día

El día consiste ya, perfectamente, en horas de trabajo,
y todo empieza a regularizarse y a moverse.
Y con un gran placer, natural y directo, recorro con el alma
todas las operaciones comerciales necesarias para embarcar

[las mercancías.

Mi época es el sello que va impreso en todas las facturas,
y siento que todas las cartas de todas las oficinas
deberían de ir remitidas a mí.

Álvaro de Campos
Poesía III. Los poemas de Álvaro de Campos 1

«Oda marítima», vss. 808-814, p. 219-221


CIUDAD
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Viajé en el tiempo, es cierto, pero no de este lado del tiempo, donde contamos por horas y días y meses; fue del otro lado del tiempo por donde viajé, allí donde el tiempo no se cuenta con medida.

Bernardo Soares
Libro del desasosiego

«Los grandes fragmentos», «Viaje nunca hecho», p. 545


FÁRMACOS
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En mi alma innoble y profunda registro, día a día, las impresiones que forman la sustancia externa de mi conciencia de mí. Las pongo en palabras perezosas, que desertan de nada más escritas, y siguen errantes, independientes de mí, por laderas y prados de imágenes, por bulevares de conceptos, por senderos de confusiones. De nada me sirve todo eso, pues nada me sirve de nada. Pero me tranquilizo escribiendo, como quien respira mejor sin que la enfermedad haya desaparecido.

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El único arte verdadero es el de la construcción. Pero el medio moderno hace imposible la aparición de cualidades de construcción en el espíritu. Por eso se desarrolló la ciencia. La única cosa en la que existe construcción hoy día es una máquina; el único argumento en el que hay encadenamiento es el de una demostración matemática. El poder de crear precisa de un punto de apoyo, de la muleta de la realidad. El arte es una ciencia… Sufre rítmicamente.

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En mi alma innoble y profunda registro, día a día, las impresiones que forman la sustancia externa de mi conciencia de mí. Las pongo en palabras perezosas, que desertan de nada más escritas, y siguen errantes, independientes de mí, por laderas y prados de imágenes, por bulevares de conceptos, por senderos de confusiones. De nada me sirve todo eso, pues nada me sirve de nada. Pero me tranquilizo escribiendo, como quien respira mejor sin que la enfermedad haya desaparecido.

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Y asomado al parapeto, disfrutando del día, sobre el volumen vario pinto del conjunto de la ciudad, sólo un pensamiento me inunda el alma ―el íntimo deseo de morir, de acabar, de no ver ninguna otra luz sobre ciudad alguna, de no pensar, de no sentir, de dejar atrás, como un papel de envolver, el curso del sol y de los días, de despojarme, como de un traje pesado, a la orilla del lecho infinito, del esfuerzo involuntario de ser.

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Nací, quizás, espiritualmente, en un día corto de invierno. Cayó pronto sobre mi ser la noche.

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Para todos nosotros caerá la noche y llegará la diligencia. Gozo de la brisa que me dan y del alma que me dieron para gozarla, y no pregunta más ni busco. Si lo que dejé escrito en el libro de los viajantes puede, releído un día por otros, entretenerlos también en el tránsito, estará bien. Si no lo leen, ni se entretienen, estará bien también.

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A lo largo de la noche, durante horas y horas, el ruido de la lluvia descargó. A lo largo de la noche, conmigo en duermevela, su monotonía fría me estuvo insistiendo en los cristales. […] Mi alma era la misma de siempre, igual entre sábanas que entre personas, dolorosamente consciente del mundo. Tardaba en llegar el día como tarda la felicidad, y a aquellas horas parecía que tardaba indefinidamente.

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Considerar todo cuanto nos sucede como accidentes o episodios de una novela, a la que asistimos no con la atención sino con la vida ―sólo con esta actitud podremos vencer la malicia de los días y los caprichos de los acontecimientos.

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Nunca encontré argumentos salvo para la inercia. Día a día se fue infiltrando más y más en la conciencia sombría de mi inercia de abdicador. Procurar modos de inercia, apostar en huir de todo esfuerzo por vivir, de toda responsabilidad social ―esculpí con esos materiales de — la estatua pensada de mi existencia.

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Me gusta, en las tardes lentas de verano, el sosiego de la parte baja de la ciudad, y sobre todo aquel sosiego que el contraste acentúa en el momento en que el día se entrega más al bullicio.

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Yo de día soy nulo, y de noche soy yo. No hay diferencia entre yo y las calles de la parte de la Alfândega, salvo el ser ellas calles y yo ser alma, lo que puede que nada valga ante lo que es la esencia de las cosas. Hay un destino igual, porque es abstracto, para los hombres y para las cosas ―una designación igualmente indiferente en el álgebra del misterio.

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Entonces también tenemos nuestra noche, y el cansancio de todas las emociones se ahonda al ser emociones del pensamiento, ya de por sí profundas. Pero es una noche sin reposo, sin luz de luna, sin estrellas, una noche como si todo hubiera sido vuelto del revés ―el infinito hecho interior y apretado, el día convertido en forro negro de un traje desconocido.

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Éste es el día,
ésta es la hora, éste es el momento
en que somos, es todo.

Perenne fluye la hora interminable
que nos confiesa nulos. Un aliento
el vivir y el morir. Coge ya el día,
ese día que eres.

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Oye, de Cristo idólatra: es la vida
múltiple, y los días son diversos.
Sólo siendo así múltiples, podremos
estar solos, al fin, con la verdad.

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Tu ser es como la fría
luz de antes de madrugada,
que es ya un ir a haber el día
albeando confusa nada.

Fernando Pessoa
Poesí­a VIII. Mensaje

«Viriato», vss. 9-12, p. 61


NOCHE
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Mi deber me hizo, como Dios al mundo.
Lo que impone ser Rey almó mi ser
en día y letra puntual, profundo.

En mi tristeza firme, así viví.
Contra el Destino cumplí mi deber.
¿Inútilmente? No, pues lo cumplí.

Fernando Pessoa
Poesí­a VIII. Mensaje

«Don Duarte, rey de Portugal», vss. 1-6, p. 77


FÁRMACOS
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