La reproducción en masa favorece la reproducción de masas. En desfiles gigantes y festivos, monstruosas asambleas, masivas celebraciones deportivas y, en fin, en la guerra, reproducidas hoy todas juntamente para su proyección y difusión, la masa se ve a sí misma cara a cara.
Obras I, 2, p. 44
Los movimientos de masas, con la guerra en primer lugar, representan un modo de comportamiento humano que corresponde con los aparatos. Las masas sin duda tienen el derecho a un cambio en la relación de propiedad, pero el fascismo trata de otorgarles una expresión para conservarla. Con ello desemboca en la estetización de la política.
Obras I, 2, p. 45
La cuestión psicológico-sexual se ha vuelto importante especialmente desde que la burguesía es la que ordena. Aquí tiene justamente su lugar la tabuización de unos sectores más o menos amplios del placer sexual. Las represiones que ello provoca entre las masas sacan a la luz unos complejos masoquistas y sádicos a los que los potentados proporcionan los objetos más adecuados a su política.
El estudio concreto del arte de masas conduce necesariamente a la cuestión de la reproducción técnica de la obra de arte. «A cada época le corresponden técnicas de reproducción que están completamente determinadas –dice Fuchs–. Éstas representan su posibilidad de desarrollo técnico y son en consecuencia [...] el resultado de las necesidades de la época. Por la misma razón, no es asombroso que toda transformación histórica profunda que tenga por consecuencia que dominen otras clases que hasta entonces [...] implique también un cambio de las técnicas gráficas, de las técnicas de reproducción».
El teatro épico se dirige a los interesados, y unos que «no piensan sin fundamento», siendo ésta una actitud que los interesados comparten con las masas. El materialismo dialéctico de Brecht se impone en el esfuerzo por interesar en el teatro a dichas masas de una manera especializada, no por la vía de la ‘formación’. «Muy pronto se tendría así un teatro lleno de especialistas, tal como hay estadios llenos de ellos».
El agudo grito de pavor, el que produce el pánico, viene a ser el reverso de las fiestas de masas. En efecto, el ligero escalofrío que recorre los hombros lo desea. Pues para la existencia profunda e inconsciente de la masa, las fiestas y los fuegos son un juego que le ayuda sin duda a prepararse para el instante exacto en que se va a hacer mayor de edad, a la hora en que el pánico y la fiesta, cual dos hermanos que se reconocen tras estar separados mucho tiempo, se abrazan finalmente; en el momento de la revolución.
La masa no desea que la ‘instruyan’, y así sólo puede recibir y acoger el conocimiento con el pequeño shock que, al producirse, enclava lo vivido en su interior. Su formación es una serie de catástrofes que la van sorprendiendo [como] en la oscura tienda de una feria.
Por vez primera en la historia, con la fundación de los grandes almacenes, los consumidores empiezan a sentirse como masa (antes sólo se lo imponía la escasez). Con ello el elemento circense y teatral del comercio aumentará de modo extraordinario.
Nuestro siglo trabará la conexión entre el reino de la fuerza aislada, rica en originales creaciones, con el de otra, niveladora y uniforme, que, igualando los productos entre sí y lanzándolos después masivamente, obedece a un nuevo pensamiento unitario, expresión última de las sociedades.
H. de Balzac. L’illustre Gaudissart, París, 1837, p. 1. Cit. en Obra de los pasajes, A 11 a, 7
Mayores ventas con márgenes menores fue el nuevo principio correspondiente a la multitud de compradores y la gran masa de las mercancías.
Propio de los grandes almacenes: los clientes se sienten como masa; confrontados a las mercancías, tienen ante sí todas las plantas de una sola ojeada, pagan precios fijos y pueden «cambiar».
Las exposiciones universales fueron la alta escuela en que las masas, que estaban apartadas del consumo, aprendieron a identificarse con lo que es el valor de cambio. "Verlo todo y no coger nada".
La industria del ocio refina y sin duda multiplica los diversos tipos de comportamiento reactivo de las masas. De ese modo se entrenan para la adaptación que sobre ellas ha de imponer la publicidad. La conexión concreta de esa industria con las exposiciones universales está pues bien fundada.
Dialéctica de producción de mercancías en el capitalismo avanzado: la novedad del producto, en tanto que estimula la demanda, cobrará una importancia ignorada hasta entonces, apareciendo en tanto que producción en masa, de manera sensible, lo de nuevo-igual-siempre.
A mediados de siglo cambiaron las condiciones que regían la producción artística. Por vez primera, y de modo concluyente, la forma de mercancía se le impuso a la obra de arte; y al público la forma de la masa.
Para la decadencia del aura, dentro del seno de la producción en masa, esto es ahora lo significativo: la reproducción masiva de la imagen.
La masa le permite a la prostitución dispersarse en amplias zonas ciudadanas. Antes vivía, en cambio, o bien acuartelada en ciertas casas o bien en ciertas calles. Pero ahora la masa le permite en conjunto al objeto sexual reflejarse en cien brillos del deseo, y uno que produce al mismo tiempo. Hasta la misma capacidad de compra se convierte en reclamo sexual; un reclamo que aumenta donde la rica oferta de mujeres aún subraya su ser de mercancía.
Las estrellas serán en Baudelaire el jeroglífico de la mercancía, lo otra vez-siempre-igual en grandes masas.
En la poesía de Baudelaire, París es símbolo de la Antigüedad, en abierto contraste con la masa, símbolo a su vez de lo moderno.
La individualidad en cuanto tal toma perfil heroico cuanto con más fuerza entra la masa al interior del campo de visión. Y éste es el origen de la concepción del héroe en Baudelaire. [...] El libre mercado hace crecer sin tregua dichas masas hasta incalculables multitudes, y eso sucede en tanto, en adelante, cada determinada mercancía va a reunir en torno a sí a la masa de sus compradores. Actualmente, los Estados totalitarios han tomado esta masa por modelo. La hoy llamada «comunidad del pueblo» busca extirpar del individuo singular todo cuanto pueda interponerse con su fusión sin resto dentro de la masa de clientes. El único oponente inconciliable respecto del Estado, que en tan ardiente intento representa al capital monopolista, es el proletariado revolucionario. Éste destruye la apariencia de la masa con la realidad que se concreta, socialmente, en su clase.
La calle: habitación del colectivo. Y éste es un ser eternamente inquieto, eternamente puesto en movimiento, que, yendo entre los muros de las casas, vive, conoce, idea, experimenta, a la manera de los individuos cuando están al resguardo de sus cuatro paredes. [...] De ese modo, el pasaje es el lugar en el cual la calle se presenta precisamente en tanto que interior, amueblado, habitado, por las masas.
La masa, en Baudelaire, aparece como velo ante el flâneur: es la droga más reciente de las que dispone el solitario. Borra, además, toda huella de lo individual: es el asilo más reciente de que puede disponer el marginado. Es también, finalmente, en el laberinto ciudadano, el más reciente e inescrutable laberinto. Y con ella se imprimen, en la imagen como tal de la ciudad, arquitectónicos caracteres que eran desconocidos hasta entonces.
Las construcciones más características a lo largo del siglo diecinueve –las estaciones del ferrocarril, los pabellones de las exposiciones, así como los grandes almacenes [...]– tienen como objeto, en su conjunto, diversas necesidades colectivas. Pero, justo por estas construcciones –«mal vistas, cotidianas», dice Giedion–, es por las que se siente especialmente atraído el flâneur. Y es que en ellas está ya prevista la nueva entrada de las grandes masas en el escenario de la historia.
El signo histórico del ferrocarril consiste en que sin duda representa el primer y –hasta la aparición de los grandes vapores transatlánticos–, también último medio de transporte que conforma a las masas. Pues el coche de línea, o el auto o el avión, llevan viajeros en pequeños grupos.