literatura

Canto en mi verso a los trenes, canto a los automóviles, canto a

[los vapores,

pero es que en mi verso, por más que lo ice, sólo hay ritmos e

[ideas,

no hay hierro, acero o ruedas, no hay maderas ni cuerdas,
ni la realidad de cualquier piedra callejera y nula;
la de aquella piedra que, casualmente, nadie mira al pisar,
pero puede mirarse y ser pisada, y tomarse en la mano,
y mis versos en cambio sólo son como ideas, como ideas que

[pueden no ser comprendidas.

Lo que quiero no es cantar al hierro: es el hierro.
Lo que pienso es dar sólo la idea de acero –pero no es

[el acero–.

Lo que más me enfurece en la emoción de la inteligencia
es el no poder cambiar mi ritmo, ese ritmo que imita al agua

[que canta,

por lo que es el real frescor del agua tocando mis manos,
el sonido visible de ese río, ése en el que puedo entrar y

[mojarme,

que puede dejar mi traje chorreando,
donde podría ahogarme, si quisiera,
que tiene la natural divinidad de estar ahí sin literatura.
¡Mierda! ¡Mil veces mierda a todo lo que yo no puedo hacer!
¿Qué todo, Walt –me oyes–?, ¿qué es todo, qué es todo?
¡Y que mil rayos partan la falta que nos hace no ser Dios
para escribir poemas al Universo y a la Realidad por nuestra

[carne,

tener ideas-cosas, pensamiento Infinito!
Para lograr tener estrellas reales en el interior de mi

[ser-pensamiento,

nombres-números ya en los confines de la gran reina

[emoción-la-Tierra.


¡Futilidad, irrealidad, […] estática de todo arte,
condena del artista a no vivir!

¡Oh quién nos diera, Walt,
esa tercera cosa que es la media entre el arte y la vida,

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hoy que atrozmente me conozco, y que toda la literatura
que uso de mí para , para así conseguir la conciencia de mí,

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Transformar en algo puramente literario la receptividad de los sentidos, y convertir las emociones, cuando quizás tengan por inferior aparecer, en materia aparecida para con ella esculpir estatuas de palabras fluidas y refinadas.

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Son intransmisibles todas las impresiones salvo si las hacemos literarias. Los niños son muy literarios porque dicen tal como sienten y no tal como debe sentir quien siente según otra persona. Oí una vez a un niño que decía, queriendo decir que estaba a punto de llorar, no «Tengo ganas de llorar», que es lo que diría un adulto, es decir, un estúpido, sino «Tengo ganas de lágrimas». […] «¡Tengo ganas de lágrimas!». Aquel chiquillo supo definir bien su espiral.

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El hecho es que creo ser el primero en dar en palabras el absurdo siniestro de esta sensación sin remedio.

Y la curo escribiéndola. Sí, no hay desolación, si es de veras profunda, mientras que no sea puro sentimiento, pero en ella participe la inteligencia, para que no exista el remedio irónico de decirla. Aun cuando la literatura no tuviera otra utilidad, tendría esta, aunque sea para unos pocos.

[…] Escribo como quien duerme, y toda mi vida es un recibo por firmar.

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Parece que las civilizaciones no existan sino para crear arte y literatura; lo que de ellas nos habla y lo que de ellas queda son eso, palabras.

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A nadie admiro, en literatura, salvo a los clásicos, que son a los que menos me asemejo.

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El ambiente es el alma de las cosas. Cada cosa tiene una expresión propia, y esa expresión le viene de fuera.

Cada cosa es la intersección de tres líneas, y esas tres líneas forman esa cosa: una cantidad de materia, el modo como interpretamos, y el ambiente en que se encuentra.

[…] Creo, pues, que no hay error humano, ni literario, en atribuir alma a las cosas que llamamos inanimadas. Ser una cosa es ser objeto de atribución.

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Transformar en algo puramente literario la receptividad de los sentidos, y convertir las emociones, cuando quizás tengan por inferior aparecer, en materia aparecida para con ella esculpir estatuas de palabras fluidas y refinadas.

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Son intransmisibles todas las impresiones salvo si las hacemos literarias. Los niños son muy literarios porque dicen tal como sienten y no tal como debe sentir quien siente según otra persona. Oí una vez a un niño que decía, queriendo decir que estaba a punto de llorar, no «Tengo ganas de llorar», que es lo que diría un adulto, es decir, un estúpido, sino «Tengo ganas de lágrimas». […] «¡Tengo ganas de lágrimas!». Aquel chiquillo supo definir bien su espiral.

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El hecho es que creo ser el primero en dar en palabras el absurdo siniestro de esta sensación sin remedio.

Y la curo escribiéndola. Sí, no hay desolación, si es de veras profunda, mientras que no sea puro sentimiento, pero en ella participe la inteligencia, para que no exista el remedio irónico de decirla. Aun cuando la literatura no tuviera otra utilidad, tendría esta, aunque sea para unos pocos.

[…] Escribo como quien duerme, y toda mi vida es un recibo por firmar.

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El ambiente es el alma de las cosas. Cada cosa tiene una expresión propia, y esa expresión le viene de fuera.

Cada cosa es la intersección de tres líneas, y esas tres líneas forman esa cosa: una cantidad de materia, el modo como interpretamos, y el ambiente en que se encuentra.

[…] Creo, pues, que no hay error humano, ni literario, en atribuir alma a las cosas que llamamos inanimadas. Ser una cosa es ser objeto de atribución.

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Shakespeare es el mayor fracaso de la literatura, y quizás no sea excesivo suponer que debió de ser, en gran medida, consciente de ello. Esa mente vigilante no podía haberse engañado a sí misma en cuanto a este hecho. La tragedia de su fracaso era tanto mayor por la mezcla con la comedia de su éxito.

Fernando Pessoa
Sobre literatura y arte

«Crítica de autores», «2. Shakespeare», p. 336


LECTURAS / ESTÉTICA
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La mayor parte de la literatura moderna son cuentos orales escritos, narraciones en voz alta junto al fuego, el soplo equivocado, a veces esa triste Carta a la Posteridad que, como decía Voltaire del poema de J. B. Rousseau así titulado, nunca encontrará su destinatario. Perdemos en escribir el tiempo que deberíamos ganar conversando o quizá no lo desperdiciamos pero no tenemos a nadie con quien hablar o tal vez nos guste un auditorio demasiado amplio para el poder de la laringe o la paciencia de un oyente remoto. De ahí nuestras brillantes y fútiles novelas, nuestras inteligentes e inútiles sátiras y ensayos, nuestros poemas de mesa de comedor: cosas a menudo entretenidas, con frecuencia superiores, cosas que siempre vale la pena hacer con tal de que no las llamemos arte. Pero lo cierto es que, por pequeñas que sean, no las haríamos nunca si no las creyésemos arte.

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La tensión y la presión de las condiciones modernas pueden tener muchos aspectos desagradables, pero han tenido uno muy favorable: la necesidad de concisión y de interés deliberado en una obra literaria. Uno de los triunfos críticos de Poe fue prever la necesidad de poemas más breves. Fue ésta una de sus visiones de futuro como la novela policíaca fue una de sus anticipaciones a ese futuro.

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La mayor parte de la literatura moderna son cuentos orales escritos, narraciones en voz alta junto al fuego, el soplo equivocado, a veces esa triste Carta a la Posteridad que, como decía Voltaire del poema de J. B. Rousseau así titulado, nunca encontrará su destinatario. Perdemos en escribir el tiempo que deberíamos ganar conversando o quizá no lo desperdiciamos pero no tenemos a nadie con quien hablar o tal vez nos guste un auditorio demasiado amplio para el poder de la laringe o la paciencia de un oyente remoto. De ahí nuestras brillantes y fútiles novelas, nuestras inteligentes e inútiles sátiras y ensayos, nuestros poemas de mesa de comedor: cosas a menudo entretenidas, con frecuencia superiores, cosas que siempre vale la pena hacer con tal de que no las llamemos arte. Pero lo cierto es que, por pequeñas que sean, no las haríamos nunca si no las creyésemos arte.

Fernando Pessoa
Sobre literatura y arte

«Eróstrato», 21, Sobre literatura y arte, p. 380


FÁRMACOS
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La pintura sucumbirá. La fotografía le privó de muchos de sus atractivos. La futilidad de la insensatez la ha privado de casi todo lo demás. Lo que quedaba lo han arruinado los coleccionistas americanos. Un cuadro magnífico significa algo que un americano rico quiere comprar porque a otros les gustaría comprarlo si pudieran. Así los cuadros se sitúan en paralelo no a los poemas y las novelas, sino a las primeras ediciones de ciertos poemas y novelas. […] La crítica de arte cae gradualmente en manos de comerciantes de antigüedades.

La arquitectura se convierte en un aspecto secundario de la ingeniería.

Sólo la música y la literatura permanecen.

[…] Una visita al museo puede llegar a ser no una contribución a la cultura, sino un estímulo para la envidia, como mirar desde nuestros pies cansados el automóvil de un rico.

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Para los sentimientos vagos que no comportan definición existe un arte, la música, cuyo fin es sugerir sin determinar. Para los sentimientos perfectamente definidos, de modo que la emoción es difícil en ellos, existe la prosa. Para los sentimientos que son fluidos y armoniosos existe la poesía. En una época sana y robusta, un Verlaine o un Mallarmé habrían escrito la música que habían nacido para escribir. No habrían tenido nunca esa tendencia a decir en palabras lo que la palabra no comporta. Pregunto al mayor entusiasta de los simbolistas franceses si lo conmovió Mallarmé tanto como una melodía vulgar, si la inexpresión de Verlaine alcanzó alguna vez la legítima inexpresión de un sencillo vals. No la alcanzó, y si me responden que prefieren para ese fin a Verlaine o a Mallarmé a la música, lo que me están diciendo es que prefieren la literatura como música a la música, me están diciendo algo que, fuera de compadecerlos, no tiene sentido.

Fernando Pessoa
Sobre literatura y arte

«II. Arte y estética», «9. Regreso de los dioses: estética», p. 280


LECTURAS / ESTÉTICA
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Hay artes cuyo fin es entretener: son la danza, el canto y el arte de representar.

Hay artes cuyo fin es agradar: son la escultura, la pintura y la arquitectura.

Hay artes cuyo fin es influir: son la música, la literatura y la filosofía.

Fernando Pessoa
Sobre literatura y arte

«II. Arte y estética», 14, p. 286


LECTURAS / ESTÉTICA
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Todas las artes son una futilidad frente a la literatura.

Fernando Pessoa
Sobre literatura y arte

«IV. Literatura, prosa y poesía», «2. Argumento del periodista», p. 294


LECTURAS / ESTÉTICA
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La poesía es, sin duda, en lo que la buena lógica tiene sólo de buena lógica, una especie del género de la literatura. Es ésta el arte que se forma con palabras; aquélla la especie que se forma con palabras dispuestas de determinada manera. «La prosa», decía Coleridge, «es las palabras dispuestas en el mejor orden; la poesía las mejores palabras dispuestas en el mejor orden». Es así, o casi.

Fernando Pessoa
Sobre literatura y arte

«IV. Literatura, prosa y poesía», 1, p. 293


LECTURAS / ESTÉTICA
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El arte que vive primordialmente del sentido directo de la palabra se llamará con propiedad prosa, sin más; el que vive primordialmente de los sentidos indirectos de la palabra ―de lo que la palabra contiene, no de lo que simplemente dice se llamará convenientemente literatura; el que vive primordialmente de la proyección de todo eso en el ritmo se llamará con propiedad poesía.

Fernando Pessoa
Sobre literatura y arte

«IV. Literatura, prosa y poesía», 1, p. 294


LECTURAS / ESTÉTICA
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Por eso no admito que fuera de la literatura haya realmente arte; considero las otras artes como representativas de un nivel humano inferior al actual, pero las considero imperecederas, porque siempre habrá gente que se satisfaga más con estas subartes que con el esencialmente aristocrático y difícil arte literario. Para la plebe de la sensibilidad existen las artes vitales: la danza, el canto y la representación teatral. Para la burguesía de la sensibilidad existen las artes como la pintura, la escultura, la arquitectura y, un poco menos e intermedia, la música. Para la aristocracia de la sensibilidad existe solamente un arte: la literatura, resumen de todas, que las trasciende a través de la idea.

Fernando Pessoa
Sobre literatura y arte

«Sensacionismo», «13. [Esbozo de una respuesta a un cuestionario literario organizado por Eurico de Seabra, el 31 de abril de 1916], p. 126


LECTURAS / ESTÉTICA
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Tomamos del simbolismo francés nuestra actitud fundamental de atención excesiva a nuestras sensaciones, y por tanto nuestra frecuente relación con el tedio, la apatía, con la renuncia ante las cosas más simples y sanas de la vida. […]

Ahora las diferencias. Rechazamos por completo, excepto ocasionalmente por razones puramente estéticas, la actitud religiosa de los simbolistas. […] Además de esto, rechazamos y abominamos la incapacidad simbolista para el esfuerzo prolongado, su ineptitud para escribir largos poemas y su viciada «construcción». […]

En cuanto a las influencias recibidas del movimiento moderno que comprende el cubismo y el futurismo, se deben más a las sugerencias que nos llegaron de ellos que a la substancia de sus obras propiamente dichas.

Hemos intelectualizado sus procesos. La descomposición del modelo que realizan (porque hemos sido influidos, no por su literatura ―si es que tienen algo que se parezca a literatura―, sino por sus cuadros), la hemos llevado hacia lo que creemos que es la esfera propia de esa descomposición ―no las cosas, sino nuestra sensación de las cosas.

Fernando Pessoa
Sobre literatura y arte

«Sensacionismo», «15. [Carta a un editor inglés], pp. 129-131


LECTURAS / ESTÉTICA
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Así, el arte tiene por asunto no la realidad (por lo demás, no hay realidad, sino solamente sensaciones artificialmente coordinadas), no la emoción (por lo demás, no hay propiamente emoción, sino solamente sensaciones de la emoción), sino la abstracción. No la abstracción pura, que genera la metafísica, sino la abstracción creadora, la abstracción en movimiento. Mientras que la filosofía es estática, el arte es dinámico; es precisamente ésta la única diferencia entre el arte y la filosofía.

Por concreción abstracta de la emoción entiendo que la emoción, para resaltar, tiene que ser dada como realidad, pero no realidad concreta, sino realidad abstracta. Por eso no considero artes la pintura, la escultura y la arquitectura, que pretende concretar la emoción en lo concreto. Hay sólo tres artes: la metafísica (que es un arte), la literatura y la música.

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Volviéndome así, cuando menos, un loco que sueña alto; cuando más, no un solo escritor sino toda una literatura, aun si no consigo divertirme, lo que para mí ya sería bastante, tal vez contribuya a engrandecer el universo, porque quien al morir deja escrito un verso bello, deja más ricos los cielos y la tierra y más emotivamente misteriosa la razón de que haya estrellas y gentes.

Con una falta tal de literatura como hay hoy, ¿qué puede hacer un hombre de genio sino convertirse él solo en una literatura? Con una falta tal de gente con la que poder convivir como hay hoy, ¿qué puede hacer un hombre de sensibilidad sino inventar sus amigos o, por lo menos, sus compañeros de espíritu?

Fernando Pessoa
Sobre literatura y arte

«Textos generales sobre la heteronimia», 4, p. 62


FÁRMACOS
SUEÑO
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