comunismo

El comunismo, en cuanto realidad, sin duda es solamente el compañero de su ideología ultrajadora de la vida, pero tiene un origen ideal que es, por cierto, más puro; es un medio funesto en busca de una meta ideal y más pura. Lleve el diablo su praxis, pero, en cambio, que Dios nos lo conserve en su condición de amenaza constante sobre las cabezas de quienes tienen bienes; ésos mismos que, para preservarlos, envían implacables a los otros a los frentes del hambre y del honor patrio, mientras que pretenden consolarlos diciendo y repitiendo que los bienes no son lo más importante en esta vida. Dios nos conserve siempre el comunismo para que, ante él, aquella chusma no se vuelva aún más desvergonzada; para que la sociedad de aquellos únicos autorizados para disfrutar, que cree que las gentes sometidas a ella tienen ya amor bastante cuando de repente les contagian la sífilis, se vea al menos, cuando va a dormirse, atenazada por una pesadilla. Para que al menos pierdan el deseo de predicar moral ante sus víctimas e incluso de hacer chistes sobre ellas.

Karl Kraus

Karl Kraus, «Antwort an Rosa Luxemburg», en Die Fackel, noviembre de 1920, p. 8. Cit. en W. Benjamin, Obras II, 1, p. 375

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Brecht dijo en cierta ocasión del comunismo que es el término medio. «El comunismo no es radical. Lo radical es el capitalismo». Qué radical es el capitalismo queda claro, como en tantos otros puntos, en su actitud frente a la familia. Sin duda, el capital se obstina en ella, aunque se den unas condiciones en que la intensificación de la vida familiar agudiza el suplicio de una situación que es inhumana.

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Mal se entiende la historia propia del Manifiesto comunista cuando se fecha con su aparición la del movimiento obrero europeo. El Manifiesto es más bien la conclusión de lo que fue su primer período, uno que va de la revolución de julio hasta las jornadas de febrero.

Obra de los pasajes

Obra de los Pasajes, V 3, 2

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