La única actitud intelectual digna de una criatura superior es la de una tranquila y fría compasión por todo cuanto no le es propio. No porque esa actitud tenga la más mínima señal de ser justa y verdadera; sino porque es tan envidiable que es preciso tenerla.
El ambiente es el alma de las cosas. Cada cosa tiene una expresión propia, y esa expresión le viene de fuera.
Cada cosa es la intersección de tres líneas, y esas tres líneas forman esa cosa: una cantidad de materia, el modo como interpretamos, y el ambiente en que se encuentra.
[…] Creo, pues, que no hay error humano, ni literario, en atribuir alma a las cosas que llamamos inanimadas. Ser una cosa es ser objeto de atribución.
En realidad, no poseemos más que nuestras propias sensaciones; en ellas, pues, y no en lo que ellas ven, tenemos que fundamentar la realidad de nuestra vida.
El ambiente es el alma de las cosas. Cada cosa tiene una expresión propia, y esa expresión le viene de fuera.
Cada cosa es la intersección de tres líneas, y esas tres líneas forman esa cosa: una cantidad de materia, el modo como interpretamos, y el ambiente en que se encuentra.
[…] Creo, pues, que no hay error humano, ni literario, en atribuir alma a las cosas que llamamos inanimadas. Ser una cosa es ser objeto de atribución.