«Nada es bonito en mis fotos»
Entrevista con Donna Ferrato
Fotografía Miguel Balbuena
Citarse con Donna Ferrato para hacerle unas preguntas frente a una grabadora es una experiencia bastante alejada de lo que cabe esperar de una entrevista: hace declaraciones incendiarias que omitiremos para evitarle problemas, se levanta varias veces de la silla para mostrarnos algún detalle de las fotos de su exposición, es entusiasta y apasionada y no parece tener mucho interés en debatir sobre cuestiones teóricas y demás bullshit, sino en agitar conciencias a través de sus imágenes.
Hacemos la entrevista en la sala del CBA en la que están expuestas las fotografías que componen Holy [Sagrado], su último trabajo. Nada más llegar, nos pregunta al fotógrafo de Minerva y a mí si hemos visto la muestra. Confesamos que todavía no hemos tenido tiempo de hacerlo y, acto seguido, nos hace una visita guiada. Atenta a nuestras reacciones, nos pregunta qué nos inspiran las imágenes y recalca que no hace fotos por estética o por gusto, sino por necesidad, porque para ella es algo vital. En su trabajo es crucial conseguir captar el instante decisivo, que diría Cartier-Bresson, como en una de sus fotografías más conocidas, en la que se ve a un niño gritando y encarándose a su padre mientras la policía lo detiene, acusado de maltrato.
En la exposición, que reúne imágenes de hace varias décadas con otras actuales, siempre con la violencia machista como hilo conductor, hay una foto de la manifestación del 8 de marzo de 2019 en Madrid. «Fue increíble», señala sonriendo, «pero tenemos que hacer algo más que protestar». Trato de explicarle que una manifestación tan masiva por el 8 de marzo era algo impensable hace tan solo unos años. No le parece suficiente. «Me pregunto por qué las mujeres tienen tanto miedo de salir a la calle, de proclamar su orgullo y sus derechos. Cuando ves lo mucho que sufren tantas mujeres y tantos niños…, simplemente no entiendo por qué tantas mujeres callan», responde.
«Entonces, ¿entiendes la idea de Holy? ¿Por qué lo he llamado Holy?». Glups. La pregunta me pilla desprevenida y no sé qué contestar. «Es lo más importante que tenemos que aprender en esta exposición. El significado de Holy es creer en el poder las mujeres, creer que son sagradas (holy), que sus derechos son sagrados. Es de lo que tenemos que hablar, no de rezar a dios, esperando que nos ayude».
Me gustaría comenzar por el principio. ¿Cuándo empezaste a interesarte por la violencia de género?
Estaba haciendo una investigación sobre sexo, sobre parejas que tenían una buena vida sexual, pero acabó tratando sobre la violencia contra las mujeres.
Fue en 1982. Playboy Japón le había encargado un reportaje sobre swingers que acudían a un club de intercambio de parejas en Nueva York. Ferrato conoció a una pareja que parecía llevar una relación ideal y se instaló con ellos en su mansión de Nueva Jersey para documentar su día a día. Una noche el marido agredió brutalmente a su esposa en el baño mientras Ferrato estaba presente. Casi sin pensar, ella disparó el botón de su cámara y corrió a separarlos. Ese día, confiesa, «mi concepto del amor cambió 360 grados». Tras la fachada de pareja perfecta había abusos y malos tratos por parte del marido, que los veía como algo natural, hasta el punto de que no sentía la necesidad de ocultarlo ante la cámara.
Ferrato se topó con una cuestión de la que apenas había oído hablar. «Nadie hablaba jamás de violencia doméstica. No sabíamos que había centros de acogida, no parecía que fuese un gran problema», recuerda. «Si un hombre pegaba a una mujer era porque la quería de verdad, porque estaba celoso, porque ella no se estaba comportando como debía. El hombre era el jefe».
Ese día no solo cambió su concepto del amor, sino su objetivo como fotógrafa: decidió dedicarse a fotografiar ese fenómeno sobre el que nadie hablaba. Comenzó a visitar comisarías, hospitales o casas de acogida para entrar en contacto con mujeres que sufrían violencia. Ferrato se convertía en su sombra, se mudaba con ellas, dormía en su sofá para poder documentar cómo les afectaba la violencia en su día a día.
¿Cómo consigues el consentimiento de estas mujeres para fotografiarlas?
Tienen que firmar una autorización cuando me voy a vivir a su casa. Les explico que estoy haciendo un reportaje sobre violencia doméstica, «necesito ver cómo os comportáis entre vosotros, quiero entender vuestra relación». Lo he hecho tantas veces que ahora puedo oler en las personas si están sometidas a abusos o si son abusadoras. Puedo mirar a una pareja, sentarme con ellos en un restaurante y, quince minutos después, sé lo que está pasando.
¿No se sienten expuestas?
Están avergonzadas, pero al mismo tiempo las ayudo a entender que son parte de la revolución. Si me dejan entrar en sus vidas, están haciendo algo bueno. Si me dejan fotografiarlas, voy a educar a mucha gente cuando se publiquen las fotos. Todas estas mujeres [señala las fotos de la exposición] sacrificaron mucho cuando firmaron la autorización para contar su historia.
¿Cómo fue su reacción ante tus fotos?
Para algunas de ellas ha sido muy duro. La gente no lo entiende, las juzga. Pero a ninguna la han matado, no las han perseguido sus maridos para tratar de matarlas. De alguna manera, están protegidas porque sus historias son públicas. Ya no son un secreto. Si ella [señala una de las fotos] acaba muerta, la policía irá directamente a por su exmarido.
Al principio los medios no estaban interesados en tus fotografías sobre violencia de género. ¿Cómo lograste que las publicasen?
Porque seguí haciéndolas. Aunque no me pagasen, hacía otros trabajos para sacar dinero y poder seguir yendo por todo Estados Unidos para vivir en un centro de acogida, ir con la policía… Las fotos eran cada vez más poderosas y se convirtieron en la prueba de que había un problema. Finalmente, después de cinco años, no podían negarlo durante más tiempo y tuvieron que empezar a publicarlas. Luego conseguí que me contrataran para hacer más fotos, porque quería hacer un libro. Los medios se dieron cuenta de que tenía una habilidad para introducirme en estas situaciones, porque puedo olerlo en la gente.
Este trabajo de una década cristalizó en Living with the Enemy [Viviendo con el enemigo], un libro que hizo público un problema estructural que hasta entonces se consideraba un asunto privado. Sus imágenes comenzaron a difundirse hasta llegar a la portada de la revista Time. Mientras, Ferrato no se limitó a la fotografía. Hizo de la lucha contra la violencia machista su lucha, para conseguir que las instituciones tomasen cartas en el asunto, cambiar el trato muchas veces despectivo y vejatorio de policía y jueces hacia las víctimas y, sobre todo, conseguir que las mujeres tomasen conciencia de la situación y rompiesen con las relaciones de maltrato. De ahí nació un nuevo volumen, I Am Unbeatable [Soy imbatible], que muestra historias de supervivencia de mujeres que han dejado a sus maltratadores.
En 1991 publicaste Living With The Enemy y, años después, I Am Unbeatable. ¿Qué cambia de un libro a otro?
Quiero que las mujeres se vayan. Tratamos de entender a las mujeres que se quedan, de ayudarlas. Pero yo ya no quiero ayudar a esas mujeres, creo que están cometiendo un gran error, no quiero que se queden, quiero que dejen a sus parejas. Quiero hacerles saber que son imbatibles. Creo que es mucho mejor que te maten cuando te vas que el que te maten cuando te quedas. Es luchar por la libertad. En una guerra mucha gente puede morir, pero ¿qué debemos hacer? ¿Quedarnos y dejar que nos atrape el enemigo? ¿Dejar que nos esclavice? La gente lo entiende cuando se trata de una guerra, entienden que hay que luchar contra el fascismo, pero no entienden que en el hogar tienes que luchar contra un maltratador fascista y controlador. Y que tienes que luchar por tu libertad.
Pero…
¿Pero? ¿Por qué dices «pero», porque están casadas?
Creo que lo complicado de este asunto es que las mujeres tienen una relación afectiva con su agresor.
No creo que estén enamoradas. Al principio lo estaban, pero luego se dedican a recordar las partes buenas. Muy pocas mujeres siguen enamoradas de su enemigo después de haber sido maltratadas tantas veces. No están enamoradas, tienen miedo.
O tienen miedo por sus hijos…
Tienen miedo del futuro, ¡de vivir! No saben vivir sin que las controlen, porque les han lavado el cerebro, son prisioneras de guerra.
Cuando se publicaron estas fotos, ¿no tenías miedo de que se acabasen convirtiendo en un espectáculo, que se olvidase el contexto?
No, porque escribo todo muy claramente en los pies de foto, hay muchas páginas de texto en mis libros, organizo encuentros con la prensa, hago más entrevistas que cualquier fotógrafo. Quiero que la gente entienda lo que significan estas fotografías, no quiero que haya confusiones. No quiero que crean que se trata de una violencia casual, así que uso los medios para seguir hablando de la violencia. He hecho miles de entrevistas y les dedico todo el tiempo que haga falta para que no haya confusiones. No son fotos bonitas. Son duras. Incluso las de amor no son bonitas. El blanco y negro es duro. Corto los bordes de la imagen, escribo mensajes sobre ellas. Nada es bonito en estas fotos.
Me gustaría hablar sobre las imágenes de violencia explícita. Hay voces dentro del feminismo que señalan que este tipo de imágenes son contraproducentes, porque transmiten la idea de que la violencia de género es solo violencia física, cuando se trata de un fenómeno más amplio, que incluye violencia psicológica, control, etcétera.
Si hay feministas que hacen este tipo de comentarios sobre mis exposiciones, son estúpidas. En muchas de estas imágenes puedes ver el estrés emocional, el abuso. Mira esta fotografía, es mi madre y se ve cómo mi padre le grita. Si no tienes esto [señala las fotos de violencia más explícita] nadie va a mirar. Y las feministas tienen que darse cuenta de eso. Son demasiado intelectuales.
Creo que se hace esa observación porque mucha gente joven, que tiene relaciones afectivas muy violentas, no las identifica como tales porque no hay violencia física, solo control.
Empieza como control, pero luego sigue, no se queda ahí. Hay que ver el panorama completo, porque [la violencia física] acaba sucediendo. Pueden estar sufriendo violencia psicológica durante diez años, pero al cabo del tiempo él le acabará pegando y así hasta que muera. Pero nadie ve los moratones. Por eso quiero estar con mujeres que están en esa situación, con un hombre que las está estrangulando. Quiero mostrar que así es como mueren las mujeres. Quiero entenderlo y mostrarlo en las fotografías, quiero verla a ella después de que la hayan tratado de estrangular y entender qué le está pasando, quiero que me lo cuente. Porque esto es lo que les ocurre a millones de mujeres. Los hombres ya no usan pistolas o cuchillos, solo sus manos. Y los moratones son invisibles, no los ven, están dentro. No puedes hacer un reportaje sobre violencia doméstica y no mostrar la violencia física, ¡eso sería patético! Nadie entendería nada. Eso no significa que una cosa sea peor que la otra, cada una de estas fotografías representa momentos distintos, diferentes aspectos de la violencia doméstica. Y cada una es igualmente importante.
Por eso tratas de mostrar todo el contexto, no solo un único momento.
Eso es, muestro la ira del niño ante su padre por maltratar a su madre, muestro el dolor, el sufrimiento, cuando recuerdan la violencia. Todos los momentos. También lo que pasa con las mujeres cuando por fin encuentran a un buen hombre. [Señala una de las fotos]. Abusaron de ella muchos hombres, siempre la engañaban, pero finalmente encontró a un buen hombre, el suyo es un matrimonio entre iguales y ella, por fin, es feliz. También quiero mostrar eso. Mis intenciones están en todas mis fotos.
Creo que también es muy importante que muestres imágenes como la de la manifestación del 8 de marzo, mujeres luchando juntas, no solas.
Nunca muestro un solo tipo de imágenes. Las feministas que no están de acuerdo con mi obra es porque en realidad no la están mirando. Cuando mostré este trabajo por primera vez en Vancouver (Canadá) en 1994, hubo grupos feministas que vinieron a juzgarme, a protestar contra mi exposición, diciendo: «Solo muestras mujeres agredidas, no muestras a los hombres». Y yo les decía: mira, aquí están las fotos de hombres haciendo esto, yendo a talleres de rehabilitación… Pero estas mujeres no querían ver, no les gustaba esta fotografía, es muy polémica [se refiere a la famosa foto en la que el marido swinger pega a su esposa en el baño]. No importa que un segundo después de hacer la foto yo le parase. Es una imagen tan poderosa que la revista Time dijo que es una de las cien imágenes más influyentes de la historia, porque cambió la visión de la sociedad sobre la violencia doméstica. Hay 50 fotos en total de ese día, esa fotografía por sí sola no significa nada, por eso muestro la hoja de contactos.
Después de Holy, ¿qué proyectos tienes?
No hay un después de Holy, ahora todo es Holy. No tengo tiempo de pensar en lo que va después, estoy muy ocupada en que Holy llegue a todo el mundo, como si fuese la palabra de Dios: la palabra de una mujer predicando los derechos de las mujeres.
© Irene G. Rubio, 2019. CC BY-NC-SA
05.06.19 > 22.09.19
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