Las obras de arte más antiguas nacieron al servicio de un ritual que fue primero mágico y, en un segundo tiempo, religioso. Pero […] este modo aurático de existencia de la obra de arte nunca queda del todo desligado de su función ritual. Dicho en otras palabras: el valor único de la obra de arte «auténtica» se encuentra en todo caso teológicamente fundado.
Obras I, 2, p. 17
La superación creativa de la iluminación religiosa sin duda no se encuentra en los estupefacientes, sino en una específica iluminación profana, en una inspiración materialista.
El arte poética del romanticismo es el movimiento de disolución de todos los fenómenos en lo infinito, en lo absolutamente libre y religioso; y así justamente [...] es posible captar y conocer [...] la grandeza de Shakespeare.
Esa problemática construcción propia de la filosofía de la religión que se viene aplicando a los textos de Kafka ha hecho de la montaña del castillo finalmente la sede de la gracia. Pues bien, el hecho de que dichos libros hayan quedado así inacabados, es la auténtica obra de la gracia en ellos. Así también el hecho de que la ley no se manifieste en ningún pasaje de los textos de Kafka es plasmación de la gracia en el fragmento.
Cohen, para la filosofía de la religión [...] confronta el judaísmo de los profetas con el mundo del mito, para de ese modo reconocer en el monoteísmo judío la única religión estrictamente ética, por ajena al mito.
Berthold Auerbach en Schrift und Volk. Cit. en W. Benjamin, Obras II, 2, p. 432
La existencia burguesa constituye estrictamente el régimen de los asuntos privados. Cuanto más importante resulte un tipo de comportamiento, más quedará eximido de control. El credo político, la situación económica, o la religión que se practique… todo esto trata de esconderse, siendo al mismo tiempo la familia el edificio tétrico y podrido en cuyos rincones se establecen los instintos más sórdidos.
Si es obligado que la arquitectura que le corresponde a un edificio aparezca adaptada a su destino [...] no es posible extrañarse lo bastante ante un monumento que puede ser indistintamente el palacio de un rey o también una cámara de los comunes, un ayuntamiento o un colegio, picadero, academia, tribunal, o museo o depósito o cuartel, un sepulcro, un templo, o un teatro... Pero, en realidad, es una Bolsa. Es Bolsa en Francia como sería templo en Grecia [...]. Ahí tenemos esa columnata que rodea todo el monumento, bajo la cual, en los grandes días de solemnidades religiosas, se desarrolla en plena majestad la dilatada sucesión que forman los agentes de cambio y los corredores de comercio.
Victor Hugo. Oeuvres complètes, París, 1880, vol. 3, pp. 206-207. Cit. en Obra de los pasajes, F 6 a, 1
Folleto de un comercio de telas parisino en los años treinta: «Señoras y señores, les suplico que echen una mirada indulgente a las observaciones que ahora siguen; el intenso deseo de contribuir a su eterna salvación me lleva a presentárselas. Permítanme que atraiga su atención sobre el estudio de las Sagradas Escrituras, así como a la extrema moderación de los precios que he sido el primero en aplicar a mis artículos de géneros de punto [...]. Rue du Pavé-Saint-Sauveur, nº 13».
Eduard Kroloff. Schilderungen aus Paris, II, Hamburgo, 1839, p. 57. Cit. En Obra de los pasajes, G 1, 4
Exposición universal de Londres: «En medio de esta inmensa exposición, el observador advertía prontamente que, con objeto de no perderse en ella, [...] resultaba preciso reunir a los distintos pueblos en un cierto número de grupos, y que la forma útil y eficaz de componer esos grupos industriales consistía en ir tomando como base, ¿qué objeto?: las creencias religiosas. En efecto, a cada una de las grandes divisiones de tipo religioso entre todas las cuales se reparte el género humano le corresponde [...] un modo de existencia y actividad industrial que le son propias».
Michel Chevalier. Du progrès, París, 1852, p. 13. Cit. en Obra de los pasajes, G 13 a, 1
Último eco de las ideas originarias del sansimonismo: «Bien podría compararse el celo que hoy despliegan las naciones civilizadas para establecer el ferrocarril con lo que sucedía, hace unos siglos, con la erección de las iglesias [...]. Pues si [...] la palabra religión deriva de la latina religare [...], el ferrocarril poseerá más relación de lo que se cree con el auténtico espíritu religioso. Nunca antes ha existido un instrumento de tamaña potencia [...] para unir a los pueblos».
Michel Chevalier. «Chemins de fer». En Dictionnaire de l’économie polítique, París, 1852, p. 20. Cit. en Obra de los Pasajes, U 15 a, 1
Informa Schlabrendorf de que Saint-Simon tuvo la idea de convertir la física, y además sólamente ella, en la verdadera religión. «En las iglesias, los profesores de religión deberían dictar sus conferencias sobre los misterios y milagros naturales. Allí se dispondrían, según creo, máquinas eléctricas en el altar, aplicando corriente a los creyentes mediante el empleo de pilas galvánicas».
Carl Gustav Jochmann. «Graf Gustav von Schlabrendorf in Paris über Ereignisse und Personen seiner Zeit», incluido en Reliquien, vol. I, Hechingen 1836, p. 146. Cit. en Obra de los Pasajes, U 16 a