industria

Cuanto más breve el tiempo de formación del obrero industrial, más largo se hace el que corresponde al militar. Tal vez forme parte de la preparación de la sociedad para la guerra total que hoy el ejercicio esté pasando de la praxis de la producción a la praxis de la destrucción.

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En aquellos días lamentables surgió una industria nueva que contribuye no poco a confirmar a la idiotez en su convicción [...] de que el arte no es ni puede ser otra cosa que la reproducción mera y exacta de lo que es la naturaleza. [...] Algún dios vengativo escuchó las plegarias que le elevaba una multitud. Daguerre fue sin duda su mesías.

Pequeña historia de la fotografía

Charles Baudelaire, Salon de 1859, en Oeuvres complètes, París, 1961. Cit. en Obras II, 1, p. 402

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Es característica del siglo XIX una malograda recepción de la técnica. Tal recepción consiste en una serie de enérgicos intentos de saltar por encima de la circunstancia de que, para esta sociedad, la técnica sólo sirve para producir mercancías. Los sansimonianos, pertrechados con su poesía industrial, se encuentran al inicio de esta serie; les sigue el realismo de un Du Camp, que ve directamente en la locomotora lo que será la santa del futuro; la culminación llega con Pfau, quien escribiría lo siguiente: «Es completamente innecesario convertirse en un ángel, pues el ferrocarril es más valioso que lo son las alas más hermosas».

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En los productos manufacturados, el desarrollo sufrido por la técnica, de la Edad Media hasta los inicios del pasado siglo XIX, fue mucho más lento que el del arte. Pues el arte podía tomar tiempo para hacerse, de formas variadas, con los procedimientos de la técnica. El cambio que se inicia más o menos sobre el 1800 marca al arte su tempo y, al hacerse más arrollador, tanto mayor también será el dominio de la moda en todos sus aspectos. Y con ello alcanzamos finalmente el actual estado de las cosas: ahora se advierte la posibilidad de que el arte por fin no tenga tiempo para introducirse de algún modo en lo que es el proceso técnico. El anuncio constituye así el ardid con que el sueño se impone hoy a la industria.

Obra de los pasajes

Obra de los pasajes, G 1, 1

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Significado interno de lo publicitario: «No hay... buenos carteles sino en el espacio de lo fútil, o de la industria o de la revolución».

Obra de los pasajes

Maurice Talmeyr: La cité du sang, París, 1901, p. 277. Cit. en Obra de los pasajes, G 1, 8

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Las ferias y exposiciones de la industria como secreto esquema constructivo para cuanto hace a los museos. Así, el arte: productos industriales que se han proyectado en el pasado.

Obra de los pasajes

Obra de los pasajes, G 2 a, 6

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La distribución imaginada por el comisario general [...] era excelente: los objetos se habían repartido por orden de materias a través de ocho galerías concéntricas; doce avenidas [...] partían del gran eje: las principales naciones ocupaban los sectores limitados por aquellas líneas. De aquella manera [...] recorriendo las distintas galerías [...] se podía [...] claramente percibir el estado concreto de una industria en las varias naciones, o, recorriendo las alamedas transversales, comprender el estado, en un país, de las diversas ramas de la industria.

Obra de los pasajes

Adolphe Démy: Essai historique sur les expositions universelles de Paris, París, 1907, p. 129. Cit. en Obra de los pasajes, G 9, 2

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Exposición universal de Londres: «En medio de esta inmensa exposición, el observador advertía prontamente que, con objeto de no perderse en ella, [...] resultaba preciso reunir a los distintos pueblos en un cierto número de grupos, y que la forma útil y eficaz de componer esos grupos industriales consistía en ir tomando como base, ¿qué objeto?: las creencias religiosas. En efecto, a cada una de las grandes divisiones de tipo religioso entre todas las cuales se reparte el género humano le corresponde [...] un modo de existencia y actividad industrial que le son propias».

Obra de los pasajes

Michel Chevalier. Du progrès, París, 1852, p. 13. Cit. en Obra de los pasajes, G 13 a, 1

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La industria del ocio refina y sin duda multiplica los diversos tipos de comportamiento reactivo de las masas. De ese modo se entrenan para la adaptación que sobre ellas ha de imponer la publicidad. La conexión concreta de esa industria con las exposiciones universales está pues bien fundada.

Obra de los pasajes

Obra de los pasajes, G 16, 7

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El trabajo industrial se nos presenta en los sansimonianos a la luz del acto sexual; la idea de la alegría en el trabajo se concibe ahí según la imagen del placer de la procreación. Dos decenios más tarde la relación se invierte por completo, de modo que hasta el acto sexual queda subsumido bajo el signo de la completa falta de alegría que aplasta a los trabajadores industriales.

Obra de los pasajes

Obra de los pasajes, J 79, 5

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La industria, como la naturaleza, tiene el sublime privilegio de reproducirse utilizando sus propios desechos.

Obra de los pasajes

Frégier. Des classes dangereuses de la population dans les grandes villes et des moyens de les rendre meilleures, París, 1840. Cit en Obra de los pasajes, J 89, 4

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La máquina compleja, combinada, que constituye un sistema articulado de diferentes máquinas individuales y conjuntos de ellas, es tanto más perfecta cuanto más continuo pueda ser su proceso global, es decir, cuantas menos interrupciones experimente la materia prima para pasar de su primera fase hasta la última; cuanto más, por lo tanto, logre ser el propio mecanismo –y no la mano humana– el que realice el paso entre una y otra fase productiva.

Obra de los pasajes

Karl Marx. Das Kapital, Hamburgo, 1922, vol. I, p. 344. Cit. enObra de los pasajes, K 3, 2

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¿Una feria o un campo de batalla? [...] ¿Qué queda hoy de tan nobles vanidades? Nuestros antecesores combatían, nosotros fabricamos y vendemos. Lo que veo con toda claridad, dentro del desorden en que estamos, es que en lugar del campo de batalla se ven cientos de tiendas y talleres donde venden y fabrican a diario eso que llamamos nueva modas y cuanto, de modo general, venden como producto-de-París [...]. Modista es la palabra que conviene a nuestra actual generación de pensadores y de soñadores».

Obra de los pasajes

Hippolyte Babou. Les payens innocents, París, 1858, p. VII-VIII. Cit. en Obra de los Pasajes, S 11, 3

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Cada vez será menos un rasgo distintivo escribir e imprimir. Con nuestras costumbres electorales e industriales, muy pronto todo el mundo, una vez al menos en su vida, habrá tenido su página, su discurso, su brindis, su prospecto, es decir, será autor. De ahí a escribir un folletín ya no hay sino un paso [...]. Y, en cualquier caso, en nuestros días, ¿quién podría decir que no escribe para vivir, en cierto grado?

Obra de los pasajes

Sainte-Beuve. «De la littérature industrielle», Revue des deux mondes, 1839, XXI, 4, p. 681. Cit. en Obra de los Pasajes, U 9, 2

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