Karl Kraus

Traducción española de Jorge Navarro Pérez en Obras, II, 1, pp. 341-376, Madrid, Abada, 2007

El aparato periodístico requiere, al igual que una fábrica, trabajo y mercados. En determinados momentos del día –dos o tres veces en el caso de los grandes periódicos– es imprescindible proporcionar una determinada cantidad de trabajo a las máquinas. Y no con un material cualquiera: todo aquello que haya sucedido entre tanto en algún ámbito de la vida, de la política, de la economía, del arte..., tiene que haber sido periodísticamente elaborado.

Karl Kraus

Peter Suhrkamp, «Der Journalist» –frase puesta en boca de Karl Kraus–. Cit. en W. Benjamin, Obras II, 1, p. 343-344

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[La nuestra es] esa época ruidosa en la cual retumba la espantosa sinfonía de los actos que producen noticias, y de las noticias culpables de actos.

Karl Kraus

Obras II, 1, p. 345

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¿Es la prensa pues un mensajero? No: ella es el acontecimiento. ¿Es la prensa un discurso? No, es la vida. Pues no sólo pretende que los verdaderos acontecimientos sean sus noticias de los acontecimientos, sino que produce esa inquietante identidad que hace que parezca que se relatan las acciones antes de que sean llevadas a cabo, como también produce muchas veces lo que es su propia posibilidad.

Karl Kraus

Karl Kraus, In dieser grossen Zeit, en Weltgericht, vol. I, Leipzig, 1919, p. 14. Cit. en Obras II, 1, p. 351

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La prensa no es un siervo –¿cómo iba un siervo a reclamar y obtener tanto?–, sino ya el acontecimiento. Así, una vez más, el instrumento se nos escapa de las manos. Pues hemos puesto al hombre que debe avisarnos de que hay un incendio, y que debe ocupar el lugar más bajo en el Estado, por encima del mundo, así como del incendio y de la casa, y aun por encima de los hechos y de nuestra misma fantasía.

Karl Kraus

Karl Kraus, In dieser grossen Zeit, en Weltgericht, vol. I, Leipzig, 1919, p. 14. Cit. en Obras II, 1, p. 351

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El periódico es un instrumento del poder. Y su valor deriva del carácter propio del poder a quien sirve; pues el periódico es expresión de éste, y no sólo en aquello que defiende, sino en la manera en que lo hace.

Karl Kraus

Obras II, 1, p. 351

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Kraus contrapone a esas sensaciones siempre iguales que la prensa diaria le presenta a su público la ‘noticia’ eternamente nueva que hay que dar de la historia de la Creación: el lamento incesante, eternamente nuevo.

Karl Kraus

Obras II, 1, p. 352

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«Los derechos humanos [argumenta Karl Kraus] son el frágil juguete de los adultos, uno con el cual todos quieren jugar y que por eso no dejan que les quiten». De este modo, la delimitación entre lo privado y lo público, esa que en 1789 vino a proclamar la libertad, se ha convertido hoy en un sarcasmo. Pues mediante el periódico, como dice Kierkegaard, «la distinción entre público y privado es relevada por una verborrea que es pública-privada».

Karl Kraus

Obras II, 1, p. 364

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Ante el lenguaje, ambos reinos –destrucción y origen– quedan acreditados en la cita. Y, al contrario, el lenguaje está completo tan sólo donde ambos pueden compenetrarse, en una cita. Y esto porque en la cita se refleja el que es el lenguaje de los ángeles, en el cual todas las palabras, sin el idílico contexto del sentido, se han convertido en lemas en el libro de la Creación.

Karl Kraus

Obras II, 1, p. 372

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Hubo de ser [Kraus] el desesperado el que, por su parte, descubriera en la cita una fuerza no de conservar, sino más bien de purificar, y de destruir y sacar de contexto; la única que infunde todavía la esperanza de que algunas cosas sobrevivan a este escaso espacio temporal, precisamente porque las han sacado de él.

Karl Kraus

Obras II, 1, p. 374

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El comunismo, en cuanto realidad, sin duda es solamente el compañero de su ideología ultrajadora de la vida, pero tiene un origen ideal que es, por cierto, más puro; es un medio funesto en busca de una meta ideal y más pura. Lleve el diablo su praxis, pero, en cambio, que Dios nos lo conserve en su condición de amenaza constante sobre las cabezas de quienes tienen bienes; ésos mismos que, para preservarlos, envían implacables a los otros a los frentes del hambre y del honor patrio, mientras que pretenden consolarlos diciendo y repitiendo que los bienes no son lo más importante en esta vida. Dios nos conserve siempre el comunismo para que, ante él, aquella chusma no se vuelva aún más desvergonzada; para que la sociedad de aquellos únicos autorizados para disfrutar, que cree que las gentes sometidas a ella tienen ya amor bastante cuando de repente les contagian la sífilis, se vea al menos, cuando va a dormirse, atenazada por una pesadilla. Para que al menos pierdan el deseo de predicar moral ante sus víctimas e incluso de hacer chistes sobre ellas.

Karl Kraus

Karl Kraus, «Antwort an Rosa Luxemburg», en Die Fackel, noviembre de 1920, p. 8. Cit. en W. Benjamin, Obras II, 1, p. 375

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«Si el trabajo humano –dice Loos– tan sólo está formado por la destrucción, entonces es realmente un trabajo humano, noble y natural». Durante mucho tiempo, demasiado, se ha puesto el énfasis en lo creativo. Pero tan creativo lo será solamente quien evite el encargo y el control. El trabajo encargado, controlado, cuyos modelos son el trabajo político y el técnico, solamente produce suciedad y desechos, destruye por completo el material, desgasta lo creado, criticando sus propias condiciones, y viene a ser con ello lo contrario del trabajo que hace el diletante, que disfruta creando. La obra de éste es en cambio inofensiva y pura; consume y purifica lo que es magistral.

Karl Kraus

Obras II, 1, p. 375-376

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El europeo medio no ha sido capaz de unificar su vida con la técnica, porque se aferra al fetiche de la creatividad. Es preciso haber seguido a Loos en su lucha con el dragón del ‘ornamento’, hay que haber escuchado el esperanto estelar de los personajes de Paul Scheerbart o bien hay que haber visto el ‘ángel nuevo’ de Klee, que prefiere liberar a los humanos cuando va retirándolos a hacerlos felices con sus dádivas, para detectar una humanidad que se acredita en la destrucción.

Karl Kraus

Obras II, 1, p. 376

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