuerpos, de sus almas, de la tierra que pisan y de los actos que ejecutan. Ser todo, ser ellos y no ellos. ¡Ay de mí! Este es todavía uno de los sueños que no logro realizar.
La acción es una enfermedad del pensamiento, un cáncer de la imaginación. Actuar es exiliarse. Toda acción es incompleta e imperfecta. El poema que sueño no tiene fallos salvo cuando intento realizarlo.
El lema que hoy más quiero como definición de mi espíritu es el de creador de indiferencias. Querría que mi acción en la vida fuera, más que cualquiera otra, la de enseñar a los otros a sentir cada vez más por sí mismos, y cada vez menos según la ley dinámica de la colectividad. Enseñar aquella desinfección espiritual gracias a la cual no puede existir contagio de vulgaridad me parece el más constelado destino del pedagogo íntimo que yo querría ser. Que cuantos me leyeran aprendiesen ―aunque poco a poco, como exige el asunto― a no tener sensación alguna ante las miradas ajenas y las opiniones de los demás; ese destino enguirnaldaría suficientemente el estancamiento escolástico de mi vida.
Cultivo el odio a la acción como una flor de invernadero. Presumo ante mí mismo de mi disidencia de la vida.
Y si no procuro vivir, actuar, sentir, es ―podéis creerlo― para no perturbar las líneas dibujadas de mi personalidad supuesta. Quiero ser tal como quise ser y no soy. Si viviera, me destruiría. Quiero ser una obra de arte, del alma por lo menos, ya que del cuerpo no puedo serlo. Por eso me esculpí en calma y en extrañamiento y me coloqué en invernadero, lejos de los aires frescos y de las luces claras ―donde mi artificiosidad, flor absurda, pueda florecer en lejana belleza.
El ansia de comprender, que en tantas almas nobles sustituye a la de actuar, pertenece a la esfera de la sensibilidad. Sustituir por la Inteligencia la energía, romper el lazo entre la voluntad y la emoción, despojando del interés todos los gestos de la vida material, eso es lo que, logrado, vale más que la vida, tan difícil de poseer por entero y tan triste de poseer parcialmente.
Decían los argonautas que navegar es preciso, mas vivir no es preciso. Argonautas nosotros de la sensibilidad enfermiza, digamos que sentir es preciso, mas que no es preciso vivir.
El ansia de comprender, que en tantas almas nobles sustituye a la de actuar, pertenece a la esfera de la sensibilidad. Sustituir por la Inteligencia la energía, romper el lazo entre la voluntad y la emoción, despojando del interés todos los gestos de la vida material, eso es lo que, logrado, vale más que la vida, tan difícil de poseer por entero y tan triste de poseer parcialmente.
Decían los argonautas que navegar es preciso, mas vivir no es preciso. Argonautas nosotros de la sensibilidad enfermiza, digamos que sentir es preciso, mas que no es preciso vivir.
Crear dentro de mí un Estado con una política, con partidos y revoluciones, y ser yo todo eso, ser yo Dios en el panteísmo real de ese pueblo-yo, esencia y acción de sus cuerpos, de sus almas, de la tierra que pisan y de los actos que ejecutan. Ser todo, ser ellos y no ellos. ¡Ay de mí! Este es todavía uno de los sueños que no logro realizar.
La inacción consuela de todo. No actuar nos lo da todo. Imaginar lo es todo, siempre que no tienda hacia la acción. Nadie puede ser rey del mundo sino en sueños. Y cada uno de nosotros, si de verdad se conoce a sí mismo, quiere ser rey del mundo.
No ser, pensando, es el trono. No querer, deseando, la corona. Tenemos aquello de lo que abdicamos porque lo conservamos soñando, intacto, eternamente a la luz del sol que no hay o de la luna que no puede haber.
Al actuar junto a otros pierdo, al menos, una cosa ―el actuar solo.
Cuando me entrego, aunque parezca que me expando, me limito. Convivir es morir. Para mí, sólo mi autoconciencia es real; los otros son fenómenos inciertos en esa conciencia, a los que resultaría mórbido prestar una realidad muy verdadera.
La superioridad del soñador consiste en que soñar es mucho más práctico que vivir, y en que el soñador extrae de la vida un placer mucho mayor y mucho más variado que el hombre de acción. En mejores y más directos términos, el soñador es el verdadero hombre de acción.
Siendo la vida esencialmente un estado mental y siendo todo cuanto hacemos o consideramos válido para nosotros en la misma proporción en que lo consideramos válido, de nosotros depende la valoración. El soñador es un emisor de billetes de banco, y los billetes que emite corren por la ciudad de su espíritu del mismo modo que los de la realidad.
Llevar a cabo una acción sobre la humanidad, contribuir con todo el poder de mi esfuerzo a la civilización, se están convirtiendo en los graves y pesados fines de mi vida. Y así, hacer arte me parece cada vez una cosa más importante, una misión más terrible, un deber que cumplir adecuadamente, monásticamente, sin desviar los ojos del fin creador-de-civilización de toda obra artística.
Sobre literatura y arte
«(Carta) A Armando Côrtes-Rodrigues», p. 25
LECTURAS / ESTÉTICA
En mi infancia y primera adolescencia hubo para mí, que vivía y era educado en tierras inglesas, un libro supremo y absorbente: los Pickwick Papers de Dickens; todavía hoy, y por eso, lo leo y releo como si no hiciese otra cosa que recordar.
En mi segunda adolescencia dominaron mi espíritu Shakespeare y Milton, así como accesoriamente aquellos poetas románticos ingleses que son sus sombras irregulares; entre éstos fue quizá Shelley aquél con cuya inspiración conviví más.
En lo que puedo llamar mi tercera adolescencia, pasada aquí; en Lisboa, viví en la atmósfera de los filósofos griegos y alemanes, así como en la de los decadentes franceses, cuya acción me fue súbitamente barrida del espíritu por la gimnasia sueca y por la lectura de la Dégénérescence de Nordau.
Sobre literatura y arte
«(Carta) A José Osório de Oliveira», p. 22
LECTURAS / ESTÉTICA
Naturalmente, Fernando Pessoa piensa que como la metafísica no llega, ni puede aparentemente llegar, a ninguna conclusión verificable, no es una ciencia. Olvida que lo que define una actividad es su fin; y el fin de la metafísica es idéntico al de la ciencia ―conocer hechos― y no al del arte ―transformar hechos.
El verdadero peligro del romanticismo está en que los principios por los cuales se rige o dice regirse son de naturaleza tal que cualquiera puede invocarlos para conferirse a sí mismo categoría de artista. Tomar el ansia de una felicidad inalcanzable, la angustia de los sueños irrealizados, la inapetencia ante la acción y la vida como criterio distintivo del genio o del talento facilita al punto a todo individuo que sienta dicha ansia, sufra de dicha angustia, y sea presa de dicha inapetencia, el convencimiento de que es una individualidad interesante y de que el Destino, al destinarle a tales ansias, tales sufrimientos y tales imposibilidades, lo destinó implícitamente a la grandeza intelectual.
Sobre literatura y arte
«Crítica e historia literaria», «5. [El peligro del romanticismo]», Sobre literatura y arte, p. 320
LECTURAS / ESTÉTICA
SUEÑO