¡Oh civilizaciones alcanzando la encrucijada nocturna
de la cual han quitado el punto de apoyo
Poesía III. Los poemas de Álvaro de Campos 1
«Oda marcial», vss. 42-43, pp. 239-241
NOCHE
y llegar por fin, como vosotros, a extraordinarios puertos!
¡Huir con vosotros de la civilización!
¡Perder con vosotros la noción de moral!
¡Sentir que cambia mi humanidad en la lejanía!
¡Beber con vosotros en los mares del sur
nuevas mezclas salvajes, nuevos trastornos del alma,
nuevos fuegos centrales en mi volcánico espíritu!
¡Ir con vosotros y desnudarme –¡ah! ¡fuera!–
mi vestido tan civilizado, mi blandura de acciones,
mi miedo innato a las cárceles
y mi serena vida,
asentada y estática, reiterada y reglada!
Poesía III. Los poemas de Álvaro de Campos 1
«Oda marítima», vss. 337-348, p. 185
FÁRMACOS
¡No me traigáis estéticas!
¡No me habléis de moral!
¡Llevaos ya de aquí la metafísica!
¡No me pregonéis más sistemas completos, no me enfiléis
[conquistas
de las ciencias (¡de las ciencias, Dios mío, de las ciencias!)–de las ciencias, las artes, de la moderna civilización!–.
¿Qué mal he hecho yo a todos los dioses?
¡Si tenéis la verdad, guardáosla!
Poesía IV. Los poemas de Álvaro de Campos 2
«Lisbon Revisited», vss. 5-12, p. 201
FÁRMACOS
VERDAD
Y a veces, en mitad de la calle ―por fin sin que reparen en mí― me detengo, vacilo, busco algo así como una nueva dimensión, una puerta que dé al interior del espacio, al otro lado del espacio, donde sin pérdida de tiempo pueda huir de mi conciencia de los otros, de mi intuición demasiado objetivada de la realidad de las vivas almas ajenas.
Porque no os penséis que yo escribo para publicar, o para escribir, ni siquiera para hacer arte. Escribo porque ese es el fin, la perfección suprema, la perfección temperamentalmente ilógica, o de mi cultivo de estados de alma. Si cojo una sensación mía y la desmadejo hasta poder con ella tejerle la realidad interior a la que llamo La Floresta de la Enajenación o el Viaje Jamás Realizado, creedme que lo hago no para que la prosa suene lúcida y trémula, ni siquiera para gozar yo con mi prosa ―aunque eso también quiero, también ese primor final añado, como un hermoso caer de telón sobre mis decorados soñados― sino para que dé completa exterioridad a lo que es interior, para que de ese modo realice lo irrealizable, conjugue lo contradictorio y, haciendo del exterior sueño, le proporcione su máximo poder de puro sueño
Libro del desasosiego
«Los grandes fragmentos», «Diario al azar», p. 482
FÁRMACOS
REALIDAD
Y a veces, en mitad de la calle ―por fin sin que reparen en mí― me detengo, vacilo, busco algo así como una nueva dimensión, una puerta que dé al interior del espacio, al otro lado del espacio, donde sin pérdida de tiempo pueda huir de mi conciencia de los otros, de mi intuición demasiado objetivada de la realidad de las vivas almas ajenas.
Porque no os penséis que yo escribo para publicar, o para escribir, ni siquiera para hacer arte. Escribo porque ese es el fin, la perfección suprema, la perfección temperamentalmente ilógica, o de mi cultivo de estados de alma. Si cojo una sensación mía y la desmadejo hasta poder con ella tejerle la realidad interior a la que llamo La Floresta de la Enajenación o el Viaje Jamás Realizado, creedme que lo hago no para que la prosa suene lúcida y trémula, ni siquiera para gozar yo con mi prosa ―aunque eso también quiero, también ese primor final añado, como un hermoso caer de telón sobre mis decorados soñados― sino para que dé completa exterioridad a lo que es interior, para que de ese modo realice lo irrealizable, conjugue lo contradictorio y, haciendo del exterior sueño, le proporcione su máximo poder de puro sueño
Libro del desasosiego
«Los grandes fragmentos», «Educación sentimental», pp. 489-490
LECTURAS / ESTÉTICA
SUEÑO
Y a veces, en mitad de la calle ―por fin sin que reparen en mí― me detengo, vacilo, busco algo así como una nueva dimensión, una puerta que dé al interior del espacio, al otro lado del espacio, donde sin pérdida de tiempo pueda huir de mi conciencia de los otros, de mi intuición demasiado objetivada de la realidad de las vivas almas ajenas.
Porque no os penséis que yo escribo para publicar, o para escribir, ni siquiera para hacer arte. Escribo porque ese es el fin, la perfección suprema, la perfección temperamentalmente ilógica, o de mi cultivo de estados de alma. Si cojo una sensación mía y la desmadejo hasta poder con ella tejerle la realidad interior a la que llamo La Floresta de la Enajenación o el Viaje Jamás Realizado, creedme que lo hago no para que la prosa suene lúcida y trémula, ni siquiera para gozar yo con mi prosa ―aunque eso también quiero, también ese primor final añado, como un hermoso caer de telón sobre mis decorados soñados― sino para que dé completa exterioridad a lo que es interior, para que de ese modo realice lo irrealizable, conjugue lo contradictorio y, haciendo del exterior sueño, le proporcione su máximo poder de puro sueño
Libro del desasosiego
«Los grandes fragmentos», «Educación sentimental», pp. 489-490
FÁRMACOS
Es entre la sensación y la conciencia de ella donde ocurren todas las grandes tragedias de mi vida. En esa región indeterminada, sombría, de bosques y rumores de agua abundante, neutral hasta el ruido de nuestras guerras, vive aquel ser mío cuya visión en vano busco… Yazgo mi vida. (Mis sensaciones son un epitafio gongórico sobre mi vida muerta.)
Libro del desasosiego
«Los grandes fragmentos», «Vía Láctea», p. 549
FÁRMACOS
MUERTE
Si el hombre sintiera de verdad, no habría civilización. El arte sirve de fuga hacia la sensibilidad que la acción tuvo que olvidar. El arte es la Cenicienta que se quedó en casa porque así tenía que ser.
Vivir del sueño y para el sueño, deshaciendo el Universo y recomponiéndolo, conforme más agrade a nuestro momento de soñar. […] Jugar al escondite con nuestra conciencia de vivir.
El aristócrata es aquel que nunca olvida que no está solo nunca; por eso las normas y los protocolos son un privilegio de las aristocracias. Interioricemos al aristócrata. Arranquémoslo de los salones y de los jardines, pasándolo al interior de nuestra alma y de nuestra conciencia de existir. Estemos siempre ante nosotros mismos siguiendo normas y protocolos con gestos estudiados y dirigidos a los otros.
Parece que las civilizaciones no existan sino para crear arte y literatura; lo que de ellas nos habla y lo que de ellas queda son eso, palabras.
Estoy seguro de que, en un mundo civilizado perfecto, no habría otro arte sino la prosa. […] La poesía quedaría para que los niños se aproximaran a la prosa futura; porque la poesía tiene, sin duda, algo de infantil, de mnemónico, de auxiliar e inicial.
Ahora, a esta luz clara e intensa, el paisaje de la ciudad es como el de un campo de casas ―natural, extenso, combinado. Pero, incluso viendo todo esto, ¿podré olvidarme de que existo? Mi conciencia de la ciudad es, por dentro, mi conciencia de mí mismo.
Me acuerdo de repente de cuando era niño y veía, como hoy no puedo ver, rayar la mañana sobre la ciudad. Entonces la mañana no rayaba para mí, sino para la vida, porque entonces yo, sin ser consciente de ello, era la vida. Veía la mañana y sentía alegría; hoy veo la mañana, y siento alegría, y me quedo triste. El niño sigue aquí, pero enmudeció. Veo como veía, pero por detrás de los ojos me veo viendo; y ya sólo con esto se me oscurece el sol y el verde de los árboles me resulta viejo y las flores se marchitan antes de aparecer.
Al actuar junto a otros pierdo, al menos, una cosa ―el actuar solo.
Cuando me entrego, aunque parezca que me expando, me limito. Convivir es morir. Para mí, sólo mi autoconciencia es real; los otros son fenómenos inciertos en esa conciencia, a los que resultaría mórbido prestar una realidad muy verdadera.
Llevar a cabo una acción sobre la humanidad, contribuir con todo el poder de mi esfuerzo a la civilización, se están convirtiendo en los graves y pesados fines de mi vida. Y así, hacer arte me parece cada vez una cosa más importante, una misión más terrible, un deber que cumplir adecuadamente, monásticamente, sin desviar los ojos del fin creador-de-civilización de toda obra artística.
Sobre literatura y arte
«(Carta) A Armando Côrtes-Rodrigues», p. 25
LECTURAS / ESTÉTICA
Vuelvo sobre mí. Anduve de viaje algunos años recogiendo maneras de sentir. Ahora, habiéndolo visto todo y sentido todo, tengo el deber de encerrarme en casa, en mi espíritu, y trabajar, cuando pueda y en todo lo que pueda, para el progreso de la civilización y el ensanchamiento de la conciencia de la humanidad. Ojalá no me desvíe de esto mi peligroso carácter demasiado multilateral, adaptable a todo, siempre ajeno a mí mismo y sin nexo dentro de sí.
Así, cada uno de nosotros ha nacido enfermo de toda esta complejidad. En cada alma giran los volantes de todas las fábricas del mundo, por cada alma pasan todos los trenes del globo, todas las grandes avenidas de todas las grandes ciudades acaban en cada una de nuestras almas. Todos los asuntos sociales, todas las perturbaciones políticas, por poco que nos preocupemos de ellas, entran en nuestro organismo psíquico, en el aire que respiramos psíquicamente, pasan a nuestra sangre espiritual, pasan a ser, inquietamente, nuestras como cualquier cosa que sea nuestra.
¿Qué arte debe corresponder a este estado de civilización?
Vimos ya que el papel del arte es el de, al mismo tiempo, interpretar y oponerse a la realidad social contemporánea.
Así, cada uno de nosotros ha nacido enfermo de toda esta complejidad. En cada alma giran los volantes de todas las fábricas del mundo, por cada alma pasan todos los trenes del globo, todas las grandes avenidas de todas las grandes ciudades acaban en cada una de nuestras almas. Todos los asuntos sociales, todas las perturbaciones políticas, por poco que nos preocupemos de ellas, entran en nuestro organismo psíquico, en el aire que respiramos psíquicamente, pasan a nuestra sangre espiritual, pasan a ser, inquietamente, nuestras como cualquier cosa que sea nuestra.
¿Qué arte debe corresponder a este estado de civilización?
Vimos ya que el papel del arte es el de, al mismo tiempo, interpretar y oponerse a la realidad social contemporánea.
Una idea sólo se torna un Dios cuando es devuelta a la concreción. Pasa entonces a ser una fuerza de la Naturaleza. Esto es un Dios. Si esto es una realidad o no, no lo sé. Personalmente, creo en la existencia de los dioses; creo en su número infinito, en la posibilidad de que el hombre ascienda a dios.
El creador de civilización es una fuerza de la Naturaleza; es por tanto un dios o un semidiós.
Sobre literatura y arte
«Prefacio de R. Reis: [A los poemas de Alberto Caeiro]», pp. 95-96
FÁRMACOS
Una idea sólo se torna un Dios cuando es devuelta a la concreción. Pasa entonces a ser una fuerza de la Naturaleza. Esto es un Dios. Si esto es una realidad o no, no lo sé. Personalmente, creo en la existencia de los dioses; creo en su número infinito, en la posibilidad de que el hombre ascienda a dios.
El creador de civilización es una fuerza de la Naturaleza; es por tanto un dios o un semidiós.
Sobre literatura y arte
«Prefacio de R. Reis: [A los poemas de Alberto Caeiro]», pp. 95-96
LECTURAS / ESTÉTICA
REALIDAD
Una idea sólo se torna un Dios cuando es devuelta a la concreción. Pasa entonces a ser una fuerza de la Naturaleza. Esto es un Dios. Si esto es una realidad o no, no lo sé. Personalmente, creo en la existencia de los dioses; creo en su número infinito, en la posibilidad de que el hombre ascienda a dios.
El creador de civilización es una fuerza de la Naturaleza; es por tanto un dios o un semidiós.
Sobre literatura y arte
«Prefacio de R. Reis: [A los poemas de Alberto Caeiro]», pp. 95-96
PANTEÍSMO