«Los derechos humanos [argumenta Karl Kraus] son el frágil juguete de los adultos, uno con el cual todos quieren jugar y que por eso no dejan que les quiten». De este modo, la delimitación entre lo privado y lo público, esa que en 1789 vino a proclamar la libertad, se ha convertido hoy en un sarcasmo. Pues mediante el periódico, como dice Kierkegaard, «la distinción entre público y privado es relevada por una verborrea que es pública-privada».
La existencia burguesa constituye estrictamente el régimen de los asuntos privados. Cuanto más importante resulte un tipo de comportamiento, más quedará eximido de control. El credo político, la situación económica, o la religión que se practique… todo esto trata de esconderse, siendo al mismo tiempo la familia el edificio tétrico y podrido en cuyos rincones se establecen los instintos más sórdidos.
Esos nuevos teatros que están edificando actualmente no parecen pertener en realidad a ningún estilo determinado; la idea es reunir, según se dice, el mundo de lo público con el uso privado, edificando a su alrededor nuevos edificios de vivienda, que con ello se van a convertir en descomunales recipientes, cápsulas gigantescas para todo.
Grenzboten, 2º semestre, nº 3, 1861, p. 143. Cit. en Obra de los pasajes, L 2, 5