Místico, tú ves en todo un significado.
Para ti todo tiene un velado sentido.
Hay otra cosa oculta en cada cosa que ves.
Lo que ves, lo ves siempre para ver otra cosa.
Yo, como sólo tengo ojos para ver,
veo ausencia de significado en todas las cosas;
lo veo y me amo, pues ser cosa es no significar.
Ser cosa es no ser algo que pueda interpretarse.
Poesía II. Los poemas de Alberto Caeiro 2
«Poemas inconjuntos», vss. 1-8, p. 107
SENSUALISMO / SENSACIÓN
Místico, tú ves en todo un significado.
Para ti todo tiene un velado sentido.
Hay otra cosa oculta en cada cosa que ves.
Lo que ves, lo ves siempre para ver otra cosa.
Yo, como sólo tengo ojos para ver,
veo ausencia de significado en todas las cosas;
lo veo y me amo, pues ser cosa es no significar.
Ser cosa es no ser algo que pueda interpretarse.
Poesía II. Los poemas de Alberto Caeiro 2
«Poemas inconjuntos», vss. 1-8, p. 107
FÁRMACOS
Comprendí que las cosas son reales, y diferentes todas unas de
[otras;
he comprendido esto con los ojos, pero nunca con el pensamiento.Comprender esto con el pensamiento sería encontrarlas a
[todas iguales.
Poesía II. Los poemas de Alberto Caeiro 2
«Poemas inconjuntos», vss. 10-12, p. 29
SENSUALISMO / SENSACIÓN
REALIDAD
Comprendí que las cosas son reales, y diferentes todas unas de
[otras;
he comprendido esto con los ojos, pero nunca con el pensamiento.Comprender esto con el pensamiento sería encontrarlas a
[todas iguales.
Poesía II. Los poemas de Alberto Caeiro 2
«Poemas inconjuntos», vss. 10-12, p. 29
FÁRMACOS
No con el pensamiento: con los ojos.
Algo visible existe para verse
y aquello que existe para el ojo no ha de existir para el
[pensamiento.
Sólo yo existo directamente para el pensamiento, y no para los[ojos.
Miro, y las cosas existen.Pienso y existo solamente yo.
Poesía II. Los poemas de Alberto Caeiro 2
«Poemas inconjuntos», vss. 4-9, p. 49
SENSUALISMO / SENSACIÓN
No con el pensamiento: con los ojos.
Algo visible existe para verse
y aquello que existe para el ojo no ha de existir para el
[pensamiento.
Sólo yo existo directamente para el pensamiento, y no para[los ojos.
Miro, y las cosas existen.Pienso y existo solamente yo.
Poesía II. Los poemas de Alberto Caeiro 2
«Poemas inconjuntos», vss. 4-9, p. 49
FÁRMACOS
¡Y de este miedo, esta angustia, este peligro propio de ultraser,
no se puede huir, no se puede huir, no se puede!
Cárcel del Ser, ¿no hay liberación de ti?
Cárcel de pensar, ¿no hay liberación de ti?
¡Ah, no, no hay ninguna –ni tampoco muerte, ni vida, ni Dios!
Nosotros, los gemelos del Destino, existimos en ambos.
Nosotros, gemelos de todos los Dioses, de toda su especie,
siendo el mismo abismo y la misma sombra,
porque seamos sombra, o seamos luz, siempre se trata de la
[misma noche.
Casi sin saberlo nos corroe una simpatía ancestral por la magia negra, por las formas prohibidas de la ciencia transcendente, por los Señores del Poder que se vendieron a la Condenación y a la Reencarnación degradada. Nuestros ojos de débiles y de inseguros se pierden, con un celo femenino, en la teoría de los grados invertidos, en los ritos inversos, en la curva siniestra de la jerarquía descendente. Satanás, sin que lo queramos, posee para nosotros una sugestión como de macho para hembra. La serpiente de la Inteligencia Material se nos enroscó en el corazón, como en el Caduceo simbólico del Dios que comunica ―Mercurio, señor de la comprensión.
Libro del desasosiego
«Los grandes fragmentos», «Declaración de diferencia», pp. 480-481
FÁRMACOS
AMOR
Para mí la humanidad es un vasto motivo de decoración, que vivo por los ojos y por los oídos, y, además, por la emoción psicológica. Nada más quiero de la vida sino asistir a ella. Nada más quiero de mí sino el asistir a la vida.
Y entonces abro los ojos de soñar, me acerco a la ventana y transfiero el sueño a las calles y los tejados. Y es en la contemplación distraída y profunda de los aglomerados de tejas separadas en tejados, cubriendo el contagio astral de las gentes que pasean por las calles, cuando se me desprende de verdad el alma, y no pienso, no sueño, no veo, no preciso; contemplo entonces realmente la abstracción de la Naturaleza, la diferencia entre el hombre y Dios.
Ahora, a esta luz clara e intensa, el paisaje de la ciudad es como el de un campo de casas ―natural, extenso, combinado. Pero, incluso viendo todo esto, ¿podré olvidarme de que existo? Mi conciencia de la ciudad es, por dentro, mi conciencia de mí mismo.
Me acuerdo de repente de cuando era niño y veía, como hoy no puedo ver, rayar la mañana sobre la ciudad. Entonces la mañana no rayaba para mí, sino para la vida, porque entonces yo, sin ser consciente de ello, era la vida. Veía la mañana y sentía alegría; hoy veo la mañana, y siento alegría, y me quedo triste. El niño sigue aquí, pero enmudeció. Veo como veía, pero por detrás de los ojos me veo viendo; y ya sólo con esto se me oscurece el sol y el verde de los árboles me resulta viejo y las flores se marchitan antes de aparecer.
Se arrastra hasta mis ojos la ciudad confusa y sosegada.
Las casas se desigualan en una aglomeración retenida, y a la luz de la luna, con manchas de incertidumbre, paraliza de madreperla las oscilaciones muertas de la profusión. Hay tejados y sombras, ventanas y Edad Media. No hay de qué haber alrededores. Se asienta en lo que se ve un vislumbre de lejanía. Por encima de mi lugar de observación hay delgadas ramas de árboles, y yo tengo el sueño de la ciudad entera en mi corazón persuadido. ¡Lisboa a la luz de la luna y mi cansancio de mañana!
¡Qué noche! Plugiera a quien provocó los pormenores del mundo que no hubiera para mí mejor estado o melodía que el momento lunar destacado en que me desconozco conocido.
Ni brisa ni gente interrumpen lo que no estoy pensando. Tengo sueño igual que tengo vida. Sólo me siento en los párpados, como si hubiera algo que pesara sobre ellos. Escucho mi respiración. ¿Duermo o estoy despierto?
No construyo teorías respecto a la vida. Si es buena o mala, no lo sé, no pienso en ello. A mis ojos es dura y triste, con sueños deliciosos intercalados. ¿Qué me importa lo que la vida sea para los otros?
Llevar a cabo una acción sobre la humanidad, contribuir con todo el poder de mi esfuerzo a la civilización, se están convirtiendo en los graves y pesados fines de mi vida. Y así, hacer arte me parece cada vez una cosa más importante, una misión más terrible, un deber que cumplir adecuadamente, monásticamente, sin desviar los ojos del fin creador-de-civilización de toda obra artística.
Sobre literatura y arte
«(Carta) A Armando Côrtes-Rodrigues», p. 25
LECTURAS / ESTÉTICA
Los dioses no murieron: lo que murió fue nuestra visión de ellos. No se fueron: los dejamos de ver. O cerramos los ojos o alguna niebla se interpuso entre ellos y nosotros. Subsisten, viven como vivieron, con la misma divinidad y la misma calma.
Sobre literatura y arte
«Paganismo», «13. El regreso de los dioses», Sobre literatura y arte, p. 162
PANTEÍSMO