fin

«Constitución íntima de las cosas»...
«Sentido íntimo del universo»...
Todo eso es falso, no quiere decir nada.
Es increíble que se pueda pensar en cosas de éstas.
Como pensar en fines y razones

Alberto Caeiro
Poesía I. Los poemas de Alberto Caeiro 1

«El guardador de rebaños», V, vss. 30-34, p. 47


SENSUALISMO / SENSACIÓN
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Y a veces, en mitad de la calle ―por fin sin que reparen en mí― me detengo, vacilo, busco algo así como una nueva dimensión, una puerta que dé al interior del espacio, al otro lado del espacio, donde sin pérdida de tiempo pueda huir de mi conciencia de los otros, de mi intuición demasiado objetivada de la realidad de las vivas almas ajenas.

Porque no os penséis que yo escribo para publicar, o para escribir, ni siquiera para hacer arte. Escribo porque ese es el fin, la perfección suprema, la perfección temperamentalmente ilógica, o de mi cultivo de estados de alma. Si cojo una sensación mía y la desmadejo hasta poder con ella tejerle la realidad interior a la que llamo La Floresta de la Enajenación o el Viaje Jamás Realizado, creedme que lo hago no para que la prosa suene lúcida y trémula, ni siquiera para gozar yo con mi prosa ―aunque eso también quiero, también ese primor final añado, como un hermoso caer de telón sobre mis decorados soñados― sino para que dé completa exterioridad a lo que es interior, para que de ese modo realice lo irrealizable, conjugue lo contradictorio y, haciendo del exterior sueño, le proporcione su máximo poder de puro sueño

Bernardo Soares
Libro del desasosiego

«Los grandes fragmentos», «Diario al azar», p. 482


FÁRMACOS
REALIDAD
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Y a veces, en mitad de la calle ―por fin sin que reparen en mí― me detengo, vacilo, busco algo así como una nueva dimensión, una puerta que dé al interior del espacio, al otro lado del espacio, donde sin pérdida de tiempo pueda huir de mi conciencia de los otros, de mi intuición demasiado objetivada de la realidad de las vivas almas ajenas.

Porque no os penséis que yo escribo para publicar, o para escribir, ni siquiera para hacer arte. Escribo porque ese es el fin, la perfección suprema, la perfección temperamentalmente ilógica, o de mi cultivo de estados de alma. Si cojo una sensación mía y la desmadejo hasta poder con ella tejerle la realidad interior a la que llamo La Floresta de la Enajenación o el Viaje Jamás Realizado, creedme que lo hago no para que la prosa suene lúcida y trémula, ni siquiera para gozar yo con mi prosa ―aunque eso también quiero, también ese primor final añado, como un hermoso caer de telón sobre mis decorados soñados― sino para que dé completa exterioridad a lo que es interior, para que de ese modo realice lo irrealizable, conjugue lo contradictorio y, haciendo del exterior sueño, le proporcione su máximo poder de puro sueño

Bernardo Soares
Libro del desasosiego

«Los grandes fragmentos», «Educación sentimental», pp. 489-490


LECTURAS / ESTÉTICA
SUEÑO
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Y a veces, en mitad de la calle ―por fin sin que reparen en mí― me detengo, vacilo, busco algo así como una nueva dimensión, una puerta que dé al interior del espacio, al otro lado del espacio, donde sin pérdida de tiempo pueda huir de mi conciencia de los otros, de mi intuición demasiado objetivada de la realidad de las vivas almas ajenas.

Porque no os penséis que yo escribo para publicar, o para escribir, ni siquiera para hacer arte. Escribo porque ese es el fin, la perfección suprema, la perfección temperamentalmente ilógica, o de mi cultivo de estados de alma. Si cojo una sensación mía y la desmadejo hasta poder con ella tejerle la realidad interior a la que llamo La Floresta de la Enajenación o el Viaje Jamás Realizado, creedme que lo hago no para que la prosa suene lúcida y trémula, ni siquiera para gozar yo con mi prosa ―aunque eso también quiero, también ese primor final añado, como un hermoso caer de telón sobre mis decorados soñados― sino para que dé completa exterioridad a lo que es interior, para que de ese modo realice lo irrealizable, conjugue lo contradictorio y, haciendo del exterior sueño, le proporcione su máximo poder de puro sueño

Bernardo Soares
Libro del desasosiego

«Los grandes fragmentos», «Educación sentimental», pp. 489-490


FÁRMACOS
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No leer nunca un libro hasta el final. Ni leerlo de corrido y sin saltos.

Bernardo Soares
Libro del desasosiego

«Los grandes fragmentos», «Fórmula de bien soñar», p. 496


FÁRMACOS
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No leer nunca un libro hasta el final. Ni leerlo de corrido y sin saltos.

Bernardo Soares
Libro del desasosiego

«Los grandes fragmentos», «Fórmula de bien soñar», p. 496


LECTURAS / ESTÉTICA
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Pensando que cada paso en mi vida era un contacto con el horror de lo Nuevo, y que cada nueva persona que conocía era un nuevo fragmento vivo de lo desconocido que yo ponía encima de mi mesa para cotidiana meditación aterrorizada ―decidí abstenerme de todo, no avanzar hacia nada, reducir la acción al mínimo, huir lo más posible de la posibilidad de ser encontrado por los hombres o por los acontecimientos, quintaesenciar sobre la abstinencia y abdicar a la bizantina. Hasta tal punto el vivir me aterra y me tortura. Decidirme, finalizar cualquier cosa, salir de lo dudoso y de lo oscuro, son cosas [que] se me antojan catástrofes, cataclismos universales.

Bernardo Soares
Libro del desasosiego

«Los grandes fragmentos», «Sentimiento apocalíptico», p. 537


FÁRMACOS
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Llevar a cabo una acción sobre la humanidad, contribuir con todo el poder de mi esfuerzo a la civilización, se están convirtiendo en los graves y pesados fines de mi vida. Y así, hacer arte me parece cada vez una cosa más importante, una misión más terrible, un deber que cumplir adecuadamente, monásticamente, sin desviar los ojos del fin creador-de-civilización de toda obra artística.

Fernando Pessoa
Sobre literatura y arte

«(Carta) A Armando Côrtes-Rodrigues», p. 25


LECTURAS / ESTÉTICA
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Naturalmente, Fernando Pessoa piensa que como la metafísica no llega, ni puede aparentemente llegar, a ninguna conclusión verificable, no es una ciencia. Olvida que lo que define una actividad es su fin; y el fin de la metafísica es idéntico al de la cienciaconocer hechos― y no al del arte ―transformar hechos.

Fernando Pessoa
Sobre literatura y arte

«2. ¿Qué es la metafísica?», p. 248


LECTURAS / ESTÉTICA
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¿Hay reglas, sin embargo, dentro de las cuales esa idea o sensación tiene básicamente que ser expresada? Sin duda que las hay, y son las reglas fundamentales del arte. Son tres:

1. Todo arte es creación, y está por tanto subordinado al principio fundamental de toda creación: crear un todo objetivo, para lo cual es necesario crear un todo parecido a los todos que hay en la Naturaleza; esto es, un todo en el que haya la armonía necesaria entre el todo y las partes componentes, no armonía artificial y exterior, sino armonía interna y orgánica. Un poema es un animal, dijo Aristóteles; y así es. Un poema es un ente vivo. Sólo un ocultista, claro, puede comprender el sentido de esta expresión y no es permisible quizá explicarla muy detalladamente, o más de lo nada que ya se ha dicho.

2. Todo arte es expresión de algún fenómeno psíquico. El arte, por tanto, consiste en la adecuación, tan exacta como quepa en la competencia artística del autor, de la expresión a la cosa que quiere expresar. De donde se deduce que todos los estilos son admisibles y que no hay estilo simple o complejo, ni estilo extraño o vulgar. Hay ideas vulgares e ideas elevadas, hay sensaciones simples y sensaciones complejas; y hay criaturas que sólo tienen ideas vulgares y criaturas que muchas veces tienen ideas elevadas. Según la idea, así el estilo y la expresión. No hay para el arte criterio exterior. El fin del arte no es ser comprensible, porque el arte no es propaganda política o inmoral.

3. El arte no tiene para el artista fin social. Tiene, sí, un destino social, pero el artista nunca sabe cuál es porque la Naturaleza lo oculta en el laberinto de sus designios. Lo explico mejor. El artista debe escribir, pintar, esculpir sin mirar otra cosa que lo que escribe, pinta o esculpe. Debe esculpir sin mirar fuera de sí. Por eso el arte no debe ser premeditadamente moral ni inmoral. Ambas [cosas] implican que el artista se rebajó hasta preocuparse de la gente. Tan inferior es en este punto un predicador católico como un tiste Wilde o D’Annunzio, siempre con la preocupación de irritar a la platea. Irritar es un modo de agradar. Todas las criaturas a las que les gustan las mujeres saben esto, y yo también lo sé.

El
arte tiene, sin embargo, un resultado social, pero relacionado con la Naturaleza y no con el poeta o pintor. La Naturaleza produce un artista determinado para un fin que ese mismo artista desconoce, por la simple razón de que él no es la Naturaleza. Cuanto más quiera darle un fin a su arte, más se aparta del verdadero fin de dicho arte ―que él no sabe cuál es, pero que la Naturaleza escondió dentro de él, en el misterio de su personalidad espontánea, de su inspiración instintiva. Todo artista que da a su arte un fin extrartístico es un infame. Es, además, un degenerado en el peor de los sentidos que la palabra no tiene. Es, además de esto y por esto, un antisocial. La manera de que el artista colabore útilmente en la vida de la sociedad a la que pertenece es que no colabore. Así le ordenó la Naturaleza que hiciese cuando lo creó artista, y no político o comerciante.

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Llamo estética aristotélica a la que pretende que el fin del arte es la belleza o, por decir mejor, la producción en los otros de la misma impresión que la que nace de la contemplación o sensación de las cosas bellas. Para el arte clásico ―y sus derivados: el romántico, el decadente y otros tales― la belleza es el fin; divergen sólo los caminos hacia ese fin […] Creo poder formular una estética basada no en la idea de belleza, sino en la de fuerza, tomando, está claro, la palabra fuerza en su sentido abstracto y científico, pues, si fuese en el vulgar, se trataría, en cierto modo, sólo de una forma disfrazada de belleza.

Fernando Pessoa
Sobre literatura y arte

«Apuntes para una estética no aristotélica», p. 253


LECTURAS / ESTÉTICA
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Para los sentimientos vagos que no comportan definición existe un arte, la música, cuyo fin es sugerir sin determinar. Para los sentimientos perfectamente definidos, de modo que la emoción es difícil en ellos, existe la prosa. Para los sentimientos que son fluidos y armoniosos existe la poesía. En una época sana y robusta, un Verlaine o un Mallarmé habrían escrito la música que habían nacido para escribir. No habrían tenido nunca esa tendencia a decir en palabras lo que la palabra no comporta. Pregunto al mayor entusiasta de los simbolistas franceses si lo conmovió Mallarmé tanto como una melodía vulgar, si la inexpresión de Verlaine alcanzó alguna vez la legítima inexpresión de un sencillo vals. No la alcanzó, y si me responden que prefieren para ese fin a Verlaine o a Mallarmé a la música, lo que me están diciendo es que prefieren la literatura como música a la música, me están diciendo algo que, fuera de compadecerlos, no tiene sentido.

Fernando Pessoa
Sobre literatura y arte

«II. Arte y estética», «9. Regreso de los dioses: estética», p. 280


LECTURAS / ESTÉTICA
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Hay artes cuyo fin es entretener: son la danza, el canto y el arte de representar.

Hay artes cuyo fin es agradar: son la escultura, la pintura y la arquitectura.

Hay artes cuyo fin es influir: son la música, la literatura y la filosofía.

Fernando Pessoa
Sobre literatura y arte

«II. Arte y estética», 14, p. 286


LECTURAS / ESTÉTICA
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No existe nada, ninguna realidad, excepto las sensaciones. […]

El Sensacionismo pretende, consciente de esta auténtica realidad, realizar en arte la descomposición de la realidad en sus elementos psíquicos geométricos.

El fin del arte es sencillamente incrementar la autoconciencia humana.

Fernando Pessoa
Sobre literatura y arte

«Sensacionismo», «12. Los “Sensacionistas” portugueses», p. 125


LECTURAS / ESTÉTICA
REALIDAD
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