Shodo
El arte de la caligrafía japonesa
Desde 2016 el CBA organiza un exitoso taller de shodō, o arte de la escritura, impartido por la calígrafa japonesa Madoka Kubota. A lo largo de veinte sesiones, los alumnos aprenden esta exigente práctica milenaria que busca alcanzar el equilibrio y la belleza a través de la concentración en el trazo.
ORÍGENES DE LA CALIGRAFÍA JAPONESA
El shodō se originó en China hace unos 3.000 años y llegó a Japón en el siglo v, cuando el sistema de escritura y el arte de la caligrafía estaban ya ampliamente desarrollados en China, donde había nacido la escritura ideográfica. «Antes de la aparición de la escritura ideográfica en China, la gente expresaba sus ideas entrelazando cuerdas. Después comenzaron a escribir en caparazones de tortugas y en huesos de animales hasta que, con el invento del papel y la mejora de los pinceles, la caligrafía empezó a prosperar», explica Madoka Kubota.
Cuenta la leyenda que los caracteres chinos fueron creados por Cangjie, extraño personaje mitológico, con cuatro ojos y ocho pupilas, que servía como ministro al emperador Amarillo y que habría vivido en el siglo XXVII a. C. El emperador, descontento con su método de registro de información a base de nudos en cuerdas, encargó a Cangjie que creara un nuevo sistema de escritura, pero este no se veía capaz. Hasta que un día, un ave fénix dejó caer desde su pico un objeto: la marca de una huella. Con la ayuda de un cazador que por allí pasaba, Cangjie descubrió que se trataba de la huella de un pixiu (animal mitológico parecido a un león alado). Cangjie pensó que si podía capturar en un único dibujo sencillo, como la huella del pixiu, los rasgos definitorios de cada objeto existente sobre la faz de la tierra, tendría un sistema perfecto de caracteres con los que registrar cualquier dato que el emperador quisiera preservar. Así fue cómo Cangjie, prestando atención a las características visuales de cada animal, utensilio, astro o accidente geográfico, fue creando los caracteres de la escritura china.
Dejando a un lado la leyenda y entrando ya en el terreno de la historia, la difusión de la escritura en Japón se atribuye al príncipe Shotoku (574-622), propagador de las ideas budistas en el país y creador del término Nihon [Japón], que, como es sabido, significa «país del sol naciente».
«Actualmente, en Japón la caligrafía es una asignatura que se imparte en los colegios una vez por semana, a partir de los ocho años. Se sigue estudiando en el bachillerato y en algunas universidades, pero ya como asignatura optativa. Después de finalizar los estudios, muchas personas retoman la caligrafía como una formación continua por voluntad propia», explica Kubota.
LOS CUATRO ELEMENTOS DEL SHODO
El pincel (fude), la tinta (sumi), el tintero (suzuri) y el papel (kami) son los cuatro elementos fundamentales del shodō.
- El pincel, o fude, está compuesto por el mango (jiku) y la brocha (ho). Los pinceles que utilizan los calígrafos japoneses, se clasifican según la longitud de la brocha y la dureza del pelo.
- La tinta, o sumi, puede hacerse con hollín de pino quemado, con aceite de colza o de sésamo o con aceite mineral. En función de cuál de estos tres ingredientes se utilice, mezclados en cada caso con cola, se obtienen tintas de distintos espesores.
- El tintero, o suzuri, solía estar hecho en piedra. Ahora también se hacen de cerámica y de plástico.
- El papel, o kami, puede hacerse de forma manual o industrial. Para la fabricación del papel manual, llamado «papel de tina», se utilizan el cáñamo, dos tipos de plantas de la familia de la adelfilla o laureola, morera, paja de arroz y pasta de bambú.
TIPOS DE ESCRITURA JAPONESA
Kanji. Son ideogramas de origen chino, compuestos por un total de 2.136 caracteres. Su evolución ha marcado los diferentes estilos de caligrafía japonesa. Los principales son kaisho, gyousho y sousho.
Hiragana. Silabario compuesto por 46 sílabas. Sus caracteres derivan de la escritura cursiva del kanji.
Katakana. Este silabario, compuesto también por 46 sílabas, proviene de la escritura abreviada del kanji. Se utiliza para vocablos extranjeros, lugares, nombres propios, onomatopeyas y también, en ocasiones, para escribir los nombres de insectos, animales y plantas.
EL ARTE DE LA CONCENTRACIÓN Y EL EQUILIBRIO
El significado de shodō, «camino de la escritura», lleva implícita la idea espiritual, además de artística, de ir avanzando en un camino hecho a partir de trazos. Dependiendo de la intensidad y la forma de cada trazo, estos adquieren sentido y belleza. Como afirma Madoka Kubota, «lo más importante del shodō, es la concentración. Se escribe en silencio, prestando atención únicamente a la realización de los trazos, sintiendo el olor de la tinta. En el shodō tradicional es clave escribir cada trazo mirando el modelo, o rinsho, y pensando en el equilibrio».
Para Raúl Alcaide, alumno del taller, la concentración que exige el shodō «obliga a estar absorto en lo que se está haciendo y a moverse de una forma un poco diferente a la que estamos acostumbrados. Detrás de la aparente sencillez de los kanji, cada trazo requiere una presión específica y unas pausas determinadas. Se crea un ambiente de mucha atención, algo muy necesario en estos tiempos en los que estamos tan dispersos. Lo recomendaría cien por cien, porque te ayuda a estar más presente en lo que haces».
La posición del cuerpo también juega un papel clave: «Hay que mantener una distancia de un puño con respecto a la mesa y utilizar el movimiento del cuerpo a la hora de escribir, porque no se apoya la mano en el papel, sino que se escribe moviendo todo el cuerpo; es como si bailases», cuenta Pilar Cabezas, otra de las alumnas.
BELLEZA Y EXCELENCIA
Para Kubota, «lo que hace bella una caligrafía es el equilibrio, las proporciones, la fuerza y la limpieza de los trazos. También los espacios».
En cuanto a la excelencia del calígrafo, «su trabajo tiene que basarse en las obras clásicas, y debe dominar la técnica y el conocimiento sobre caligrafía, además de gozar del reconocimiento de otros calígrafos».
CALIGRAFÍA Y POESÍA
Siempre ha existido una estrecha relación entre la poesía y la caligrafía japonesas. El poema Iroha, compuesto por 47 kanas, es uno de los textos más reproducidos por los calígrafos nipones. También se esmeran en la escritura de haikus y tankas, poemas de 17 y 31 sílabas respectivamente.
El último ejercicio en los talleres de Madoka Kubota es la escritura de un haiku. «Empezamos reproduciendo los kanji, después, al final de la clase, con un pincel más fino, hacemos un haiku. Madoka cada día elige uno, siempre relacionado con la estación del año, nos lo lee y nos aclara su significado», explica Pilar Cabezas.
© Minerva, 2019. CC BY-SA-NC
15.10.19 > 02.12.19 (Y OTRAS FECHAS)
IMPARTE MADOKA KUBOTA
ORGANIZA CBA