La modernidad es lo que menos ha permanecido igual a sí, y la Antigüedad que dentro de ella debía esconderse presenta claramente la imagen como tal de lo anticuado.
Cuanto más antiguo es un pueblo, más significativa su poesía; cuanto más antiguos sus poetas, más inalcanzables son sus obras. Una ojeada simultánea a los cantos del mundo antiguo y a los poemitas de los modernos pueblos muestra que los pasos de estos últimos por el camino de la poesía han sido cualquier cosa menos progresos; que a nuestras obras colmadas de ripios unas fuentes antiguas les han dado su tema; que la seriedad de la poesía de otros tiempos se ha ido convirtiendo en una broma más o menos patente, y que el maestro del pueblo se ha convertido ya en el contertulio que hoy ayuda a matar el tiempo a unas cuantas personas de buena familia.
Carl Gustav Jochmann, Reliquien, Hechingen, 1837, pp. 251 y ss. Cit. en W. Benjamin, Obras II, 2, p. 201
La fotografía es cada vez más sutil y moderna, y el resultado es que hoy ya no se puede fotografiar una casa o un montón de basura sin transfigurarlo. La fotografía no está en condiciones de decir sobre una presa o una fábrica otra cosa que ésta: que el mundo es bello. Y El mundo es bello es el título del más célebre libro de fotografías de Renger-Patzsch, cumbre de la fotografía de la tendencia de la llamada Nueva Objetividad. Y esta fotografía ha conseguido el convertir incluso la miseria en directo objeto de disfrute, al captarla de forma que es propia de la moda.
Nada distingue más al hombre antiguo con respecto al moderno que su entrega a una experiencia cósmica que hoy el moderno apenas conoce.
La modernidad es lo transitorio, como lo fugitivo y contingente, es decir, la mitad del arte, cuya otra mitad es en cambio lo eterno e inmutable.
Charles Baudelaire. L’art romantique, ed. Hachette, vol. 3, París, p. 70. Cit. en Obra de los pasajes, J 6 a, 3
Tres hombres viven a la vez en [la personalidad de] este hombre [...]. Los tres son bien modernos, y más moderna es su reunión.
Paul Bourget. Essais de psychologie comtemporaine, I, París, 1901, pp. 7-9. Cit. en Obra de los pasajes, J 16, 1
La modernidad: tan anticlásica como clásica. Anticlásica en oposición al clasicismo. Clásica como hazaña de la época, que con ello le imprime su expresión.
Allí en donde la modernidad se muestra finalmente emparentada, íntimamente, con el mundo antiguo es en el caso de la fugacidad [de su tiempo].
La rivalidad entre poetas es sin duda antiquísima, pero desde [...] 1830, se trata de llevarlas al mercado. Y éste es el que hay que conquistar, no la protección de la nobleza, los príncipes o el clero. Para la lírica el cambio fue más grave que en las restantes formas de poesía. La desorganización de sus estilos, que afecta también a sus escuelas, es hoy consecuencia del mercado, que se abre como ‘público’ al poeta.
A mediados de siglo cambiaron las condiciones que regían la producción artística. Por vez primera, y de modo concluyente, la forma de mercancía se le impuso a la obra de arte; y al público la forma de la masa.
En la poesía de Baudelaire, París es símbolo de la Antigüedad, en abierto contraste con la masa, símbolo a su vez de lo moderno.
Definición de ‘modernidad’ como lo nuevo en el contexto de lo ya-siempre-ahí-sido.
‘Modernidad’ es el tiempo del infierno. Sus penas se revelan lo novísimo que a cada vez se da en ese ámbito. Claro que por ello no se trata de que ahí se dé ‘siempre-ya-lo mismo’, ni que pueda hablarse en este caso de un eterno retorno inevitable. Lo que sucede es que la faz del mundo nunca queda alterada en lo novísimo, pues lo novísimo siempre sigue siendo lo mismo en cada una de sus partes. Esto constituye justamente la eternidad propia del infierno. Determinar en su totalidad los rasgos en que surge lo ‘moderno’ es mostrar el infierno como tal.
No hubo época alguna que no se haya creído ‘moderna’ en un sentido excéntrico, y que no creyera estar plantada, de manera inmediata, ante el abismo. La desesperación de la conciencia de verse claramente situada en el centro de una crisis grave y decisiva para la humanidad resulta crónica. Cada tiempo aparece ante sí mismo en tanto tiempo nuevo, sin remedio. Pero lo ‘moderno’ es bien distinto en el mismo sentido en que lo son los distintos aspectos que un caleidoscopio nos presenta.