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En el poblado de su padre un muchacho se disponía a cazar pájaros

Ghandl
Traducción Leonor María Martínez Serrano

Transcripción del fragmento de un poema oral de Ghandl, creado y transmitido en el seno de la comunidad haida y transcrito en los albores del siglo XX por el etnolingüista John Swanton.

Érase un hijo de buena familia, dicen.
Solía él vestir con dos mantas de marta.
Después de acostumbrarse a tirarle a los pájaros,
subió hacia el interior, dejando el pueblo abajo, dicen.

Cruzando entre pinares
de camino a las charcas,
oyó un graznar de gansos.
Fue en esa dirección.

Había dos mujeres bañándose en un lago.
También algo en la orilla,
con dos pieles de ganso recubriéndolo.
Debajo de sus colas había trechos de blanco.

Después de contemplar la escena un rato,
atacó de improviso,
yendo a sentarse encima de las pieles.
Las mujeres pidieron que se las devolviera.

A la más atractiva le pidió matrimonio.
La otra replicó:
«No vayas a casarte con mi hermana menor.
Yo valgo más que ella. Hazlo conmigo.»

«Qué va. Voy a casarme con tu hermana menor.»

Y ésta dijo que sí, que le aceptaba, dicen.

«Pues bien. Cásate entonces con mi hermana menor.
Nos pillaste bañándonos
en este lago que es de nuestro padre.
Haz el favor de darme ya mi piel.»

Él se la devolvió,
y ella se la puso
mientras se hallaba aún dentro del agua.

Un ganso nadó entonces por el lago,
y ella empezó a llamar.
Tras lo que se alejó volando, dicen,
pese al dolor punzante
de estarse separando de su hermana menor.

Describió varios círculos sobre ellos.
Luego se fue volando, dicen.
Atravesó los cielos.

Él le dio a la más joven una de las dos mantas hechas de piel de marta,
y la llevó a su casa, dicen.
En la linde del pueblo se alzaba un cedro rojo con dos copas,
y entre sus troncos puso la piel de su mujer.
Después él la condujo a casa de su padre.

Como el hijo del jefe había tomado esposa,
el padre hizo venir a los vecinos, dicen.
A ella le ofrecieron alimentos,
si bien no hizo más que olisquearlos.

Se negaba a ingerir comida humana.

Más tarde, la madre de su esposo
se puso a preparar una infusión de cincoenrama, dicen.
Ante lo cual la esposa prestó más atención.
Mientras la suegra estaba aún afanándose,
ella pidió al marido
que le metiera prisa, dicen.

Al fin se la pusieron ante ella.
Fue vista y no vista.
Así que comenzaron a darle de comida sólo eso, dicen.

Algún tiempo después, estando él dormido,
su esposa se acostó a su lado.
La piel de ella era fría.
Cuando ocurrió de nuevo,
él resolvió observarla, dicen.

Estando él inmóvil en la cama,
la sintió desplazarse lentamente, dicen.
Así que ella salió,
y él se puso a seguirla.

Avanzó por la playa que había frente al pueblo.
Fue al sitio en el que estaba aún guardada su piel.
De allí se fue volando.
Se posó más allá de la linde del pueblo.

Él corrió adonde estaba.
Ella estaba comiéndose la seda de mar ancha que ahí crecía,
y el batir de las olas la devolvía a la orilla.
Él lo vio, dicen.
Y luego ella voló de regreso al lugar donde ellos le guardaban la piel.

Él retornó a la casa
antes de hacerlo ella, dicen.
Entonces se acostó,
y pronto tuvo al lado a su esposa, fría. [...]

Transcripción del fragmento de un poema oral de Ghandl, creado y transmitido en el seno de la comunidad haida y transcrito en los albores del siglo XX por el etnolingüista John Swanton.