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Soñar la democracia

Víctor Alonso Rocafort
Grete Stern, «Sueño nº 20: Perspectiva», 1949

Víctor Alonso Rocafort es doctor en teoría política y autor de Retórica, democracia y crisis. Un estudio de teoría política (CEPC, 2010), así como colaborador habitual en eldiario.es y miembro del grupo de economía crítica Colectivo Novecento. La pasada primavera participó en el ciclo Los lunes al Círculo, en la serie de charlas vinculadas a la exposición El gran río, con una conferencia en torno a la necesidad de la imaginación y el sueño –y de otros restos y tradiciones olvidadas de la modernidad– como herramientas capaces de hacernos recuperar un impulso utópico y crítico, tan alejado del fin de la historia neoliberal como de las fortalezas románticas que pretenden darnos cobijo en un mundo amenazante. Un llamamiento a la necesidad del bricolaje y la impureza en la política, a la necesidad de seguir explorando grietas.

«Vivimos en el capitalismo. Su poder se antoja inexorable.
También lo parecía el derecho divino de los reyes».
Ursula K. Le GuinUrsula K. Le Guin, Discurso de recepción de la National Book Foundation’s Medal for Distinguished Contribution to American Letters, 2014. Vídeo disponible en: http://vimeo.com/112654091..

Imaginación teórica o locura política

Somos seres imaginativos capaces de soñar, tanto dormidos como despiertos. Esta cualidad esencial que nos hace humanos, a la vez nos hace políticos. Sin sueño, enloquecemos.

La creatividad es la característica definitoria del homo sapiens, el alcance ilimitado de la fantasía nos ha otorgado ventajas únicas en el planeta. Los mitos y realidades imaginadas que nuestra especie es capaz de narrar mediante el lenguaje han logrado cohesionar y conformar comunidades por millonesEdward O. Wilson, Los orígenes de la creatividad humana, Crítica, Barcelona, 2018. Yuval Noah Harari, Sapiens. De animales a dioses. Breve historia de la humanidad (2013), Debate, Barcelona, 2018.. Resulta imprescindible imaginar más allá de lo dado para gestar proyectos de ciudad, para inventar resistencias o madurar alternativas, para desterrar lo que es injusto, lo que nos daña. También para indagar en la democracia, en sus pasados fugaces y en sus futuros posibles. La imaginación se suele asociar a la memoria y la lectura, que tanto la necesitan en la recreación que les da vida; resulta esencial para la empatía que nos abre las puertas de la escucha, la compasión o el compromiso. Un vínculo pacífico y respetuoso con la naturaleza y sus criaturas necesita asimismo tratar de vislumbrar cómo sienten otras formas de vida. El sueño, aquel tiempo de nuestra vida donde juega libre la fantasía, nos ofrece un reposo imprescindible para vivir, un espacio de protección hoy privilegiado frente al capital y un encuentro con aquello que también somos, y que en gran parte desconocemos.

Francisco de Goya, «El sueño de la razón produce monstruos», ca. 1799

Si el theôros griego viajaba a otras tierras con el objetivo de regresar y contar lo que allí había contemplado, al hacer hoy teoría política nos nutrimos de lo que otros libros, el pensamiento, la escucha, el diálogo o la propia experiencia nos aportan. Y en esa búsqueda de la originalidad que ha movido a nuestra especie desde hace al menos 70.000 años, la visión teórica aúna la perspectiva situada de cada cual, nuestras coordenadas y trayectorias únicas, con la imaginación creativa que somos capaces de desplegarSheldon S. Wolin, Politics and Vision. Expanded edition, Princeton University Press, Princeton, 2004..

La peligrosa deriva con la que ha comenzado este siglo exige renglones inéditos. La contingencia que preside los mundos físico y político, marcados ya de por sí por la incertidumbre y el cambio, junto a la continua irrupción de las generaciones más jóvenes, son las dos razones de peso que generalmente aducimos para ir transformando las viejas instituciones. De paso se favorece la entropía necesaria para la vida. Gracias a la libertad de crítica consustancial a lo que habría de ser una democracia, existe la posibilidad de mejorar lo que, como imperfectos humanos que somos, vamos instituyendoCornelius Castoriadis, «Poder, política, autonomía» (1988), en El mundo fragmentado, Terramar, La Plata, 2008.. No es orden, cierre nativista identitario ni nostalgia lo que necesitamos; es imaginación y democracia.

Adorno y Horkheimer escribieron en el prólogo de sus fragmentos filosóficos de 1944/1947 lo siguiente:

La censura de la imaginación teórica abre camino a la locura política (…) En la enigmática disposición de las masas técnicamente educadas a caer en el hechizo de cualquier despotismo, en su afinidad autodestructora con la paranoia populista: en todo este incomprendido absurdo se revela la debilidad de la comprensión teórica actualMax Horkheimer y Theodor W. Adorno, Dialéctica de la Ilustración. Fragmentos filosóficos (1944-1947, 1969), Trotta, Madrid, 2006, p. 53..

Ambos autores trataban de comprender. Buscaron salvar los valores de libertad y emancipación logrados durante la segunda ola de la Modernidad, la de la ciencia moderna y la Ilustración, y creyeron que para ello era preciso reflexionar crudamente sobre las fallas alojadas en su germen. La propia razón instrumental en marcha, aquella utilizada para dejar atrás tradiciones injustas, privilegios, desigualdades o supersticiones, había sido al mismo tiempo esgrimida para denigrar la fantasía, las artes, las humanidades y otros modos de acceso al conocimiento que sí habían latido con fuerza en el corazón de la primera ola moderna, la humanista y republicana. En el tránsito de una a otra ola, en medio de terribles guerras de religión que parecían exigir acuerdos definitivos sobre la verdad, se había erigido una ciencia, un sujeto ideal y una política universal que se expandieron colonialmente por el planetaStephen Toulmin, Cosmópolis. El trasfondo de la modernidad (1990), Península, Barcelona, 2001.. Se revolucionó nuestra comprensión del mundo y de paso también de la propia política, mejorándolas en parte, sí, pero al mismo tiempo haciendo recaer una peligrosa omnipotencia en manos humanas. Todo esto tendría consecuencias.

Fruto del vacío, la miseria y la desesperación que se alojarían en el alma de millones de individuos inmersos en el solitario desencanto moderno, aparecería la paranoia populista y el consiguiente hechizo por el despotismo. A pesar de toda la educación ofrecida desde los lycées y gymnasien europeos, a pesar de haber conocido en detalle los horrores provocados cuando se buscaron chivos expiatorios en los más vulnerables, a pesar de toda la demonización cultural recibida sobre los grandes dictadores y totalitarismos del siglo XX, el ricorsi de la historia se asoma de nuevo. En que sigamos sin comprender ni saber cómo enfrentar este absurdo se revela la debilidad teórica actual.

Los populistas de la nación y de la patria, adulando como siempre a unos frente a otros, anuncian a través de viejos engaños y renovados exabruptos un nuevo tiempo de persecuciones. Mientras, el proyecto neoliberal y fortificado de la Unión Europea ha marchitado cualquier ilusión que pudiera haber generado hace décadas en amplias capas desideologizadas de la población. Y la socialdemocracia continúa por su parte sin intención de impugnar el marco del capital y de la política migratoria común, demostrando en general los evidentes límites de su mala conciencia.

En este confuso impasse de peligrosas inquietudes y falta de esperanza, donde los proyectos políticos en liza carecen de imaginación alguna y vuelven a sonar las trompetas del Romanticismo, es preciso recuperar las mejores enseñanzas internacionalistas, pluralistas y revolucionarias de la izquierda, aquellas que aunaron transformación social y libertades sin perder la mano de la ética. Estas habrían de imbricarse en un proyecto democrático de envergadura, innovador, capaz de hablar desde la complejidad de la propia época a una población que anhela buena política.

La democracia no es lo que parece

Los físicos teóricos suelen decir que las mejores historias, las que se acercan mejor a lo real, son aquellas que nos desafían y nos sacan de nuestra zona de confort. Así sucede con los relatos sobre la evolución, la mecánica cuántica o el tejido espacio-temporal del universo, a través de los cuales descubrimos que la realidad no es ni mucho menos lo que pensábamos que era. Desafían directamente nuestras intuiciones, lo que nos enseñaron o lo que captan nuestros limitados sentidos. El Sol parece girar a nuestro alrededor en el cielo, los humanos parecen ser muy diferentes de los insectos, el tiempo parece discurrir en orden desde el pasado hacia el futuro y la Tierra parece ser plana… pero nada más lejosLawrence M. Krauss, La historia más grande jamás contada… hasta ahora. ¿Por qué estamos aquí?, Pasado y Presente, Barcelona, 2017, pp. 12-14. Carlo Rovelli, El orden del tiempo (2017), Anagrama, Barcelona, 2018, pp. 9-10. Christophe Galfard, El universo en tu mano (2015), Blackie Books, Barcelona, 2017, pp. 146-147..

El mundo no es como parece. Anaximandro tuvo la audacia de enunciarlo en la vieja Mileto de hace más de dos mil años, dando así origen a una forma de pensar propiamente científica. Imaginó que la Tierra era finita y flotaba en un cielo al que dotó de profundidad, lo que suponía la apertura hacia el cosmos y un golpe mortal a nociones fundamentales como el arriba (Cielo) y el abajo (Tierra). Para formular esto tuvo que corregir a Tales, su maestro, al que respetaba, así como hubo de dejar a un lado a los dioses. La crítica y el diálogo que darían sentido a la ciencia no por casualidad imperaban en su ciudad, Mileto. El contraste con la Escuela Imperial de Astronomía China, regida con una estricta jerarquía a los maestros, es claro. Como destaca Carlo Rovelli, en esta última no se conoció que la Tierra era redonda hasta el siglo XVIICarlo Rovelli, El nacimiento del pensamiento científico. Anaximandro de Mileto (2009), Anagrama, Barcelona, 2018, passim..

El acceso a la realidad de nuestra experiencia en el Universo solo es posible desde la creatividad y la valentía intelectualKrauss, La historia más grande jamás contada… hasta ahora, pp. 11, 61.. El mismo principio rige en el mundo político, al menos si queremos ir más allá de nuestras primeras impresiones, enseñanzas oficiales o prejuicios.

Enfatizaba Ursula K. Le Guin en 2014 que estamos en una era que necesita «escritores que puedan recordar la libertad. Poetas, visionarios, realistas de una realidad más grande»Le Guin, Discurso de aceptación de la National Book Foundation’s Medal for Distinguished Contribution to American Letters, 2014.. Gianni Rodari exigió toda su vida disfrutar de una Fantástica en la escuela, tal y como tenemos una Lógica, para así formarnos en el imprescindible arte de crear. No con el objetivo de ser todos artistas, sino para que nadie sea un esclavoGianni Rodari, Gramática de la fantasía. Introducción al arte de contar historias, Planeta, Barcelona, 2018, pp. 9, 13.. Son autores que dicen desde la literatura lo que Rovelli destaca en el ámbito científico: «la ciencia, antes de estar constituida por experimentos, mediciones, matemáticas, deducciones rigurosas, lo está, sobre todo, por visiones. La ciencia es, ante todo, una actitud visionaria»Carlo Rovelli, Siete breves lecciones de física (2014), Anagrama, Barcelona, 2016, pp. 31-32.. Y es lo que nos encontramos, desde su mismo título, en una obra fundamental de la teoría política de la segunda mitad del siglo XX, Politics and Vision, de Sheldon S. Wolin. La imaginación nos ayuda a actuar y comprender mejor, nos hace más libres y realistas.

Grete Stern, «Sueño nº 45» (sin título), 1949

Durante las crisis más agudas de las comunidades políticas se suele echar la vista atrás para poner en duda sus cimientos fundacionales. También los conceptos políticos, ya de por sí flexibles, alcanzan su máxima elasticidadReinhart Koselleck, Futuro pasado. Para una semántica de los tiempos históricos (1979), Paidós, Barcelona, 1993..

Adjetivar la democracia como real reveló en su momento la pretensión de volver al origen, a la esencia, tras décadas de haber utilizado este concepto como término fetiche para casi todo, incluso para su contrario. Nos convertimos en físicos de la política, nada era como nos habían contado. El capitalismo neoliberal del subempleo y los desahucios, los gobiernos autoritarios de las cargas inmisericordes y las mordazas, no podían ser democracia. Más de doce millones de personas viven en España en riesgo de pobreza y exclusión social, uno de cada tres menores, más de la mitad de las familias monomarentales, también de nuestros vecinos y vecinas extracomunitarios, en una situación que coarta directamente su libertad. Denominaciones como democracia de mercado o democracia liberal empezaron a revelarse como sendos oxímoros que se alejaban cada vez más del sustantivo principal, pues la democracia sin equidad ni libertad se queda en nada.

Para construir una democracia que sea real habremos de apoyarnos en la fantasía. No solo, pero sí como condición inicial y necesaria. La imaginación tiene la virtud de aprehender en un instante los amplios asuntos de la política gracias al auxilio que le ofrecen las imágenes y su traducción mediante figuras del lenguaje como la metonimia y la metáforaGeorge Santayana, Soliloquios en Inglaterra y soliloquios posteriores (1922), Trotta, Madrid, 2009, p. 129.. Contamos para esta tarea con un componente esencial de nuestra condición humana, nuestra parte letárgica, donde la fantasía es poderosa. Con prudencia, sin instalarnos fuera del mundo como lunáticos ni regresar a viejas supersticiones, resulta indispensable atenderla políticamente si queremos superar lo existente.

Letargia

Todo lo que tiene que ver con la letargia remueve de tal manera los pilares de lo establecido que no son extraños los ataques que recibe, la concienzuda extirpación que sufre respecto a lo que merece atención, seriedad y análisis. No hay más que comprobar, dentro de una sociedad cada vez más ejecutiva que reclama ciudadanos en alerta constante, prestos para la lucha por la vida, la posición que van tomando en las leyes educativas las materias creativas, filosóficas o musicales en los currículos educativos.

Jonathan Crary ha denunciado recientemente en 24/7 toda una constelación de acontecimientos, al hilo de la globalización neoliberal, que está empujando la vida hacia los contornos de la duración ininterrumpida, hacia el mundo de la rentabilidad y las máquinas. De las investigaciones en pos del soldado insomne a los proyectos de satélites reflectantes capaces de iluminar la noche de amplios territorios del planeta, de la disponibilidad laboral a todas horas al consumo continuo. Dormimos de media casi tres horas menos que lo que se dormía en Europa hace un siglo, e investigaciones recientes demuestran que cada vez más gente se despierta a medianoche para comprobar mensajes en sus dispositivos móviles. El sueño aún resiste a duras penas su condición de espacio vedado al capital, todo ello a pesar del éxito del negocio farmacéutico de las pastillas contra el insomnio o de la caída en las redes del mercado de viejos gigantes como el agua y la amistadJonathan Crary, 24/7. El capitalismo al asalto del sueño (2013), Planeta, Barcelona, 2015..

Hay un trasfondo teórico esencial en estos ataques. El concepto de letargia acuñado por Javier Roiz nos puede ayudar a comprenderlo. Esta consistiría en el tiempo que alberga los sueños, la música y el arte, el pensamiento más allá de la actividad mental rutinaria, englobando por tanto todo aquello que nos ayuda a considerar como ciudadanos completos a infantes y bebés. La letargia supone por tanto un componente esencial de la vida real, imprescindible para el feminismo y la construcción de otras masculinidades, para una ancianidad más dignaJavier Roiz, El mundo interno y la política, Plaza y Valdés, Madrid, 2013, pp. 142, 161ss. Ver también: Javier Roiz, La recuperación del buen juicio, Foro Interno, Madrid, 2003, capítulo 8. Más allá de ese tercio de nuestras vidas que pasamos durmiendo, generalmente de noche, «no hay hombre que viva sin soñar despierto». Bloch. El principio esperanza (1), Trotta, Madrid, 2007, p. 26. Véase también ibid., pp. 41, 107-108, 117ss, 150.. Desde el pensamiento colectivo que se plantó creativamente ante el avance neoliberal durante las protestas de 2011 se comprendió muy bien: «si no nos dejáis soñar no os dejaremos dormir».

La letargia, extraña a las ilusiones de soberanía, orden y omnipotencia que constituyen los pilares de la modernidad triunfante, frente a todo ese control y deseo de inmenso poder que recorre el modelo ideal de ciudadano, de propiedad y de Estado desde el S. XVII europeo, irrumpe con la vulnerabilidad y la dependencia como contrapuntos de resistencia insertos en una realidad más amplia y compleja, aquella que al fin y al cabo todos reconocemos como propia en nuestro día a día. Ajena a la expansión de la vigilancia mediante la sospecha permanente, a toda manía persecutoria y a las fortificaciones identitarias de los románticos, atender la letargia significa también otro modo menos belicoso de relacionarse con la crítica. Nos ayuda a entender la paradoja en la que entramos al utilizar a todas horas conceptos como soberanía, pues lo que es imposible para uno mismo resulta difícilmente realizable sobre territorios inmensos.

De la mano de la letargia, en definitiva, nos llegan otras formas de pensar, de sentir y de expresarse, otros modos de vincularnos en sociedadFernando Fernández-Llébrez, «¿Hombres de verdad? Estereotipo masculino, relaciones entre los géneros y ciudadanía»: Foro Interno. Anuario de Teoría Política, nº 4 (2004), pp. 15-43.. También otras formas de conocimiento y de comprendernos que quedaron arrumbadas en torno al siglo XVII, caso del humanismo mediterráneoPara un estudio de la retórica clásica y humanista del Mediterráneo, en conexión con la democracia radical contemporánea: Víctor Alonso Rocafort, Retórica, democracia y crisis. Un estudio de teoría política, CEPC, Madrid, 2010.. Incorporarlas a nuestro modo de hacer política significa reconocer que la voluntad no puede con todo, que mediante la memoria predadora somos incapaces de conocernos de forma completa, que el ensueño es liberador y que necesitamos, en definitiva, colaborar en igualdad entre diferentes para sobrevivirPara los conceptos de memoria roja o predadora, de olvido genuino y memoria verde o involuntaria: Javier Roiz, El experimento moderno, Trotta, Madrid, 1992..

Sueños

La reivindicación que hizo Sigmund Freud de la letargia en La interpretación de los sueños (1899) como un componente fundamental de nuestra existencia supuso un hito de considerable magnitud también para la política, más allá de la propia ciencia o la psicología. Escrito cuarenta años después que El origen de las especies (1859), de su admirado Charles Darwin, la obra de ambos pensadores modificó por completo la concepción moderna del ciudadano para abrir paso a maneras más humildes de pensarnos. La neurociencia del siglo XXI no sería posible sin sus pioneros estudios y es así como hoy en día sigue sus pasos.

Joan Miró, «Perro ladrando a la luna», 1926

Pero así como las obras de Freud han sido incorporadas al campo científico posibilitando avances que nos siguen asombrando, la práctica política continúa ignorándolas. Se continúa dando por supuesta la visión cartesiana con que se pensaba hace más de tres siglos al sujeto, sobre un tablero representativo y capitalista que en lo esencial tampoco ha variado gran cosa desde entonces, salvo quizá la extensión del sufragio.

Freud no transitaría de la Medicina a la Psicología hasta bien cumplidos los cuarenta años. Y allí, frente al estudio del alma humana y debido principalmente a los límites tecnológicos de su era, dejó a un lado su proyecto de psicología científica para neurólogos para iniciar en su lugar un acercamiento original al interior del ser humano, el psicoanálisis, que albergaba importantes coincidencias precisamente con la retórica humanista. Así, encontramos el valor central que ofrecen ambos campos de estudio a la curación por la palabra, el respeto musical que otorgan a la escucha y los silencios, la interacción del logos, el pathos y el ethos entre ellas, con el cuerpo y con la fantasía, o ese objetivo compartido final de gobernarse a uno mismo. Retórica y psicoanálisis coincidirán en atender la oratio perpetua de unos seres humanos que se comprenden de una manera más completa, con vigilia y letargia, a la vez que sin embargo se reconoce que resultan imposibles de cartografiar en toda su extensiónPeter Gay, Freud. Vida y legado de un precursor (1988), Paidós, Barcelona, 2012, pp. 25-26, 47, 55, 59-60. Javier Roiz, «Un viejo maestro para el futuro: Sigmund Freud», en La recuperación del buen juicio. Teoría política en el siglo XX, Editorial Foro Interno, Madrid, 2003. Sigmund Freud, «La interpretación de los sueños» (1900), Obras completas, tomo I, Biblioteca nueva, Madrid, pp. 343-344, 476..

Al igual que para el estudio del universo y de los componentes micróscópicos de la materia hace tiempo que dejamos de seguir a Isaac Newton, tampoco la neurociencia contemporánea gira ya en torno a la rudimentaria división idealista y dual que constituyó el eje de la que una vez fue considerada nueva ciencia cartesiana. David Eagleman sentencia: «Las intuiciones de Freud sobre el cerebro inconsciente fueron acertadas»David Eagleman, Incógnito. Las vidas secretas del cerebro (2011), Anagrama, Barcelona, 2018, p. 29.. Kandel, quien recibiera el Premio Nobel de Medicina en el año 2000, va más allá cuando afirma que los avances de las últimas décadas en lo que denomina biología mental suponen, en su opinión, «continuar el programa científico que Freud vislumbró originalmente»Eric Kandel, En busca de la memoria, Katz, Madrid y Buenos Aires, 2007, p. 432. Ver también: Gay, Freud. Vida y legado de un precursor, pp. 105-108.. Son autores que defienden el enriquecimiento mutuo que surge del intercambio entre el empeño humanista del psicoanálisis y las novedades que aportan la neurociencia o la psicología evolutiva.

La afirmación de que no hay momento más pacífico y creativo en el ser humano que el sueño, por ejemplo, es una contribución de primer orden a la política siempre que entendamos que esta comienza en nosotros. Con reflexiones como esta Freud, a través de su autoanálisis y el de sus pacientes, mediante su escucha en atención flotante y su más amplia obra sobre los sueños, despedía el siglo XIX revolucionando no solo la psiquiatría sino también la propia política en un sentido democrático.

Como un paño de tedio gris que en su interior alberga la seda más intensa y colorida, así describía Walter Benjamin al cuerpo que sueña. Prácticamente impertérritos para quienes nos observan, acurrucados bajo las sábanas con los ojos cerrados, en nuestro interior suceden maravillas al dormir, se derriten los relojes y logramos estar hasta en dos o tres sitios a la vez, provocando el derrumbe de toda pureza identitaria. Inermes, totalmente expuestos, al soñar armonizamos las contradicciones que nos recorren gracias a una fantasía desmesurada y simbólica, sensible a lo que somos y sentimos, en busca de la realización de nuestros deseos más íntimos. Estamos ante otra forma de pensar, afirmaba Freud. Más allá de su contenido manifiesto los sueños, a menudo disparatados y similares a los jeroglíficos, tienen su sentido. Durante la noche asimilamos nuestro bagaje de recuerdos, impresiones y representaciones diurnas, condensamos múltiples experiencias y pensamientos que nos recorren, olvidamos toneladas de instantes para ocuparnos de lo que consideramos esencial. Conectados con nuestro cuerpo, la naturaleza y el planeta en su conjunto, con su ritmo de rotación, el sueño es un intervalo que aún permanece protegido del capitalismo, del trabajo y del consumo, dedicado al cuidado de sí.

Antonio de Pereda, «El sueño del caballero» (o «Desengaño del mundo»), ca. 1650

Sobrecoge leer a Joaquim Amat-Piniella, al hilo de su experiencia junto a miles de republicanos españoles en Mauthausen, sobre el anhelo de sueño que tenían los presos como mejor modo de evadirse de la terrible realidad de los campos nazis de exterminioJoaquim Amat-Piniella, K. L. Reich (1963), Libros del Asteroide, Barcelona, 2014, pp. 34, 121, 191.. Durante el sueño nos adentramos en nuestro mundo interno, en el corazón de las cosas suprimidas, en el cuarto oscuro de nuestras vivencias, añadiría Walter BenjaminWalter Benjamin, Sueños, Abada Editores, Madrid, 2011.. Y cuando el mar de la letargia se retira, una vez superado el delicado momento del despertar, gozamos de valiosos restos para paladear en la vigilia.

Hannah Arendt escribiría que precisamente es desde un lugar oscuro y privado, oculto al mundo común compartido e impenetrable al conocimiento humano en su ligazón a misterios como nuestro origen y destino más allá de la vida, desde donde podemos aparecer precisamente en el espacio público con cierta profundidad, con algo que aportar tras haber podido cultivar nuestra propia singularidad. Ernesto Grassi tomaba las palabras del poeta Jean Paul, «la noche interior es la madre de los dioses», para explicar ese aparecer a la luz que la etimología de phantasía nos sugiereHannah Arendt, La condición humana, Paidós, Barcelona, pp. 70-71, 76-77. Ernesto Grassi, El poder de la fantasía. Observaciones sobre la historia del pensamiento occidental (1979), Anthropos, Barcelona, 2003, p. 178..

Más allá de los lugares puertas afuera donde el sueño es proscrito, como en las plazas, lugares de estudio o de trabajo, aquellas personas con un hogar, que pueden dormir confiadas en un entorno protegido, poseen la oportunidad del descanso y la hondura hacia el pensamiento genuino. Es por ello también que aquellas personas en alerta permanente, o que siempre están en pantalla, van adquiriendo tanta superficialidad en sus acciones y discursos que sus identidades se diluyen. Sobreviene lo que Crary denomina la estandarización de la experiencia, acentuado por el auge de dispositivos que con sus pantallas nos derivan a operaciones y respuestas repetitivas, monocordes, que ahogan el estar en el mundoCrary, 24/7, pp. 31, 36..

Es así, en el sueño, donde encontramos la esencia de la letargia política. En él se acepta la mezcla, la incoherencia del ser y no ser algo, de estar aquí y allí a la vez. Las figuras centrales del sueño toman la forma de la Sammelperson, al decir de Freud, compuestos, acumulaciones de dos o más personas conocidas. No triunfa la voluntad, no somos soberanos. Las libertades de asociación y expresión se saltan los muros de la lógica que nos enseñaron en la escuela, exploran más allá de cualquier lenguaje o principio causal, la sexualidad se libera y expresa, lejos de la conciencia. Accedemos a los recuerdos que sabemos inaccesibles durante el día, regresamos cada noche a nuestra infancia, a los patios escolares, a los viejos hogares. El sueño hace real nuestra irremediable pluralidad interna en la sucesión de edades que también somos. Dramatiza una idea, la poetiza, disfraza un impulso o un recuerdo inaceptable para que de alguna manera lo pensemos y experimentemos a través de la plasticidad de imágenes que nos hacen sentir. Nuestras virtudes se reflejan distorsionadas en los removidos suelos de lo no consciente, abriendo la puerta a abismos desconocidos, inquietantesSigmund Freud, «La interpretación de los sueños» (1900), Obras completas, tomo I, Biblioteca nueva, Madrid, especialmente pp. 351, 354-358, 374-387, 398-399, 420-428, 450-455, 458-459, 462-480, 516ss., 525, 715-716, 720. Peter Gay, Freud. Vida y legado de un precursor (1988), Paidós, Barcelona, 2012, p. 111, 133-174. Walter Benjamin, Sueños, Abada Editores, Madrid, 2011, pp. 70, 74, 94-95. Para las diferencias entre Benjamin y Freud, ver: Burkhardt Lindner, «Epílogo. Benjamin como soñador y teórico del sueño», en: ibid., pp. 138-141..

Así es como somos también en realidad, y conviene conocerlo para mejorar las tareas de gobierno más cercanas e insoslayables que tenemos, las de nuestra propia vida y, a partir de ahí, las de la comunidad política de la que formamos parte.

Soñamos preferentemente en el periodo nocturno. La época del abierto 24 horas y de Internet, la red que nunca duerme, precisa de una reflexión detenida sobre cómo estamos construyendo la noche en el mundo del siglo XXI. Pensar la letargia implica así repensar lo político y la ciudad durante la noche, pero no se agota ahí. Resulta importante aclarar que esto no significa regresar a las profundidades de lo oscuro, a lo telúrico del pasado y las peregrinaciones antorchadas de lo gótico que hoy regresan con los nacionalismos. Precisamente Freud desactivó toda esta entronización romántica de la voluntad en marcha comprobando que ni reina en nosotros ni es deseable su tiranía. La obra de Ernst Bloch supone otro potente antídoto frente a la sociedad de la vigilia y su tenebroso reverso insomne. La reivindicación de los sueños diurnos, la función anticipatoria de la fantasía y toda la libertad que despliega en los tres volúmenes de El principio esperanza, resulta hoy un complemento esencial a la letargia nocturna.

Esperanza

Buena parte de las ensoñaciones que tenemos despiertos suelen ser sexuales o profesionales, banales fugas de lo anodino de nuestra existencia, anota Bloch. Pero otras muchas contienen semillas políticas capaces de superar la resignación ante la explotación establecida, atisban posibilidades de ruptura que se pueden concretar en una vida mejor. Hay bastante de fabulación en ellas, pero también de meditación y de proyectos. El ego no está tan debilitado como al dormir, uno comprende y puede relatar lo ensoñado en un paseo o frente a la ventana. La fantasía, siendo fundamental para artistas y científicos, resulta vital para toda acción que busque mejorar el mundo. Los campesinos alemanes de 1525, los revolucionarios franceses y rusos, acompañaron su ira con grandes dosis de esperanza, nos dice Bloch, plasmándola en una orientación utópica concreta, anticipando lo que realmente era posible traer al mundo de lo real.

Desde Marx no solo contemplamos e interpretamos, transformamos, nos recuerda Bloch. La contemplación se dirige a lo concluso, es decir, resulta ciega al futuro y no puede ser más que impotente para el presente. Tal y como defendió su gran amigo Walter Benjamin en sus Tesis sobre la filosofía de la historia, Bloch nos dice que el pasado está repleto de futuro, preñado de esperanza en un mundo dinámico donde a menudo se alcanzan logros políticos y sociales. Es decir, la teoría debe anticiparse a lo que todavía no ha llegado para impulsarlo, desde una memoria acorde a la complejidad de lo ya sido, tomando partido a favor de lo digno y lo justo que se atisba en el proceso. Lo todavía no consciente es una forma de olfatear, también de construir lo que se aproxima, un modo de asomarnos «al aire fresco del amanecer» con nuestras herramientas políticas listas para mejorar nuestra realidadBloch. El principio esperanza (1), Trotta, Madrid, 2007, pp. 25-33, 58, 61, 107ss., 150-151, 180-183, 240, 263, 292, 351, 361-362. Ver también: Isaiah Berlin, Las raíces del Romanticismo. Rüdiger Safranski, Romanticismo. La odisea del espíritu alemán, Tusquets, Barcelona, 2012..

El propio Lenin exclamaría en imperativo ¡Hay que soñar!, mientras reclamaba un punto de contacto entre el sueño y la vida, al modo de las escaleras de Joan Miró, como en el sueño de Jacob. La fantasía reencanta el mundo, acompaña al frío análisis y la estrategia desde lo que Bloch denominó marxismo cálido; nos proporciona entusiasmo, expectativas, desde una base al fin y al cabo material, cumple una función trascendente sin trascendencia. Benjamin y Bloch ejemplifican bien esa simbiosis entre los sueños marxistas y judíos que hoy sin embargo prosigue en los márgenes.

El socialismo para Bloch está al final de estos sueños políticos, tras «la nube de humo de un cambio gigantesco», pero no como un paraíso abstracto finalmente ordenado. Estamos ante un marxista heterodoxo que nos ofrece una visión del mundo y de la materia fragmentaria, en movimiento, siempre inacabada. Lo real es un proceso, escribirá, entre un pasado no del todo cerrado y un futuro posible. La vida, como nuestro interior, nunca está completa. Jamás se dará de forma milimétrica lo que hemos fantaseado, no habrá coincidencia total pero al menos la imaginación fermenta, alienta posibilidades y empuja. Esta contingencia de lo humano, y por ende de lo político, es lo que nos permite actuar, colarnos en el relato aún por escribir para impulsar lo que anida en la latencia del mundoBloch. El principio esperanza (1), pp. 41, 61, 69, 106, 181, 218-219, 238-242. Ver también: Vicente Ramos Centeno, «Sobre la necesidad de leer a Bloch»: Anthropos, 146/147 (1993), pp. 93-98. Javier Oroz, «Esperanza y memoria anticipadora en Ernst Bloch»: Anthropos, 146/147 (1993), pp. 108-111..

La espera al sonido de la campanilla en la puerta que Bloch recuerda de su infancia, que rompía el silencio de la noche con el anuncio de que llegaba aquél o aquélla a quien secretamente se esperaba, nos conduce a lo que Hannah Arendt escribió respecto a la novedad revolucionaria que cada nacimiento trae al mundo. Esperanza. Quizá intransitiva en sus comienzos, sin objetivo fijo, un estado de ánimo del ser inconformista que también somos pero que enseguida encuentra su por qué, su resorte en el aguijón del hambre, en la carencia material y en toda la fuerza del no a la injusticia. En el deseo de superar la opresión hacia una vida mejor. Una fantasía, activada por la urgencia, que aterriza en lo concreto, capaz de alejarse de toda fantasmagoría para anticipar posibilidades reales. Frente a la vida contemplativa de lo cerrado, Bloch ensalza la vida activa que escapa al fatalismo.

En este siglo XXI de crisis financieras y lacerantes desigualdades, de guerras y terrorismo global, donde la amenaza nuclear y climática ya se dan la mano en el presente mientras resurgen nacionalismos y fascismos, las concepciones del mundo político que hemos heredado se están viendo sacudidas con fuerza. Pero sigue habiendo espacio para la esperanza. Precisamos de una teoría digna de tal nombre tanto para la crítica como para la propuesta, con coraje, creatividad y libertad. Sabiendo que pensar la democracia real, construirla, va a ser en primer lugar soñarla.

Los lunes al círculo
Conferencia de Víctor Alonso Rocafort: Soñar la democracia
21.05.18

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