Kierkegaard

«Los derechos humanos [argumenta Karl Kraus] son el frágil juguete de los adultos, uno con el cual todos quieren jugar y que por eso no dejan que les quiten». De este modo, la delimitación entre lo privado y lo público, esa que en 1789 vino a proclamar la libertad, se ha convertido hoy en un sarcasmo. Pues mediante el periódico, como dice Kierkegaard, «la distinción entre público y privado es relevada por una verborrea que es pública-privada».

Karl Kraus

Obras II, 1, p. 364

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El arte será pues sentir nostalgia respecto del hogar estando en casa.

Obra de los pasajes

Kierkegaard: Sämtliche Werke, IV, Jena, 1914, p. 12. Cit. en Obra de los pasajes, I 3, 5

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La interioridad es por lo tanto prisión histórica del hombre prehistórico.

Obra de los pasajes

Theodor Wiesengrund Adorno. Kierkegaard, Tubinga, 1933, p. 68. Cit. en Obra de los pasajes, I 3, 6

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La melancolía, el orgullo y las imágenes. «Para mí, mi pena es mi castillo; se encuentra, situado en una cumbre, como un nido de águila, y alcanza a las nubes. Así que nadie puede derribarlo. De ahí bajo volando a la realidad para darle caza a mi botín. Pero no estoy abajo mucho tiempo; en seguida lo llevo a mi castillo. Lo que así voy cazando son imágenes».

Obra de los pasajes

Soeren Kierkegaard: Entweder-Oder, I, Jena, 1911, p. 38. Cit. en Obra de los pasajes, J 62 a, 4

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La naturaleza no se afirma en la dialéctica como presente-y-viva desde siempre. Antes bien, la dialéctica se detiene en la imagen y cita al mito en la historia más reciente como aquello-pasado-inmemorial: naturaleza como prehistoria. Por eso las imágenes, que, al modo de la imagen interior, llevan la dialéctica y el mito hacia una completa indiferencia, son en sí ‘fósiles antediluvianos’. Se pueden llamar imágenes dialécticas –si utilizamos la expresión de Benjamin–, cuya potente definición de alegoría vale, para la intención alegórica de Kierkegaard, como figura propia de la dialéctica histórica de una parte y la naturaleza mítica de otra. En consecuencia, «en la alegoría, la facies hipocrática de la historia será, a los ojos del observador, petrificado paisaje originario».

Obra de los pasajes

Theodor Wiesengrund-Adorno. Kierkegaard, Tubinga 1933, p. 60. Cit. en Obra de los pasajes, N 2, 7

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