CIUDAD

Fernando Pessoa es un poeta –un pensador, un escritor– inequívocamente moderno. Ello quiere decir muchas cosas pero, sobre todo, que su propuesta es impensable sin la realidad urbana, que su escritura, sus lecturas y sus desvelos resultan incomprensibles sin la presencia de la ciudad. «Ciudad» quiere decir aquí la propia disposición física de casas, avenidas, calles y plazas pero también el tipo de relaciones sociales y el tipo de percepción que desarrollan los que viven en la metrópoli.

¿Son estas figuras groseras, mezquinas, que vemos en todas las exposiciones, expresión de nuestras almas complicadas?
¡Pintemos lo que está cerca de nosotros, nuestro mundo urbano..., las calles tumultuosas, la elegancia de los puentes colgantes de hierro, los gasómetros, que cuelgan entre blancas montañas de nubes, el colorido excitante de los autobuses y de las locomotoras de trenes rápidos, los hilos ondeantes de los teléfonos (¿no son como un canto?), las arlequinadas de las columnas publicitarias y por último la noche..., la noche de la gran ciudad...!
Ludwig Meidner (1884-1966), Instrucciones para pintar la gran ciudad (1914)

En casa de Picasso en París, 3 de julio de 1952.
Picasso: «El otro día me paseé por la rue St. Denis. Es maravillosa.»
Kahnweiller: «¡Oh, la has visto! Yo a menudo paso por ella camino de mi casa. Es tan bella, con todas las chicas en fila por la acera.»
Picasso: «Sí, es tan bella; las chicas, los quincalleros, las flores: es espléndido. Me dije: Realmente un vaso y un paquete de cigarrillos son también maravillosos, pero tan difíciles como el juicio final; da lo mismo, sería maravilloso que uno pudiera plasmar la vida de una ciudad. No obstante, no se puede hacer solo, tiene que ser, como se hizo antiguamente con el cubismo, un trabajo en equipo.»
Pablo Picasso (1881-1973), Opiniones sobre el cubismo (1923-1960)




Me gusta, en las tardes lentas de verano, el sosiego de la parte baja de la ciudad, y sobre todo aquel sosiego que el contraste acentúa en el momento en que el día se entrega más al bullicio.

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Yo de día soy nulo, y de noche soy yo. No hay diferencia entre yo y las calles de la parte de la Alfândega, salvo el ser ellas calles y yo ser alma, lo que puede que nada valga ante lo que es la esencia de las cosas. Hay un destino igual, porque es abstracto, para los hombres y para las cosas ―una designación igualmente indiferente en el álgebra del misterio.

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No existen para mí flores como, a la luz del sol, el variadísimo colorido de Lisboa.

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