Brecht dijo en cierta ocasión del comunismo que es el término medio. «El comunismo no es radical. Lo radical es el capitalismo». Qué radical es el capitalismo queda claro, como en tantos otros puntos, en su actitud frente a la familia. Sin duda, el capital se obstina en ella, aunque se den unas condiciones en que la intensificación de la vida familiar agudiza el suplicio de una situación que es inhumana.
El teatro épico se dirige a los interesados, y unos que «no piensan sin fundamento», siendo ésta una actitud que los interesados comparten con las masas. El materialismo dialéctico de Brecht se impone en el esfuerzo por interesar en el teatro a dichas masas de una manera especializada, no por la vía de la ‘formación’. «Muy pronto se tendría así un teatro lleno de especialistas, tal como hay estadios llenos de ellos».
Aquella brecha que el teatro épico abre en el teatro como acto social es en realidad mucho mayor que ese otro daño que el teatro épico le causa al teatro en tanto que negocio de entretenimiento vespertino. Mientras en el cabaret la burguesía se encuentra mezclada a la bohemia, y en las variedades se clausura durante una velada el abismo existente entre la gran burguesía y la pequeña, en el teatro para fumadores que proyecta Brecht los proletarios son los clientes más habituales y abundantes.