El espejo refleja estrictamente; al no pensar, no yerra.
El pensar es errar esencialmente.

Pronto me conocieron como aquel que no era; no lo desmentí

[y me perdí.

Cuando quise quitarme aquella máscara,
estaba ya fundida con la cara.
Cuando me la quité y me vi al espejo,
ya había envejecido.

Esta es mi moral, o mi metafísica, o yo. Transeúnte de todo ―hasta de mi propia alma―, no pertenezco a nada, no deseo nada, no soy nada ―centro abstracto de sensaciones impersonales, espejo caído que siente orientado hacia la variedad del mundo. Con esto, no sé si soy feliz o infeliz; y tampoco importa.

Me siento múltiple. Soy como una habitación con innumerables espejos fantásticos que distorsionan en reflejos falsos una única realidad anterior que no está en ninguno y está en todos.