Traducción española de Jorge Navarro Pérez en Obras, II, 2, pp. 68-108, Madrid, Abada, 2009
Engels se opone a dos distintas cosas: de un lado, a la costumbre de presentar en la historia del espíritu lo que es un dogma nuevo como el verdadero ‘desarrollo’ de un dogma anterior, una escuela poética calificada como ‘reacción’ frente a otra escuela poética anterior, un estilo nuevo como ‘superación’ en cuanto tal de un estilo anterior, que le precede; pero, implícitamente, Engels se opone al tiempo a la costumbre de presentar esas figuras nuevas al margen del efecto que ellas causan sobre los seres humanos y del que es su proceso productivo.
Obras II, 2, p. 70
En la dialéctica histórica, toda obra integra su pre-historia junto a su post-historia; y una post-historia en virtud de la cual su pre-historia se vuelve cognoscible en tanto implicada en un cambio constante. Pues las obras enseñan cómo su función es capaz de sobrevivir a su creador, de dejar atrás sus intenciones; cómo la recepción por sus contemporáneos es un componente del efecto que la obra de arte hoy provoca aún sobre nosotros, y cómo dicho efecto se basa en el encuentro no sólo con ella, sino también con la historia que la ha hecho llegar a nuestros días.
Obras II, 2, p. 71
Ha de exigirse del investigador abandonar una actitud serena, la típica actitud contemplativa, al ponerse enfrente del objeto; tomando así conciencia de la constelación crítica en la cual este preciso fragmento del pasado encuentra justamente a este presente.
Obras II, 2, p. 71
El materialista histórico va extrayendo la época de la cósica ‘continuidad histórica’, como saca a la vida de la ‘época’ y a la obra de la ‘obra de una vida’.
Obras II, 2, p. 71
La sustitución del momento épico por lo que es el momento constructivo se revela condición de la experiencia [del historiador materialista]. En ella se liberan las poderosas fuerzas prisioneras del ‘érase una vez’ que es lo propio del historicismo. Pues la tarea del materialismo histórico es llevar a cabo con la historia la experiencia que es originaria para cada presente. El materialismo histórico se dirige hacia una consciencia del presente que hace saltar por los aires el supuesto continuo de la historia.
Obras II, 2, p. 72
Las ciencias naturales aparecen en Korn como la ciencia por antonomasia, por ser el fundamento de la técnica. Pero es evidente que la técnica jamás es un hecho puramente científico, sino que, al mismo tiempo, es un hecho histórico. Y, en tanto que tal, la técnica nos obliga a revisar la separación positivista –por completo carente de dialéctica– que se ha intentado establecer entre ciencias de la naturaleza y del espíritu. Las preguntas que la humanidad le plantea a la naturaleza se ven condicionadas, entre otras muchas cosas, por el estado de su producción. Éste es el punto en que el positivismo fracasa por completo. Y eso porque éste no podía ver en el desarrollo de la técnica sino el progreso de las ciencias naturales, no el retroceso de la sociedad. Y, por lo demás, pasó por alto que el capitalismo, como tal, es una de las causas decisivas de dicho desarrollo.
Obras II, 2, p. 78
Es característica del siglo XIX una malograda recepción de la técnica. Tal recepción consiste en una serie de enérgicos intentos de saltar por encima de la circunstancia de que, para esta sociedad, la técnica sólo sirve para producir mercancías. Los sansimonianos, pertrechados con su poesía industrial, se encuentran al inicio de esta serie; les sigue el realismo de un Du Camp, que ve directamente en la locomotora lo que será la santa del futuro; la culminación llega con Pfau, quien escribiría lo siguiente: «Es completamente innecesario convertirse en un ángel, pues el ferrocarril es más valioso que lo son las alas más hermosas».
Obras II, 2, pp. 78-79
Hoy el siglo XX ya ha ido viendo cómo la rapidez de los transportes y la capacidad de los aparatos que reproducen palabra y escritura han superado las necesidades. Las energías que la técnica desarrolla más allá de este umbral son radicalmente destructivas. Ante todo fomentan la técnica de la guerra y su preparación en la opinión. De este desarrollo, que es clasista, es posible decir y sostener que ha tenido lugar a las espaldas del siglo pasado, el cual no fue consciente de las energías destructivas de la técnica.
Obras II, 2, p. 79
La superioridad con que la historia cultural suele presentar sus contenidos es una apariencia que deviene de una falsa consciencia. El materialista histórico adopta una actitud bien reservada frente a dicha historia cultural. Para justificar esta actitud, basta solamente con echar un vistazo al pasado: todo el arte y la ciencia que el materialista histórico perciba tiene sin duda una procedencia que él por cierto no puede contemplar sin horror. Pues todo eso debe su existencia no tan sólo al esfuerzo de aquellos grandes genios que lo han ido creando, sino también –en mayor o menor grado– a la esclavitud anónima de sus contemporáneos. No hay ningún documento de cultura que no sea al tiempo documento de barbarie.
Obras II, 2, p. 80
En tanto tal, la historia cultural representa un avance del conocimiento exclusivamente en apariencia, y ni siquiera representa en apariencia un auténtico avance para la dialéctica. Pues le falta el momento destructivo que garantiza lo que es la autenticidad del pensamiento dialéctico y de la experiencia del dialéctico. En efecto, la historia cultural incrementa la carga de tesoros que se van acumulando en las espaldas de la humanidad, pero no le da a ésta la fuerza de sacudirse dicha carga y alcanzar a tomarla entre sus manos.
Obras II, 2, p. 81
Conformando la ciencia de la historia: no [...] la maraña de los puros hechos, sino el contado grupo de los hilos que introducen la trama de un pasado entre la textura del presente.
Obras II, 2, p. 83
Obras II, 2, p. 86
Lo grotesco es el máximo incremento de lo representable en los sentidos [...] las figuras grotescas son al tiempo expresión de la intensa salud de una época [...]. Las fuerzas impulsoras de lo grotesco tienen un tajante contrapolo. También las épocas decadentes y los cerebros enfermos tienden a formar las figuras grotescas. Pero en estos casos lo grotesco es la estremecedora contraparte del hecho de que a esas épocas y a esos individuos los problemas del mundo y de la vida les parecen del todo irresolubles.
Eduard Fuchs. Tang-Plastik, Munich, 1924, p. 44. Cit. en W. Benjamin, Obras II, 2, p. 87
Eduard Fuchs. Dachreiter, Munich, 1924, p. 39. Cit. en W. Benjamin, Obras II, 2, p. 87
El análisis que dirige su atención más a los conscientes intereses de los individuos que al modo de comportamiento que sigue su clase de una manera a menudo inconsciente, mediante su concreta posición en el seno del proceso productivo, lleva a sobrevalorar el momento consciente en la formación de las ideologías.
Obras II, 2, p. 98
La cuestión psicológico-sexual se ha vuelto importante especialmente desde que la burguesía es la que ordena. Aquí tiene justamente su lugar la tabuización de unos sectores más o menos amplios del placer sexual. Las represiones que ello provoca entre las masas sacan a la luz unos complejos masoquistas y sádicos a los que los potentados proporcionan los objetos más adecuados a su política.
Obras II, 2, p. 100
Devolverle la vida a la obra de arte en la sociedad que la había abandonado en manos del mercado, donde sobrevivía ya apartada tanto de sus productores como de quienes podían comprenderla, degradada a la categoría de mera mercancía.
Obras II, 2, p. 107
El estudio concreto del arte de masas conduce necesariamente a la cuestión de la reproducción técnica de la obra de arte. «A cada época le corresponden técnicas de reproducción que están completamente determinadas –dice Fuchs–. Éstas representan su posibilidad de desarrollo técnico y son en consecuencia [...] el resultado de las necesidades de la época. Por la misma razón, no es asombroso que toda transformación histórica profunda que tenga por consecuencia que dominen otras clases que hasta entonces [...] implique también un cambio de las técnicas gráficas, de las técnicas de reproducción».
Obras II, 2, p. 107