Tienen los hasidim una sentencia referida al mundo venidero que dice lo siguiente: todo allí está dispuesto como aquí. Tal como es hoy nuestra habitación, así será en el mundo venidero; donde nuestro hijo duerme ahora, dormirá en el mundo venidero. La ropa que en este mundo nos vestimos la vestiremos en el mundo venidero. Todo será justo como aquí, aunque será un poco diferente. Así lo fija nuestra fantasía, que corre un velo sobre lo lejano. Todo puede seguir tal como estaba, pero ese velo ondea sobre el fondo y, mientras tanto, todo se desplaza, imperceptiblemente, bajo él.
Todo conocimiento ha de contener en su interior alguna pizca de contrasentido, al igual que en la Antigüedad los dibujos de los tapices o los frisos se desviaban un poco en algún sitio respecto de su curso regular. […] lo decisivo no es el avanzar de un conocimiento a otro distinto, sino saltar sobre cada uno. Ese salto es la marca de lo auténtico, lo que distingue al conocimiento de una mercancía hecha en serie, siguiendo algún patrón preexistente.