El psicoanálisis descubrió hace ya tiempo el que los dibujos misteriosos son los esquematismos del trabajo del sueño. Mas los surrealistas, con esta certeza, siguen mucho menos las huellas del alma que las de las cosas. El tótem de los objetos lo buscan en la espesura de la prehistoria, y la última caricatura de ese tótem es sin duda el kitsch, esa última máscara de lo banal con que nos revestimos en el sueño y en el seno de la conversación, para acoger con ello la fuerza del mundo de las cosas desaparecidas.
El psicoanálisis descifró, hace tiempo, los jeroglíficos como esquematismos del trabajo del sueño. Pero, al aplicar esa certeza, más que la huella de lo que es el alma perseguimos la huella de las cosas. Así, vamos buscando el tótem correspondiente a los objetos en la espesura de la prehistoria. La caricatura más extrema del tótem de que hablamos es el kitsch.
Uno de los tácitos supuestos del psicoanálisis consiste en que la contraposición radical entre el sueño y la vigilia no tiene en absoluto validez para la forma empírica de la conciencia humana, dándose una infinita variedad de estados concretos de conciencia.