La libertad de hablar se está perdiendo. Antes era evidente que las personas que mantenían una conversación se interesaban por su interlocutor, pero eso ha sido hoy sustituido por la pregunta por el precio de sus zapatos o de su paraguas. En toda conversación se va infiltrando el tema que plantea las condiciones de vida, el del dinero. […] Es como si estuviéramos atrapados dentro de un teatro y tuviéramos que presenciar la obra que se representa en el escenario, lo queramos o no, convirtiéndola, una y otra vez, en objeto del pensamiento y la conversación.
Con la etiqueta en que se muestra el precio entra la mercancía en el mercado. Individualidad y calidades materiales sólo ofrecen un incentivo para el cambio, revelándose del todo irrelevantes para la estima social de su valor. La mercancía se ha vuelto una abstracción. Tras írsele de las manos al productor y perdida su real singularidad, deja claramente de ser un producto sometido al dominio de los hombres. Habiendo así ganado ‘objetualidad fantasmal’, tiene ya vida propia. [...] Marx nos habla al respecto del carácter fetichista de la mercancía, un carácter que [...]«surge por su parte del concreto carácter social del trabajo que produce dichas mercancías [...]. Pues sólo es la específica relación social entre los hombres la que aquí ahora adopta para ellos la forma fantasmagórica de una relación entre las cosas».
Otto Rühle. Karl Marx, Hellerau, 1928, pp. 384-385. Cit. en Obra de los pasajes, G 5, 1
Por bella que una casa pueda ser, será, antes que nada [...] tantos metros de alto por tantos de ancho. Del mismo modo la literatura, que es la materia más inapreciable, es ante todo relleno de columnas; y el arquitecto literario, cuyo solo nombre nunca basta para que se logren beneficios, tiene que vender a cualquier precio.
Baudelaire. Œuvres, ed. Le Dantec, vol. II, p. 385. Cit. en Obra de los pasajes, J 35 a, 7