Brecht dijo en cierta ocasión del comunismo que es el término medio. «El comunismo no es radical. Lo radical es el capitalismo». Qué radical es el capitalismo queda claro, como en tantos otros puntos, en su actitud frente a la familia. Sin duda, el capital se obstina en ella, aunque se den unas condiciones en que la intensificación de la vida familiar agudiza el suplicio de una situación que es inhumana.
La existencia burguesa constituye estrictamente el régimen de los asuntos privados. Cuanto más importante resulte un tipo de comportamiento, más quedará eximido de control. El credo político, la situación económica, o la religión que se practique… todo esto trata de esconderse, siendo al mismo tiempo la familia el edificio tétrico y podrido en cuyos rincones se establecen los instintos más sórdidos.
Aquella fuerza que dice ‘no’ a la familia al tiempo que al Estado también ha de decirle ‘no’ a Dios; y del mismo modo que infringimos las órdenes del funcionario y el sacerdote, tenemos igualmente que infringir la vieja ley del Génesis: «Ganarás el pan con el sudor de tu frente; parirás con dolor». El crimen de Adán y Eva consiste estrictamente en tolerar esta ley.
Emmanuel Berl. La mort de la pensée bourgeoise, París, 1929, pp. 172-174. Cit. en W. Benjamin, Obras, IV, I, p. 533.
El amor lésbico lleva la espiritualización al interior del seno femenino. Es allí donde planta su bandera, la del blanco lirio de ‘amor puro’, que no conoce embarazo ni familia.