eternidad

y además una cosa que se encuentra más allá de los dioses, y

[de Dios, del Destino

siendo aquello que hace que haya dioses, y Dios, y Destino,
siendo aquello que hace que haya ser para que pueda haber

[seres,

aquello que subsiste entre todas las formas,
todas las vidas, abstractas o concretas,
contingentes, eternas,
verdaderas o falsas!
¡Aquello que, cuando todo se abarcó, aún se quedó fuera,
porque cuando todo se abarcó no se abarcó explicar por qué es

[un todo,

por qué hay algo, por qué, por qué hay algo!

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Sensación metafísica de las otras personas, y de sus realidades

[como de su decoro...

¡Oh enfermedad humanitaria de mis nervios, siempre

[vibrando llenos de otras personas,

voluptuosidad de gozar y sufrir las posibles hipótesis de la vida

[de otros...

¡Y yo ser sólo yo, sólo yo eternamente, no tener otras vidas

[sino sólo la mía!

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En cualquier espíritu que no sea disforme, existe la creencia en Dios. En cualquier espíritu que no sea disforme, no existe la creencia en un Dios definido. Es algún ser, existente e imposible, que lo rige todo; un ser cuya persona, si la tiene, nadie puede definir; un ser cuyos fines, si de ellos se sirve, nadie puede comprender. Llamándolo Dios lo decimos todo, porque, no teniendo la palabra sentido preciso alguno, así lo afirmamos sin decir nada. Los atributos de infinito, de eterno, de omnipotente, de sumamente justo o bondadoso, que a vedes le asignamos, se desprenden por sí mismos como todos los adjetivos innecesarios cuando el sustantivo basta. Y Él, al que, por indefinido, no podemos asignar atributos, es, por eso mismo, el sustantivo absoluto.

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La inacción consuela de todo. No actuar nos lo da todo. Imaginar lo es todo, siempre que no tienda hacia la acción. Nadie puede ser rey del mundo sino en sueños. Y cada uno de nosotros, si de verdad se conoce a sí mismo, quiere ser rey del mundo.

No ser, pensando, es el trono. No querer, deseando, la corona. Tenemos aquello de lo que abdicamos porque lo conservamos soñando, intacto, eternamente a la luz del sol que no hay o de la luna que no puede haber.

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…la solemne tristeza que vive en todas las cosas grandes ―lo mismo en las cumbres que en las grandes vidas, en las noches profundas que en los poemas eternos.

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El dios Pan no murió,
pues cada campo muestra
al sonreír de Apolo
el desnudo de Ceres
pecho; ahí veréis un día
que el inmortal, de pronto,
divino Pan retorna.

No dio muerte a los dioses
el triste dios cristiano.
Cristo es sólo un dios nuevo,
tal vez el que faltaba.

Aún Pan sigue dando
el sonar de su flauta
a los oídos de Ceres
recostada en los campos.

Son los mismos los dioses,
siempre claros y calmos,
de eternidad repletos,
despreciándonos siempre,

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Son incontables, en todo el mundo, los discípulos de Nietzsche, y algunos hasta han leído la obra del maestro. La mayoría acepta de Nietzsche solamente lo que está en ellos, cosa que, además, sucede con los discípulos de todos los filósofos. […]

La única gran afirmación de Nietzsche es que la alegría es más profunda que el dolor, que la alegría quiere profunda, profunda eternidad. Como todos los pensamientos culminantes y fecundos de los grandes maestros, esto no significa nada. Por eso ha hecho tanto efecto sobre los espíritus: sólo en el vacío total puede ponerse absolutamente todo.

Fernando Pessoa
Sobre literatura y arte

«Crítica de autores», 8, p. 343


LECTURAS / ESTÉTICA
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Caí –¡esperad!– en la arena a la hora adversa
que Dios les da
a los suyos, estando el alma inmersa
en Dios soñar.

¿Qué harán muerte, arena y desventura
si en Dios entré?
Con Lo que me soñé, que eterno dura,
regresaré.

Fernando Pessoa
Poesí­a VIII. Mensaje

«Don Sebastián», vss. 1-8, p. 139


PANTEÍSMO
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