Hasta llegar [los surrealistas] nadie se había dado cuenta todavía de que la miseria, no sólo social, sino también miseria arquitectónica, o la miseria propia del intérieur, con las cosas esclavizadas y esclavizantes, se transforman en nihilismo revolucionario.
La fotografía es cada vez más sutil y moderna, y el resultado es que hoy ya no se puede fotografiar una casa o un montón de basura sin transfigurarlo. La fotografía no está en condiciones de decir sobre una presa o una fábrica otra cosa que ésta: que el mundo es bello. Y El mundo es bello es el título del más célebre libro de fotografías de Renger-Patzsch, cumbre de la fotografía de la tendencia de la llamada Nueva Objetividad. Y esta fotografía ha conseguido el convertir incluso la miseria en directo objeto de disfrute, al captarla de forma que es propia de la moda.
Como la relativa estabilización de los años anteriores a la guerra le fue favorable, el burgués piensa que cualquier estado que lo desposea ha de ser inestable como tal. Pero una situación estable no tiene por sí misma por qué ser agradable, y ya antes de la guerra había capas para las que la situación estabilizada era la miseria estabilizada. La decadencia no es menos estable ni prodigiosa que el auge, y sólo un cálculo que admita ver en la decadencia la única ratio de la situación actual podrá salir del asombro enervador ante lo que se repite cada día y entenderá los fenómenos de decadencia como lo verdaderamente estable, incluso como la única salvación, más aún como algo extraordinario que linda con lo milagroso e incomprensible. […] De manera que el único remedio, en espera de que llegue el asalto final, es volver la mirada a lo extraordinario, lo único que todavía nos puede salvar.