y procuro olvidarme del modo de recordar que me enseñaron,
raspar la tinta con que me pintaron los sentidos,
Poesía I. Los poemas de Alberto Caeiro 1
«El guardador de rebaños», XLVI, vss. 18-19, p. 145
SENSUALISMO / SENSACIÓN
y procuro olvidarme del modo de recordar que me enseñaron,
raspar la tinta con que me pintaron los sentidos,
Poesía I. Los poemas de Alberto Caeiro 1
«El guardador de rebaños», XLVI, vss. 18-19, p. 145
FÁRMACOS
noche donde me olvido de mí,
recordando!...
Poesía IV. Los poemas de Álvaro de Campos 2
«El paso de las horas», vss. 575-576, p. 103
NOCHE
Recordemos siempre que soñar es buscarnos.
Libro del desasosiego
«Los grandes fragmentos», «Fórmula de bien soñar», p. 498
FÁRMACOS
SUEÑO
¡El tiempo! ¡El pasado! Ahí en algún sitio, una voz, una canción, un perfume ocasional, levantó en mi alma el telón de boca de mis recuerdos… ¡Lo que fui y nunca más seré! ¡Lo que tuve y nunca más tendré! ¡Los muertos! Los muertos que me amaron en mi infancia. Cuando los evoco, toda el alma se me enfría y yo me siento desterrado de corazones, solo en la noche de mí mismo, llorando como un mendigo el silencio cerrado de todas las puertas.
Lo que se perdió, lo que se debería haber querido, lo que se obtuvo y se disfrutó por equivocación, lo que amamos y perdimos y, tras perderlo, vimos, amándolo por haberlo perdido, que no lo habíamos amado; lo que creíamos que pensábamos cuando sentíamos; lo que era un recuerdo y creíamos que era una emoción; y el mar sin fin, acercándose, rumoroso y fresco, desde el fondo insondable de la noche inmensa, extendiéndose con suave agitación sobre la playa, en el curso nocturno de mi paseo por la orilla del mar…
En mi infancia y primera adolescencia hubo para mí, que vivía y era educado en tierras inglesas, un libro supremo y absorbente: los Pickwick Papers de Dickens; todavía hoy, y por eso, lo leo y releo como si no hiciese otra cosa que recordar.
En mi segunda adolescencia dominaron mi espíritu Shakespeare y Milton, así como accesoriamente aquellos poetas románticos ingleses que son sus sombras irregulares; entre éstos fue quizá Shelley aquél con cuya inspiración conviví más.
En lo que puedo llamar mi tercera adolescencia, pasada aquí; en Lisboa, viví en la atmósfera de los filósofos griegos y alemanes, así como en la de los decadentes franceses, cuya acción me fue súbitamente barrida del espíritu por la gimnasia sueca y por la lectura de la Dégénérescence de Nordau.
Sobre literatura y arte
«(Carta) A José Osório de Oliveira», p. 22
LECTURAS / ESTÉTICA