Solamente es divina la Naturaleza, pero ella no es divina...
Si a veces hablo de ella como si fuera un ser
es porque al hablar de ella he de valerme del lenguaje de los
y que a las cosas les impone nombre.
Poesía I. Los poemas de Alberto Caeiro 1
«El guardador de rebaños», XXVII, vss. 1-5, p. 103
PANTEÍSMO
Poesía I. Los poemas de Alberto Caeiro 1
«El pastor enamorado», VII, vss. 16-17, p. 171
SENSUALISMO / SENSACIÓN
Poesía I. Los poemas de Alberto Caeiro 1
«El pastor enamorado», VII, vss. 16-17, p. 171
FÁRMACOS
manteniéndome en cambio siempre unido a mí mismo,
[siempre personal e intransferible?
¿Para qué me muevo con los otrosPoesía II. Los poemas de Alberto Caeiro 2
«Poemas inconjuntos», vs. 22-23, p. 75
FÁRMACOS
Amo todo, animo todo, presto humanidad a todo,
a hombres y piedras, a almas y máquinas,
para así aumentar mi personalidad.
Yo pertenezco a todo para pertenecerme crecientemente a mí
[mismo
yo, el explorador de todas las selvas internas del raciocinio,
el...
el creador de Weltanschauungen,
pródigo sembrador, en virtud de mi propia indiferencia,
de distintas corrientes de lo moderno, todas diferentes,
todas en el momento en que son concebidas cual verdades
todas personas diferentes, todas yo-mismo apenas,
Poesía IV. Los poemas de Álvaro de Campos 2
«La partida», vss. 90-96, p. 111
FÁRMACOS
VERDAD
Cuanto más sienta, sí, cuanto más sienta como varias
[personas,
y cuantas más personalidades tenga yo,cuanto más intensamente yo las tenga, más estridentemente,
cuanto más simultáneamente sienta con todas ellas,
más unificado en lo diverso, dispersamente atento,
de que no tengo personalidad en sentido estricto,
[sino sentirme ahí,
encima de la silla, como un libro que la sueca se hubiera ahí[dejado!
Sensación metafísica de las otras personas, y de sus realidades
[como de su decoro...
¡Oh enfermedad humanitaria de mis nervios, siempre[vibrando llenos de otras personas,
voluptuosidad de gozar y sufrir las posibles hipótesis de la vida[de otros...
¡Y yo ser sólo yo, sólo yo eternamente, no tener otras vidas[sino sólo la mía!
voy andando parado,
voy viviendo muriendo,
voy siendo yo a través de una gran cantidad de personas sin
[ser,
y así voy siendo todo menos yo.Acabé.
Poesía V. Los poemas de Álvaro de Campos 3
«Cul de Lampe», vss. 5-9, p. 197
FÁRMACOS
MUERTE
Poesía VI. Los poemas de Álvaro de Campos 4
«Esbozos y fragmentos», «Salutación a Walt Whitman», vss. 4-8, p. 283
FÁRMACOS
Pulverización de la personalidad: no sé cuáles son mis ideas, ni mis sentimientos, ni mi carácter… Si siento una cosa, vagamente la siento en la persona visualizada de una criatura cualquiera que aparece en mí. Me sustituí por mis propios sueños.
Libro del desasosiego
«Los grandes fragmentos», «Fórmula de bien soñar en los metafísicos», p. 496
FÁRMACOS
SUEÑO
El más alto grado del sueño es aquel en que, creado un cuadro con personajes, los vivimos todos al mismo tiempo ―somos todas esas almas conjunta e interactivamente. Es increíble el grado de despersonalización y de encenizamiento del espíritu a que esto conduce y es difícil, lo confieso, huir de un general cansancio por todo el ser al hacerlo… ¡Pero el triunfo es tan grande!
Este es el único ascetismo posible. No hay en él fe, ni un Dios.
Dios soy yo.
Libro del desasosiego
«Los grandes fragmentos», «Fórmula de bien soñar», p. 499
FÁRMACOS
SUEÑO
La mejor manera de empezar a soñar es mediante libros. Las novelas son muy útiles para el principiante. Aprender a entregarse totalmente a la lectura, a vivir de manera absoluta con los personajes de una novela, es el primer paso. Que nuestra familia y sus desgracias nos parezcan repulsivas e insípidas al lado de ellas, esa es la señal del progreso.
Libro del desasosiego
«Los grandes fragmentos», «Fórmula de bien soñar», pp. 497-498
LECTURAS / ESTÉTICA
SUEÑO
―Nuestra personalidad debe ser incorruptible, hasta por nosotros mismos: de ahí nuestro deber de soñar siempre y de incluirnos en nuestros sueños para que no nos sea posible tener opiniones acerca de nosotros mismos.
Y, especialmente, debemos evitar la invasión de nuestra personalidad por los otros.
Libro del desasosiego
«Los grandes fragmentos», «Máximas», pp. 506-507
FÁRMACOS
SUEÑO
Pensando que cada paso en mi vida era un contacto con el horror de lo Nuevo, y que cada nueva persona que conocía era un nuevo fragmento vivo de lo desconocido que yo ponía encima de mi mesa para cotidiana meditación aterrorizada ―decidí abstenerme de todo, no avanzar hacia nada, reducir la acción al mínimo, huir lo más posible de la posibilidad de ser encontrado por los hombres o por los acontecimientos, quintaesenciar sobre la abstinencia y abdicar a la bizantina. Hasta tal punto el vivir me aterra y me tortura. Decidirme, finalizar cualquier cosa, salir de lo dudoso y de lo oscuro, son cosas [que] se me antojan catástrofes, cataclismos universales.
Libro del desasosiego
«Los grandes fragmentos», «Sentimiento apocalíptico», p. 537
FÁRMACOS
En cualquier espíritu que no sea disforme, existe la creencia en Dios. En cualquier espíritu que no sea disforme, no existe la creencia en un Dios definido. Es algún ser, existente e imposible, que lo rige todo; un ser cuya persona, si la tiene, nadie puede definir; un ser cuyos fines, si de ellos se sirve, nadie puede comprender. Llamándolo Dios lo decimos todo, porque, no teniendo la palabra sentido preciso alguno, así lo afirmamos sin decir nada. Los atributos de infinito, de eterno, de omnipotente, de sumamente justo o bondadoso, que a vedes le asignamos, se desprenden por sí mismos como todos los adjetivos innecesarios cuando el sustantivo basta. Y Él, al que, por indefinido, no podemos asignar atributos, es, por eso mismo, el sustantivo absoluto.
Son intransmisibles todas las impresiones salvo si las hacemos literarias. Los niños son muy literarios porque dicen tal como sienten y no tal como debe sentir quien siente según otra persona. Oí una vez a un niño que decía, queriendo decir que estaba a punto de llorar, no «Tengo ganas de llorar», que es lo que diría un adulto, es decir, un estúpido, sino «Tengo ganas de lágrimas». […] «¡Tengo ganas de lágrimas!». Aquel chiquillo supo definir bien su espiral.
El arte consiste en hacer sentir a los otros aquello que nosotros sentimos, en liberarlos de ellos mismos, proponiéndoles nuestra personalidad como forma especial de liberación.
La mayoría de los hombres vive con espontaneidad una vida ficticia y ajena. La mayoría de las personas son otras personas, dijo Oscar Wilde, y qué razón tenía.
Pasar de los fantasmas de la fe a los espectros de la razón no es más que ser trasladado de celda. El arte, si nos libera de los abstractos ídolos de costumbre, también nos libera de las ideas generosas y de las preocupaciones sociales ―ídolos también.
Encontrar la personalidad en el perderla ―la misma fe abona ese sentido de destino.
No supe nunca lo que sentía. Cuando me hablaban de tal o de cual emoción y la describían, siempre sentí que estaban describiendo algo de mi alma, pero después, pensándolo bien, pasé a dudarlo siempre. Lo que siento que soy, nunca sé si lo soy realmente, o si apenas creo que lo soy. Soy trozos de personajes de dramas míos.
Libro del desasosiego
«Los grandes fragmentos», «Fórmula de bien soñar», p. 496
SENSUALISMO / SENSACIÓN
REALIDAD
Desearía construir un código de inercia para las personas superiores en las sociedades modernas. […] De momento, ya que vivimos en sociedad, el único deber de las personas superiores es reducir al mínimo su participación en la vida de la tribu.
Y si no procuro vivir, actuar, sentir, es ―podéis creerlo― para no perturbar las líneas dibujadas de mi personalidad supuesta. Quiero ser tal como quise ser y no soy. Si viviera, me destruiría. Quiero ser una obra de arte, del alma por lo menos, ya que del cuerpo no puedo serlo. Por eso me esculpí en calma y en extrañamiento y me coloqué en invernadero, lejos de los aires frescos y de las luces claras ―donde mi artificiosidad, flor absurda, pueda florecer en lejana belleza.
Son intransmisibles todas las impresiones salvo si las hacemos literarias. Los niños son muy literarios porque dicen tal como sienten y no tal como debe sentir quien siente según otra persona. Oí una vez a un niño que decía, queriendo decir que estaba a punto de llorar, no «Tengo ganas de llorar», que es lo que diría un adulto, es decir, un estúpido, sino «Tengo ganas de lágrimas». […] «¡Tengo ganas de lágrimas!». Aquel chiquillo supo definir bien su espiral.
Esta es mi moral, o mi metafísica, o yo. Transeúnte de todo ―hasta de mi propia alma―, no pertenezco a nada, no deseo nada, no soy nada ―centro abstracto de sensaciones impersonales, espejo caído que siente orientado hacia la variedad del mundo. Con esto, no sé si soy feliz o infeliz; y tampoco importa.
A lo largo de la noche, durante horas y horas, el ruido de la lluvia descargó. A lo largo de la noche, conmigo en duermevela, su monotonía fría me estuvo insistiendo en los cristales. […] Mi alma era la misma de siempre, igual entre sábanas que entre personas, dolorosamente consciente del mundo. Tardaba en llegar el día como tarda la felicidad, y a aquellas horas parecía que tardaba indefinidamente.
Más de una vez, al pasear lentamente por las calles vespertinas, me ha golpeado el alma, con una violencia súbita y aturdidora, la extrañísima presencia de las cosas. No son exactamente las cosas naturales las que de ese modo me afectan y las que de manera tan poderosa me producen esa sensación: son más bien las distribuciones de las calles, los letreros, las personas vestidas y charlando, los empleos, los periódicos, la inteligencia de todo eso. O, mejor, es el hecho de que existan distribuciones de calles, letreros, empleos, hombres, sociedad, todo entendiéndose y prosiguiendo y abriendo caminos.
Más de una vez, al pasear lentamente por las calles vespertinas, me ha golpeado el alma, con una violencia súbita y aturdidora, la extrañísima presencia de las cosas. No son exactamente las cosas naturales las que de ese modo me afectan y las que de manera tan poderosa me producen esa sensación: son más bien las distribuciones de las calles, los letreros, las personas vestidas y charlando, los empleos, los periódicos, la inteligencia de todo eso. O, mejor, es el hecho de que existan distribuciones de calles, letreros, empleos, hombres, sociedad, todo entendiéndose y prosiguiendo y abriendo caminos.
El arte consiste en hacer sentir a los otros aquello que nosotros sentimos, en liberarlos de ellos mismos, proponiéndoles nuestra personalidad como forma especial de liberación.
Creé en mí varias personalidades. Creo personalidades constantemente. Cada sueño mío pasa a encarnarse de inmediato, nada más aparecer soñado, en otra persona que pasa a soñarlo y que ya no soy yo.
Para crear me destruí. Tanto me exterioricé dentro de mí que en mi interior no existo sino exteriormente. Soy la escena desnuda por donde pasan varios actores representando diferentes obras.
Pasar de los fantasmas de la fe a los espectros de la razón no es más que ser trasladado de celda. El arte, si nos libera de los abstractos ídolos de costumbre, también nos libera de las ideas generosas y de las preocupaciones sociales ―ídolos también.
Encontrar la personalidad en el perderla ―la misma fe abona ese sentido de destino.
Pertenezco a una generación ―suponiendo que esa generación sean más personas que yo― que ha perdido por igual la fe en los dioses de las religiones antiguas y la fe en los dioses de las irreligiones modernas. No puedo aceptar a Jehová, ni a la humanidad. Cristo y el progreso son para mí mitos del mismo mundo. No creo en la Virgen María ni en la electricidad
Creo en la existencia de mundos superiores al nuestro y de habitantes de esos mundos, en experiencias de diversos grados de espiritualidad que se sutilizan hasta llegar a un Ente Supremo, que presumiblemente creó este mundo. […] Dadas estas escalas de seres, no creo en la comunicación directa con Dios, pero, según nuestro refinamiento espiritual, podremos comunicarnos con seres cada vez más altos. Hay tres caminos para lo oculto: el camino mágico (que incluye prácticas como las del espiritismo, intelectualmente al nivel de la brujería, que también es magia), camino extremadamente peligroso en todos los sentidos; el camino místico, que no tiene propiamente peligros, pero es incierto y lento; y lo que se llama el camino alquímico, el más difícil y el más perfecto de todos, porque implica una transmutación de la propia personalidad que la prepara sin grandes riesgos, antes bien con defensas que los demás caminos no tienen.
Lo que soy esencialmente ―detrás de las máscaras involuntarias del poeta, el raciocinador y lo demás que haya― es dramaturgo. El fenómeno de mi despersonalización instintiva, a que aludí en mi carta anterior para explicar la existencia de heterónimos, conduce naturalmente a esta definición. Siendo así, no evoluciono. VIAJO.
Sobre literatura y arte
«(Carta) A Adolfo Casais Monteiro», p. 51
LECTURAS / ESTÉTICA
Lo que soy esencialmente ―detrás de las máscaras involuntarias del poeta, el raciocinador y lo demás que haya― es dramaturgo. El fenómeno de mi despersonalización instintiva, a que aludí en mi carta anterior para explicar la existencia de heterónimos, conduce naturalmente a esta definición. Siendo así, no evoluciono. VIAJO.
El punto central de mi personalidad como artista es que soy un poeta dramático; tengo continuamente en todo cuanto escribo la exaltación íntima del poeta y la despersonalización del dramaturgo. Vuelo otro: eso es todo
De la sensibilidad, de la personalidad definida que ella determina, nace el arte por medio de lo que se llama la inspiración: el secreto de que nadie habló, el sésamo pronunciado por azar, el eco en nosotros del encantamiento distante.
La sola sensibilidad, sin embargo, no genera el arte; es tan sólo su condición, como el deseo lo es del propósito. Es preciso que a lo que aporta la sensibilidad se junte lo que el entendimiento le niega. Así se establece un equilibrio; y el equilibrio es el fundamento de la vida. El arte es la expresión de un equilibrio entre la subjetividad de la emoción y la objetividad del entendimiento, y como subjetiva y objetivo, se interponen, y por eso, conjugándose se equilibran.
Tiene el arte para nacer que ser de un individuo; para no morir, que parecer extraño a él.
¿Hay reglas, sin embargo, dentro de las cuales esa idea o sensación tiene básicamente que ser expresada? Sin duda que las hay, y son las reglas fundamentales del arte. Son tres:
1. Todo arte es creación, y está por tanto subordinado al principio fundamental de toda creación: crear un todo objetivo, para lo cual es necesario crear un todo parecido a los todos que hay en la Naturaleza; esto es, un todo en el que haya la armonía necesaria entre el todo y las partes componentes, no armonía artificial y exterior, sino armonía interna y orgánica. Un poema es un animal, dijo Aristóteles; y así es. Un poema es un ente vivo. Sólo un ocultista, claro, puede comprender el sentido de esta expresión y no es permisible quizá explicarla muy detalladamente, o más de lo nada que ya se ha dicho.
2. Todo arte es expresión de algún fenómeno psíquico. El arte, por tanto, consiste en la adecuación, tan exacta como quepa en la competencia artística del autor, de la expresión a la cosa que quiere expresar. De donde se deduce que todos los estilos son admisibles y que no hay estilo simple o complejo, ni estilo extraño o vulgar. Hay ideas vulgares e ideas elevadas, hay sensaciones simples y sensaciones complejas; y hay criaturas que sólo tienen ideas vulgares y criaturas que muchas veces tienen ideas elevadas. Según la idea, así el estilo y la expresión. No hay para el arte criterio exterior. El fin del arte no es ser comprensible, porque el arte no es propaganda política o inmoral.
3. El arte no tiene para el artista fin social. Tiene, sí, un destino social, pero el artista nunca sabe cuál es porque la Naturaleza lo oculta en el laberinto de sus designios. Lo explico mejor. El artista debe escribir, pintar, esculpir sin mirar otra cosa que lo que escribe, pinta o esculpe. Debe esculpir sin mirar fuera de sí. Por eso el arte no debe ser premeditadamente moral ni inmoral. Ambas [cosas] implican que el artista se rebajó hasta preocuparse de la gente. Tan inferior es en este punto un predicador católico como un tiste Wilde o D’Annunzio, siempre con la preocupación de irritar a la platea. Irritar es un modo de agradar. Todas las criaturas a las que les gustan las mujeres saben esto, y yo también lo sé.
El arte tiene, sin embargo, un resultado social, pero relacionado con la Naturaleza y no con el poeta o pintor. La Naturaleza produce un artista determinado para un fin que ese mismo artista desconoce, por la simple razón de que él no es la Naturaleza. Cuanto más quiera darle un fin a su arte, más se aparta del verdadero fin de dicho arte ―que él no sabe cuál es, pero que la Naturaleza escondió dentro de él, en el misterio de su personalidad espontánea, de su inspiración instintiva. Todo artista que da a su arte un fin extrartístico es un infame. Es, además, un degenerado en el peor de los sentidos que la palabra no tiene. Es, además de esto y por esto, un antisocial. La manera de que el artista colabore útilmente en la vida de la sociedad a la que pertenece es que no colabore. Así le ordenó la Naturaleza que hiciese cuando lo creó artista, y no político o comerciante.
Sobre literatura y arte
«4. [Sensacionismo]», pp. 110-111
LECTURAS / ESTÉTICA
VERDAD
Como en política y religión sucede en arte. Hay un arte que domina captando, otro que domina subyugando. El primero es el arte según Aristóteles, el segundo es el arte según lo entiendo y defiendo. El primero se basa naturalmente en la idea de belleza, porque se basa en lo que agrada; se basa en la inteligencia, porque se basa en lo que, por ser general, es comprensible y por eso agradable; se basa en la unidad artificial, construida e inorgánica, y por tanto visible, como la de una máquina, y por eso apreciable y agradable. La segunda se basa naturalmente en la idea de fuerza¸ porque se basa en lo que subyuga; se basa en la sensibilidad, porque la sensibilidad es particular y personal, y dominamos con aquello que en nosotros es particular y personal, porque, si no fuese así, dominar sería perder la personalidad o, en otras palabras, ser dominado; y se basa en la unidad espontánea y orgánica, natural, que puede ser o no ser sentida, pero nunca ser vista o visible porque no está allí para ser vista.
Sobre literatura y arte
«Apuntes para una estética no aristotélica», Sobre literatura y arte, pp. 257-258
LECTURAS / ESTÉTICA
Hay gente tosca que puede creerse falsamente dotada de cualidades de construcción en arte; pero todo el mundo, y no algunas personas, se pueden creer artistas cuando las cualidades fundamentales exigidas son un sentimiento de vacío en los deseos, un sufrimiento sin causa y una falta de voluntad para trabajar, características que más o menos posee todo el mundo, y que en los degenerados y los enfermos del espíritu adquieren un especial relieve.
Sobre literatura y arte
«Crítica e historia literaria», «5. [El peligro del romanticismo]», p. 321
LECTURAS / ESTÉTICA
El artista debe expresar no sólo lo que es de todos los hombres, sino también lo que es de todos los tiempos. El subjetivismo cristista produjo, además del error personalista, ese otro error, la preocupación de interpretar la época. Es magistral la tantas veces citada frase de Goethe sobre el asunto; en efecto, un hombre de genio sólo por sus defectos es de su época. Nuestra época nos sustrae a la humanidad.
Sobre literatura y arte
«II. Arte y estética», «9. Regreso de los dioses: estética», pp. 279-280
LECTURAS / ESTÉTICA
Creo en la existencia de mundos superiores al nuestro y de habitantes de esos mundos, en experiencias de diversos grados de espiritualidad que se sutilizan hasta llegar a un Ente Supremo, que presumiblemente creó este mundo. […] Dadas estas escalas de seres, no creo en la comunicación directa con Dios, pero, según nuestro refinamiento espiritual, podremos comunicarnos con seres cada vez más altos. Hay tres caminos para lo oculto: el camino mágico (que incluye prácticas como las del espiritismo, intelectualmente al nivel de la brujería, que también es magia), camino extremadamente peligroso en todos los sentidos; el camino místico, que no tiene propiamente peligros, pero es incierto y lento; y lo que se llama el camino alquímico, el más difícil y el más perfecto de todos, porque implica una transmutación de la propia personalidad que la prepara sin grandes riesgos, antes bien con defensas que los demás caminos no tienen.
Sobre literatura y arte
Pessoa, F., «(Carta) A Adolfo Casais Monteiro», p. 48
PANTEÍSMO