pueblo
Si ya no le aplicamos un ideal de virtud a la educación del individuo, ¿no será un penoso diletantismo poner a la razón como institutriz para las clases? –Y hablamos de clases porque hoy la guerra entre los pueblos no es ya un fenómeno primario, sino secundario–. La primera tarea de la razón no es educar, sino dominar, dominio que no sólo le prohibe el cegar las fuentes del poder, sino que obligará a movilizarlas con el objeto de conseguir sus fines justo en los momentos decisivos.