Hasta llegar [los surrealistas] nadie se había dado cuenta todavía de que la miseria, no sólo social, sino también miseria arquitectónica, o la miseria propia del intérieur, con las cosas esclavizadas y esclavizantes, se transforman en nihilismo revolucionario.
Para elaborar una buena prosa es preciso subir tres escalones: el musical, en el que hay que componerla, el arquitectónico, en el que hay que construirla, y el textil, en el que tenemos que tejerla.
Recientemente los nuevos arquitectos lograron, con su cristal y con su acero, crear unos espacios en los que es muy difícil dejar huellas. «De acuerdo con lo dicho», escribió Scheerbart hace veinte años, «hoy podemos hablar de una nueva ‘cultura de cristal’. Y ese nuevo entorno de cristal cambiará por completo al ser humano».
Emblemas arquitectónicos del comercio: el escalón que sube a la farmacia, o el estanco que se adueña de la esquina. El comercio aprovecha los umbrales.
Altas murallas rayadas con orín por tubos de derribadas chimeneas, descubren, como se ve en la sección de un típico plano arquitectónico, el misterio de las distribuciones interiores. [...] Es un espectáculo curioso ver las casas abiertas con sus suelos colgando del abismo, donde el papel pintado de colores brillantes o con flores aún marca la forma de los cuartos, cuyas fragmentarias escaleras no conducen ya a parte alguna; con cavas reveladas a la luz, con extraños escombros y ruinas violentas; salvo por su tono ennegrecido, uno casi creería contemplar esos derrumbados edificios y arquitecturas siempre inhabitables que Piranesi, con buril enfebrecido, nos fue esbozando en sus aguafuertes.
Théophile Gautier. Mosaïque de ruines, París, 1856, pp. 38-39. Cit. en Obra de los pasajes, C 7, 1
Las construcciones de Haussmann son la representación correspondiente, en su maciza eternidad amurallada, a los principios propios del gobierno imperial absolutista: entera supresión de cualquier tipo de formación individual, de cualquier desarrollo orgánico autónomo; el más completo odio por toda clase de individualidades.
J. J. Honegger. Grundsteine einer allgemeinen Kulturgeschichte der neuesten Zeit, V, Leipzig 1874, p. 326. Cit. en Obra de los pasajes, E 1 a, 1
Hay que transmitir a cada parte de lo que es el habitar humano [...] el modo de construcción monumental. Hay que alojar no sólo a aquellos pocos más privilegiados, sino a todos los hombres en palacios. Para que el hombre habite en un palacio, debe vivir con sus semejantes en una relación de asociación [...]. La asociación de cada elemento comunal es lo único que puede abrirle al arte el impulso inmenso de que hablamos.
D. Laverdant. De la mission de l’art et du rôle des artistes. Salon de 1845, París, 1845, Bureaux de la Phalange, pp. 13-15. Cit. en Obra de los pasajes, E 8 a, 2
La producción técnica, al principio, aún se encontraba sumida en el sueño. (Porque también la técnica, y no sólo ya la arquitectura, es en ciertos estadios testimonio de un auténtico sueño colectivo).
En el primer tercio del siglo pasado nadie sospechaba todavía cómo se debía construir edificios utilizando ya cristal y hierro. Hace ya mucho tiempo que lo han resuelto los hangares y los silos.
Es en 1791 cuando aparece en Francia el concreto nombre de ‘ingeniero’ para con tal nombre designar los militares especializados en las técnicas de los asedios y fortificaciones. «Y, en esa misma época y país, empezaría a hacerse manifiesta la consciente y agria oposición [...] entre ‘construcción’ y ‘arquitectura’».
A. G. Meyer. Eisenbauten, Esslingen, 1907, p. 3. Cit. en Obra de los pasajes, F 3, 6
Nunca antes cobró tal relevancia la escala propia de ‘lo más pequeño’. También lo más pequeño de un conjunto, es decir, lo que es ‘poco’. Se trata de unidades de medida que ya hace mucho tiempo habían conseguido validez en las construcciones de la técnica y de la arquitectura, y mucho antes que la literatura fingiese hacerlas suyas. En realidad, estamos ante la más temprana aparición, en lo que hace a su forma, de lo que es el principio del montaje. Así, en el caso de la torre Eiffel: «Enmudece aquí, de esta manera, la potencia plástica en favor de una tensión monstruosa de la energía espiritual, por la cual la energía inorgánica de los materiales se reduce a las formas que son más eficaces y pequeñas, entrelazando ahí unas con otras».
A. G. Meyer. Eisenbauten, Esslingen, 1907, p. 93. Cit. en Obra de los pasajes, F 4 a, 2
Si es obligado que la arquitectura que le corresponde a un edificio aparezca adaptada a su destino [...] no es posible extrañarse lo bastante ante un monumento que puede ser indistintamente el palacio de un rey o también una cámara de los comunes, un ayuntamiento o un colegio, picadero, academia, tribunal, o museo o depósito o cuartel, un sepulcro, un templo, o un teatro... Pero, en realidad, es una Bolsa. Es Bolsa en Francia como sería templo en Grecia [...]. Ahí tenemos esa columnata que rodea todo el monumento, bajo la cual, en los grandes días de solemnidades religiosas, se desarrolla en plena majestad la dilatada sucesión que forman los agentes de cambio y los corredores de comercio.
Victor Hugo. Oeuvres complètes, París, 1880, vol. 3, pp. 206-207. Cit. en Obra de los pasajes, F 6 a, 1
Resulta muy significativo que el Jugendstil fracasara en el interior, y en consecuencia en la arquitectura, y haya en cambio obtenido en plena calle, como cartel, tan buenos resultados [publicitarios].
La desatada especulación [...] que hoy va aminorando, año tras año, la altura de los pisos, mientras reduce toda una vivienda al espacio antes ocupado por lo que era el salón, y que ha declarado una guerra a muerte a los jardines, va a tener un efecto inevitable sobre las costumbres parisinas; pronto nos veremos obligados a vivir más fuera de las casas que no a habitar en su interior.
Balzac. Les petits bourgeois, en Ernst Robert Curtius, Balzac, Bonn, 1923, p. 28. Cit. en Obra de los pasajes, I 6, 4
Por bella que una casa pueda ser, será, antes que nada [...] tantos metros de alto por tantos de ancho. Del mismo modo la literatura, que es la materia más inapreciable, es ante todo relleno de columnas; y el arquitecto literario, cuyo solo nombre nunca basta para que se logren beneficios, tiene que vender a cualquier precio.
Baudelaire. Œuvres, ed. Le Dantec, vol. II, p. 385. Cit. en Obra de los pasajes, J 35 a, 7
Las construcciones más características a lo largo del siglo diecinueve –las estaciones del ferrocarril, los pabellones de las exposiciones, así como los grandes almacenes [...]– tienen como objeto, en su conjunto, diversas necesidades colectivas. Pero, justo por estas construcciones –«mal vistas, cotidianas», dice Giedion–, es por las que se siente especialmente atraído el flâneur. Y es que en ellas está ya prevista la nueva entrada de las grandes masas en el escenario de la historia.
El vidrio está actualmente destinado a hacer un gran papel en la arquitectura de metal. En vez de gruesos muros, que pierden solidez y seguridad según aumenta el número de vanos, nuestras casas se verán atravesadas por tantas aberturas que parecerán casi translúcidas. Las amplias aberturas de cristal, que igual dará que sea simple o doble, fino o grueso, mate o transparente, van a derramar durante el día hacia el interior un brillo mágico, como, de noche, hacia el exterior.
Gobard. «L’Architecture de l’avenir», Revue générale d’architecture, 1849, p. 30. Cit. en Obra de los Pasajes, T 1 a, 4