Traducción española de Alfredo Brotons Muñoz en Obras, I, 2, pp. 9-47, Madrid, Abada, 2008
Hasta a la más perfecta reproducción le falta algo: el aquí y el ahora de la obra de arte, su existencia siempre irrepetible en el lugar mismo en que se encuentra.
Obras I, 2, p. 13
El aquí y el ahora del original constituye el concepto de su autenticidad.
Obras I, 2, p. 13
La autenticidad propia de una cosa es la suma de cuanto, desde lo que es su origen, nos resulta en ella transmisible, de su duración de material a lo que históricamente testimonia.
Obras I, 2, p. 14
En la época de la reproductibilidad técnica, lo que queda dañado de la obra de arte, eso mismo es su aura.
Obras I, 2, p. 14
¿Qué es el aura propiamente hablando? Una trama particular de espacio y tiempo: la aparición irrepetible de una lejanía por cercana que ésta pueda hallarse.
Obras I, 2, p. 16
La liberación del objeto de su envoltorio, la destrucción del aura, es distintivo de una percepción cuya sensibilidad para lo homogéneo en el mundo ha crecido tanto actualmente que, a través de la reproducción, sobrepasa también lo irrepetible.
Obras I, 2, p. 17
Las obras de arte más antiguas nacieron al servicio de un ritual que fue primero mágico y, en un segundo tiempo, religioso. Pero […] este modo aurático de existencia de la obra de arte nunca queda del todo desligado de su función ritual. Dicho en otras palabras: el valor único de la obra de arte «auténtica» se encuentra en todo caso teológicamente fundado.
Obras I, 2, p. 17
L’art pour l’art constituye una teología del arte. Luego ha surgido directamente de ella una teología negativa del arte, en forma de la idea de un arte puro que no sólo rechaza cualquier función social, sino también toda determinación por un pretexto de orden objetual.
Obras I, 2, p. 18
La reproductibilidad técnica de la obra de arte la viene a emancipar por vez primera en el curso de la historia universal de su existir parasitario en el seno de lo ritual.
Obras I, 2, p. 18
En el instante en que el criterio de autenticidad falla en el seno de la producción artística, toda la función social del arte resulta transformada por entero. Y, en lugar de fundamentarse en el ritual, pasa a fundamentarse en otra praxis, a saber: la política.
Obras I, 2, p. 18
Sería posible representar la historia del arte como confrontación de dos polaridades en la obra de arte misma y contemplar la historia de su curso en los desplazamientos del centro de gravedad desde un polo a otro de la obra, unos polos que son valor de culto y valor de exposición. La producción artística comienza con imágenes que se hallan al servicio de la magia. De estas imágenes es sólo importante que existan, mas no que se las vea. El alce que el hombre de la Edad de Piedra reproduce en las paredes de su cueva es sin duda un instrumento mágico que sólo casualmente va a exponer ante sus semejantes; lo que importa es que lo vean los espíritus.
Obras I, 2, pp. 19-20
No es casual que el retrato esté en el centro de la fotografía más temprana. En el culto al recuerdo de los seres queridos lejanos o difuntos tiene el valor de culto de la imagen su último refugio. En la expresión fugaz de un rostro humano en las fotografías más antiguas destella así por última vez el aura.
Obras I, 2, p. 21
El culto a las estrellas que fomenta el cine no sólo conserva aquella magia, emanación de la personalidad, que hace ya mucho tiempo que consiste en el desmedrado titilar de su carácter de pura mercancía, sino que lo que es su complemento, el correlativo culto al público, exige al mismo tiempo la condición corrupta de ese público, con la cual el fascismo trata de poder sustituir su conciencia de clase.
Obras I, 2, p. 29
El cambio en el modo de exposición operado por la técnica de reproducción se hace también perceptible en la política. La crisis de las democracias se puede comprender como una crisis de las condiciones de exposición del hombre político. Las democracias exponen al político inmediatamente, es decir, en persona, y, ciertamente, ante los representantes. El parlamento viene a ser su público. Con las innovaciones obtenidas en los aparatos de grabación, que permiten hacer audible al orador para un número indefinido durante el discurso y visible para otro número indefinido muy poco después, el manejo por parte del político de estos aparatos pasa a primer plano. Así, los parlamentos se despueblan al tiempo que los teatros. Radio y cine no sólo modifican la función del actor, sino igualmente la función del que se presenta a sí mismo frente a ellos, como lo hace el político. La orientación de este cambio, sin perjuicio de sus tareas específicas, es hoy ya la misma en el actor de cine y el político. Pues aspira a la exponibilidad de actuaciones comprobables, hasta supervisables, bajo unas concretas condiciones sociales, tal como ya lo había exigido el deporte en ciertas condiciones naturales. Eso conforma una nueva élite, una que está ante el aparato, de la que el campeón, la star y el dictador aparecen como vencedores.
Obras I, 2, p. 32
Cualquiera puede hoy estar en situación de ser filmado. Pero no basta la posibilidad. Hoy todos tienen pretensión de ser filmados. Lo que lo aclara es dar una ojeada a la que es la situación histórica de la actual literatura.
Obras I, 2, p. 33
La reproducción en masa favorece la reproducción de masas. En desfiles gigantes y festivos, monstruosas asambleas, masivas celebraciones deportivas y, en fin, en la guerra, reproducidas hoy todas juntamente para su proyección y difusión, la masa se ve a sí misma cara a cara.
Obras I, 2, p. 44
Los movimientos de masas, con la guerra en primer lugar, representan un modo de comportamiento humano que corresponde con los aparatos. Las masas sin duda tienen el derecho a un cambio en la relación de propiedad, pero el fascismo trata de otorgarles una expresión para conservarla. Con ello desemboca en la estetización de la política.
Obras I, 2, p. 45