carne

¡Los piratas, la piratería, los barcos, la hora,
aquella hora marítima en la que son asaltadas las presas
y el terror de los prisioneros que caen se hunde en la locura,
hora de horror y crímenes, y de barcos y gente, y de mar, cielo
brisa, latitud, longitud, vocerío;

[y nubes,

yo querría que fuese en su Todo mi cuerpo, en su Todo,

[sufriendo,

¡sí, mi cuerpo y mi sangre, componiendo mi ser todo de rojo,
y que al fin floreciera como lo hace una herida escociendo en la

[carne irreal de mi alma!

¡Ah, ser todo en los crímenes! ¡todos los elementos componentes
de los abordajes a los barcos, de las matanzas y las violaciones!
¡Ser todo cuanto fue en el mismo lugar de los saqueos!
¡Ser cuanto vivió o cuanto yació en el lugar exacto de las

[ tragedias de sangre!

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Ver y oír son las únicas cosas nobles que la vida encierra. Los otros sentidos son plebeyos y carnales. La única aristocracia consiste en no tocar nunca. No aproximarse ―he ahí la hidalguía.

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Otra vida, la de la ciudad anochecida. Otra alma, la de quien contempla la noche. Sigo inseguro y alegórico, irrealmente sentidor. Soy como una historia que alguien hubiera contado, y, de tan bien contada, paseara carnal pero no mucho por este mundo novela, al principio de un capítulo: «A esa hora podía verse a un hombre caminando lentamente por la calle…»

¿Qué tengo yo que ver con la vida?

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Otra vida, la de la ciudad anochecida. Otra alma, la de quien contempla la noche. Sigo inseguro y alegórico, irrealmente sentidor. Soy como una historia que alguien hubiera contado, y, de tan bien contada, paseara carnal pero no mucho por este mundo novela, al principio de un capítulo: «A esa hora podía verse a un hombre caminando lentamente por la calle…»

¿Qué tengo yo que ver con la vida?

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