En mi infancia y primera adolescencia hubo para mí, que vivía y era educado en tierras inglesas, un libro supremo y absorbente: los Pickwick Papers de Dickens; todavía hoy, y por eso, lo leo y releo como si no hiciese otra cosa que recordar.
En mi segunda adolescencia dominaron mi espíritu Shakespeare y Milton, así como accesoriamente aquellos poetas románticos ingleses que son sus sombras irregulares; entre éstos fue quizá Shelley aquél con cuya inspiración conviví más.
En lo que puedo llamar mi tercera adolescencia, pasada aquí; en Lisboa, viví en la atmósfera de los filósofos griegos y alemanes, así como en la de los decadentes franceses, cuya acción me fue súbitamente barrida del espíritu por la gimnasia sueca y por la lectura de la Dégénérescence de Nordau.
Sobre literatura y arte
«(Carta) A José Osório de Oliveira», p. 22
LECTURAS / ESTÉTICA
Los Sensacionistas son, antes que nada, decadentes. Son los descendientes directos de los movimientos decadentes y simbolistas. Reivindican y pregonan la «absoluta indiferencia por la humanidad, la religión, la patria».
Sobre literatura y arte
«12. Los “Sensacionistas” portugueses», p. 125
LECTURAS / ESTÉTICA
Llamo estética aristotélica a la que pretende que el fin del arte es la belleza o, por decir mejor, la producción en los otros de la misma impresión que la que nace de la contemplación o sensación de las cosas bellas. Para el arte clásico ―y sus derivados: el romántico, el decadente y otros tales― la belleza es el fin; divergen sólo los caminos hacia ese fin […] Creo poder formular una estética basada no en la idea de belleza, sino en la de fuerza, tomando, está claro, la palabra fuerza en su sentido abstracto y científico, pues, si fuese en el vulgar, se trataría, en cierto modo, sólo de una forma disfrazada de belleza.
Sobre literatura y arte
«Apuntes para una estética no aristotélica», p. 253
LECTURAS / ESTÉTICA
Todo arte es el resultado de la colaboración entre el sentimiento y el pensamiento; […]
Ahora bien, el pensamiento puede colaborar con el sentimiento de tres formas. Puede ser la base de ese sentimiento; puede interpretar ese sentimiento; y puede combinarse directamente con ese sentimiento, de forma que lo intensifique por la complejidad. La primera forma de sentir es la del arte clásico, la segunda la del romanticismo, la tercera la que es peculiar de esos artistas que se ha dado en llamar decadentes.
Sobre literatura y arte
«Crítica e historia literaria», «6. Clásicos, románticos y decadentes», pp. 321-322
LECTURAS / ESTÉTICA
El fin del arte es imitar perfectamente la Naturaleza. Este principio elemental es justo si no olvidamos que imitar a la Naturaleza no quiere decir copiarla, pero sí imitar sus procesos. Así, la obra de arte debe tener las características de un ser natural, de un animal; debe ser perfecta como son ―y cada vez lo vemos mejor según la ciencia progresa― los seres naturales; […] Así, notémoslo, la idea de perfección no es, como pensaba Platón, griego decadente, una idea venida del ideal; la idea de perfección nace de la contemplación de las cosas, de la Materia y de la perfección que la Naturaleza pone en los seres que produce […]
El ideal del artista influenciador es alto en la medida en que tiene conciencia de su oficio, en la medida en que tiene conciencia de su papel de influenciador de generaciones futuras y de la misión de quien debe dejar perennemente aumentado el patrimonio espiritual de la humanidad.
Los poetas antiguos tenían esta conciencia; su decadencia entre los modernos, sustituida por el ansia de popularidad inmediata, atributo finalista de las artes inferiores, es uno de los síntomas más fuertes de nuestra degradación moral (espiritual).
Sobre literatura y arte
«II. Arte y estética», 13, Sobre literatura y arte, pp. 284-285
LECTURAS / ESTÉTICA
Así nosotros, que somos los únicos en discordar de la decadencia, estamos obligados a tomar una actitud que por su naturaleza es también decadente. Una actitud de indiferencia a causa de la incapacidad para adaptarnos a un medio como éste. No nos adaptamos porque los sanos no se adaptan a un medio enfermo. No adaptándonos somos enfermos. En esta paradoja vivimos nosotros los paganos. Ni tenemos otra esperanza, ni otro remedio.
Sobre literatura y arte
«Paganismo», «16. Regreso de los dioses», Sobre literatura y arte, p. 167
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