sueño

siento todo mi cuerpo echado en lo real,
conozco la verdad y soy feliz.

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Fui feliz porque nunca pedí nada,
ni busqué encontrar nada,
ni hallé que hubiera otra explicación
sino que la palabra explicación no tenía sentido.

Alberto Caeiro
Poesía II. Los poemas de Alberto Caeiro 2

«Poemas inconjuntos», vss. 17-20, p. 23


FÁRMACOS
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Es preciso también no poseer ninguna clase de filosofía.
Con filosofía no hay árboles: hay solamente ideas.
Hay sólo cada uno de nosotros, como estando en un sótano.
Ahí no hay sino una ventana cerrada, y todo el mundo afuera;
y un sueño de lo que se podría contemplar si la ventana se

[abriera,

pero que nunca es lo que se ve al abrir la ventana.

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Toda aproximación es un conflicto. El otro es siempre el obstáculo para quien busca. Sólo quien no busca es feliz; porque sólo quien no busca, encuentra, toda vez que quien no busca ya tiene, y ya tener, sea lo que fuere, es ser feliz, como no necesitar es la parte mejor de ser rico.

Bernardo Soares
Libro del desasosiego

«Los grandes fragmentos», «El río de la posesión», pp. 528-529


FÁRMACOS
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¿Qué hacer? Aislar el instante como una cosa y ser feliz ahora, en el momento en que se está sintiendo la felicidad, sin pensar nada más que en lo que se siente, excluyendo todo lo demás, excluyéndolo todo. Enjaular el pensamiento en la sensación.

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Vivir no vale la pena. Sólo mirar vale la pena. Poder mirar sin ver sería la felicidad

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La locura llamada afirmar, la enfermedad llamada creer, la infamia llamada ser feliz ―todo eso huele a mundo, sabe a esa triste cosa que es la tierra.

Sé indiferente. Ama el ocaso y el amanecer, porque no tiene ninguna utilidad, ni siquiera para ti, el amarlos. Viste tu ser del oro de la tarde muerta, como un rey depuesto en una mañana de rosas, con Mayo en las nubes blancas y la sonrisa de las vírgenes entre las quintas retiradas.

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Esta es mi moral, o mi metafísica, o yo. Transeúnte de todo ―hasta de mi propia alma―, no pertenezco a nada, no deseo nada, no soy nada ―centro abstracto de sensaciones impersonales, espejo caído que siente orientado hacia la variedad del mundo. Con esto, no sé si soy feliz o infeliz; y tampoco importa.

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A lo largo de la noche, durante horas y horas, el ruido de la lluvia descargó. A lo largo de la noche, conmigo en duermevela, su monotonía fría me estuvo insistiendo en los cristales. […] Mi alma era la misma de siempre, igual entre sábanas que entre personas, dolorosamente consciente del mundo. Tardaba en llegar el día como tarda la felicidad, y a aquellas horas parecía que tardaba indefinidamente.

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La vida en sí misma es, al final, un gran insomnio, y hay un lúcido despertar sobresaltado en todo cuanto hacemos y pensamos.

Sería feliz si pudiera dormir. Esta opinión es la que tengo en este momento, porque no duermo.

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Soy un ascético de la religión de mismo. Una taza de café, un cigarrillo y mis sueños sustituyen cumplidamente al universo y sus estrellas, al trabajo, al amor, incluso a la belleza y a la gloria. No tengo casi necesidad de estímulos. El opio lo tengo yo en el alma.

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No construyo teorías respecto a la vida. Si es buena o mala, no lo , no pienso en ello. A mis ojos es dura y triste, con sueños deliciosos intercalados. ¿Qué me importa lo que la vida sea para los otros?

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Oh, noche donde las estrellas fingen su luz, única cosa del tamaño del Universo, vuélveme, en cuerpo y alma, parte de tu cuerpo, que yo pueda perderme en ser pura tiniebla y me haga también noche, sin sueños que en mí sean estrellas, ni sol esperado que desde el futuro me ilumine.

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No duermo. Entresoy. […] Hay siempre en aquello que juzgo que es el sueño un ruido de final absoluto, el viento en la oscuridad, y, si sigo escuchando, el ruido en de los pulmones y del corazón.

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No rocemos la vida ni con la punta de los dedos.

No amemos ni con el pensamiento.

Que ningún beso de mujer, ni siquiera en sueños, se convierta en una sensación nuestra.

Artífices de la morbidez, perfeccionémonos en enseñar a desengañarse. Curiosos por las cosas de la vida, observémosla con atención desde lo alto de todos los muros, cansados de antemano por saber que no vamos a ver nada nuevo o hermoso.

Tejedores de la desesperanza

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Creé en varias personalidades. Creo personalidades constantemente. Cada sueño mío pasa a encarnarse de inmediato, nada más aparecer soñado, en otra persona que pasa a soñarlo y que ya no soy yo. Para crear me destruí. Tanto me exterioricé dentro de mí que en mi interior no existo sino exteriormente. Soy la escena desnuda por donde pasan varios actores representando diferentes obras.

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El reloj que está allá atrás, al fondo, en la casa desierta, porque todos duermen, deja caer lentamente el cuádruple sonido claro de las cuatro de la madrugada. No he dormido aún ni espero hacerlo. Sin que nada me distraiga la atención, y así me impida el sueño, o me pese en el cuerpo, y por eso no pueda sosegar, mantengo sepultado en la sombra, que la luz vaga de las farolas de la calle hace todavía más desamparada, el silencio amortiguado de mi cuerpo extraño.

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Vivir una vida desapasionada y culta, al relente de las ideas, leyendo, soñando, y pensando en escribir, una vida suficientemente lenta como para estar siempre al borde del tedio, lo bastante meditada como para no encontrarse nunca con él. Vivir esa vida lejos de las emociones y de los pensamientos, sólo en el pensamiento de las emociones y en la emoción de los pensamientos. Quedarse estancado al sol, doradamente, como un lago oscuro rodeado de flores. Tener, en la sombra, aquella hidalguía de la individualidad que consiste en no insistir en absoluto ante la vida.

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El verdadero peligro del romanticismo está en que los principios por los cuales se rige o dice regirse son de naturaleza tal que cualquiera puede invocarlos para conferirse a sí mismo categoría de artista. Tomar el ansia de una felicidad inalcanzable, la angustia de los sueños irrealizados, la inapetencia ante la acción y la vida como criterio distintivo del genio o del talento facilita al punto a todo individuo que sienta dicha ansia, sufra de dicha angustia, y sea presa de dicha inapetencia, el convencimiento de que es una individualidad interesante y de que el Destino, al destinarle a tales ansias, tales sufrimientos y tales imposibilidades, lo destinó implícitamente a la grandeza intelectual.

Fernando Pessoa
Sobre literatura y arte

«Crítica e historia literaria», «5. [El peligro del romanticismo]», Sobre literatura y arte, p. 320


LECTURAS / ESTÉTICA
SUEÑO
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Si alguien quisiera resumir en una palabra la característica principal del arte moderno, la encontraría perfectamente en la palabra sueño. El arte moderno es arte de sueño.

Fernando Pessoa
Sobre literatura y arte

«Crítica e historia literaria», «8. [El arte moderno es arte de sueño]», p. 323


LECTURAS / ESTÉTICA
SUEÑO
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